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Al pasar Cerro Muriano,
dejando atrás el pantano,
aparece,
una sierra muy hermosa
cerca de Villaviciosa,
¡que florece!
Siguiendo el viaje con ley,
a Villanueva del Rey,
con paciencia,
encuentras en lontananza
a Espiel, pueblo de esperanza,
¡y sapiencia!
Tras las curvas espeleñas,
dejando por fin las breñas,
surge ahora,
un valle bien definido
entre sierras escondido
¡que enamora!
De ese valle portentoso,
con perfil esplendoroso,
como el oro,
emerge firme el castillo
de Belmez, pueblo sencillo,
¡un tesoro!
Después el peñón hermano,
con Peñarroya a su mano,
con cariño,
lanza rojas pinceladas
sobre sus casas pintadas,
¡de armiño!
Más allá de la llanura,
recuerda con galanura,
su pasado,
el gran pueblo melariense
sin que en su futuro piense,
¡preocupado!
Durante todo el viaje,
puedes ver entre el follaje,
algo tan grato,
como el agua discurrir
hacia el rio Guadalquivir,
¡el Guadiato!
Y de ese valle soberbio,
puede extraerse un proverbio,
que te enseñe,
a comprender que lo bello
nos es otra que aquello,
¡que se sueñe!
A Mercedes Isabel: A mi edad, me pregunto, sin pretender escribir los versos mas triste esta tarde. Como olvidarte, flor de mi vida. Desventurado sería, no haberte tenido.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
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