Sé que mi vida comienza a ser corta y, por lo tanto, no debería preocuparme en demasía; pero soy, más o menos, como aquellas palabras que se pueden leer en el Mahabharata: “Más fácil es que el sol enfríe y la luna caliente que el mortal natural de los humanos sea cambiado”.
Debe ser por eso que me dé exactamente igual que Esperanza Aguirre haya dimitido de la Presidencia del PP de Madrid y que, sin embargo, siga siendo concejal del Ayuntamiento madrileño o que Mariano Rajoy se vaya a su casa o siga de Presidente en funciones; sin embargo no por mí que ya huelo lo ignoto, sino por mi nietas me preocupa lo que pueda quedar de España si Pedro Sánchez se hace con la Presidencia del Gobierno con el apoyo de Podemos, IU y, esencialmente, con el voto afirmativo del Partido Nacionalista Vasco.
No sé si son numerosos los idiotas que se creen que por estos lares no se está pactando, a cambio de entregas intolerables e inconstitucionales, el incierto futuro de esta nación llamada España; pactando, vamos, de todas todas y con nocturnidad y alevosía.
Los deseos de poder -ojo con él que ya decía el viejo profesor Tierno Galván que “el poder es un como un explosivo y que había que tener cuidado con él porque puede explotar en cualquier momento”- de los negociadores puede convertirse en un atropello a la igualdad utópica, al menos es utópica, que descansa en el famoso “candado del 78” y que -obviando ya por sabido y manoseado, que tenemos un grave problema con el manoseado independentismo catalán- ayer o antier, el PNV -que es objeto de cambalache para que Pedro Sánchez asiente sus reales en el Palacete de la Moncloa- mostró sus cartas que, aparte de decir que quieren también el ya famoso y difuso “derecho a decidir”, anunció a lo claro y sin ambigüedades que su deseo es romper la hucha, o sea, la “caja única” de la Seguridad Social de forma y manera que ellos y ellas, los vascos y las vascas, junto con los navarros, tengan su propias pensiones y a los demás que les den.
Esto es lo grave, pactar poniendo de denominador común la desigualdad, los pobres y los ricos, los pueblos y las naciones, a saber, Cataluña, Euskadi y Galicia y el “restillo” al que pertenezco, y así, sin darnos cuenta, comenzamos a volver la vista atrás como la mujer de Lot, a la espera que el pueblo, llano y sumiso, que según la Constitución es soberano, salga de la humareda de opio en que está inmerso.
Es lógico que mañana hablemos de la propuesta de gobierno de “coleta morada”.
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