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Compartir lo que tenemos

Jesús Domingo Martínez
Lectores
jueves, 15 de diciembre de 2022, 08:35 h (CET)

Existe un modo de evitar que nadie sufra por carecer de lo más básico para vivir. Consiste en “compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada”. Así lo decía el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres. 


Se trata de justicia social, pero también de construir Iglesia mediante la preocupación de los unos por los otros. Desde la Iglesia primitiva, recordaba Francisco, en cada Eucaristía se realiza una colecta “para que a ninguna hermana o hermano le falte lo necesario”. 


Tan importante es esta dimensión de la vida cristiana que Francisco advierte de que la preocupación por los pobres no puede ser delegada en otras personas o instituciones, por eficaces que puedan ser. Partir “el pan de la propia existencia con los hermanos y hermanas” es el camino de imitar la pobreza de Jesús, esa pobreza que no denigra, sino que “nos libera y nos hace felices”.

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Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
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