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Córdoba, voy a cantarte
y espero hacerlo con tino;
te quiero con desatino
¡ay! quien pudiera besarte.
Córdoba, el mundo entero,
se rinde a tu señorío,
por ser cuna del tronío
del saber y del salero.
Córdoba, la preferida,
cuatro veces por la Unesco,
por su perfil pintoresco
y un Patrimonio con vida.
Córdoba, paz y consuelo,
un edén para vivir,
en torno al Guadalquivir
como anticipo del Cielo.
Córdoba, mujeres bellas,
amables y seductoras,
que cautivan, soñadoras,
más que una noche de estrellas.
Córdoba, hombres curtidos,
por el trabajo eficiente,
de carácter complaciente
generosos y sentidos.
Córdoba, campiña y sierra,
inigualables cultivos,
de trigales y de olivos
en su generosa tierra.
Córdoba, bellos perfiles,
de orfebres y de plateros,
arte al que insignes joyeros
dan vida con sus buriles.
Córdoba, piedras de gloria,
desde Tartessos a Roma,
y arabescos con aroma
aún vivos en la memoria.
Córdoba, Medina Azahara,
de los omeyas, palacio,
más lucida que el topacio
que a la Virgen adorara.
Córdoba, vieja mezquita,
del mundo la más hermosa,
hoy catedral portentosa
que a la plegaria te invita.
Córdoba, Puente Romano,
plaza del Potro, Viana,
el Pretorio, Santa Ana
Colodro, San Cayetano.
Córdoba, Cristo de piedra,
de faroles rodeado
y un Alcázar circundado
con lindas flores y yedra.
Córdoba, coqueta fuente,
en la plazuela escondida;
caños de agua que traen vida,
música y paz envolvente.
Córdoba, Patios y Cruces,
incomparables vergeles,
de rosas y de claveles
que en mayo orgullosa luces.
Córdoba, balcón y reja,
y mocitas de arropía,
que ensalzan su gallardía
con la mantilla y la teja.
Córdoba, Semana Santa,
tallas de Cristos heridos,
y bellos rostros transidos
de la Virgen Sacrosanta.
Córdoba, rezo y saetas,
por las bellas callejuelas,
plasmadas en acuarelas
y cantadas por poetas.
Córdoba, mujer morena,
que pintara el gran Romero,
con gesto noble y austero
y ojos negros de agarena.
Córdoba, hondos fervores,
por sus mártires patronos,
por Rafael y sus Tronos
y la Virgen de Dolores.
Córdoba, tierra querida,
milenaria y costumbrista,
no te perderé de vista
mientras me dure la vida.
Soneto dedicado a la Hermandad del Cristo de los Estudiantes de Córdoba que ha logrado esta imagen, tan cabal como conmovedora, que nos acerca, más aún, al Cristo Vivo del Sagrario.
A pocos días de que comience la Semana Santa, en donde se vive con especial devoción en lugares tan emblemáticos como Sevilla, cae en nuestras manos una característica novela negra del escritor Fran Ortega. Los hijos de justo comienza con el capellán de la Macarena degollado en la Basílica, en donde, además, no hay rastro de la imagen de la virgen.
Te he mirado Señor, como otras veces, pero hoy tu rostro está más afligido. Sé que ahora te sientes muy herido por agravios que tu no te mereces.
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