Cuando Sánchez, Presidente del Gobierno, se ufana de que la democracia funciona, de que respeta la separación de poderes y de que el estado de derecho no se va a desmantelar, contemplando la situación caótica del Poder Judicial, la “ovejunidad” del Legislativo y el acoso y derribo de las instituciones de control al Gobierno, es lógico deducir que es lo que Sánchez quiere, lo que a Sánchez le gusta.
Y cuando Sánchez presume engallado de la cohesión del Gobierno y de la coalición que lo sustenta, contemplando el patio de monipodio del Consejo de Ministros y de sus componentes, no es desacertado elucubrar sobre la endeblez de una coalición muerta antes de nacer y que es lo que a Sánchez le gusta y lo que Sánchez quiere.
Si eso, por casualidad, acaso, quizás, a lo mejor, tal vez o posiblemente, fuera así, todo lo demás se convierte en una gran coartada que Sánchez ha urdido a modo de camuflaje de sus verdaderos propósitos. Como muestra tenemos la situación provocada para podre disponer de las actuaciones del Poder Judicial.
Porque es para sospechar que, todo eso, es lo que Sánchez quiere y lo que a Sánchez le gusta.
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