Como si hubiera alguna manera de frenar la violencia entre nosotros, que consiguiera, digamos, que todos nos portáramos bien. El sueño de la sociedad perfecta, que se parece tanto al Orwell de '1984', con la presencia permanente del Gran Hermano, la policía del pensamiento o la represión con la neolengua que nos lleva a no pensar lo que no puede ser pensado.
Los llamados 'coordinadores del bienestar' acabarían creando una nueva generación de gente sumisa, dócil, 'hombres blandengues' como dice la ministra. Porque el problema consiste en: a qué llamamos 'bienestar' con el fin estupendo e inalcanzable de erradicar la violencia por obligación; y no por convicción.
¡Ojo con los coordinadores del bienestar! Pueden ser un peligro si se lo creen, y actúan en consecuencia con poderes especiales para someter a los pobres niños y luego a cualquiera que les parezca violento. La violencia se acaba por la convicción de que los demás son tan importantes e iguales como uno mismo.
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