La composición es para un paisaje surrealista. En primer plano, un Mariano Rajoy enrabietado sin que se le note, firme y gallego, haciendo gruesas afirmaciones de que a él le eligió un Congreso del Partido Popular para tres años. Que no se va así se hundan los meros cimientos de la calle Génova, o le alcancen de lleno los plomos de un cartucho del “doce” a la gaviota azul del PP; él, impertérrito. Santa Rita, rita, rita... lo que se da, no se quita.
La cesión de poderes que en su momento estableció José María Aznar, fue una víctima más, no cruenta, del terror desencadenado aquella sangrienta mañana en la estación de Atocha, y así lo arrastró durante la legislatura. En las pasadas elecciones no supo, o no pudo, ser contrincante para un ZP-embustero que sí que entendió el modo de seguir engañando a un electorado in-con-di-cio-nal. Ahí perdió una ocasión para volver a su bien retribuido trabajo de Registrador de la Propiedad, y pasar el timón del PP a una manos que las bases del partido hubieran elegido, ¿Esperanza?... Pero, tras una breve estancia en el desierto mexicano -nunca explicada-, volvió reconvertido, y dispuesto a ser un “leal opositor” del “Gobierno de España”. Y, aquí es donde comienza a dibujarse al fondo la silueta juvenil, menuda, nerviosa, y de mirada saltona, de Soraya Sáenz de Santamaría.
Su aparente “menudencia” pronto dejó de ser sólo apariencia y los televidentes contemplaron cómo era capaz de sacar de sus casillas a la fogueada y trapacera vicepresidenta, que, más de una vez aparentaba ganas contenidas de propinar un sopapo a la “mocosa-esta-que-se-ha-sacado-el-PP”; ella, que se había “ventilado”a “victorinos” como Zaplana y Acebes...
Así, con tardes de luces y sombras, Soraya se fue haciendo un lugar en el hemiciclo de la carrera de San Jerónimo entre las nuevas estrellas de que Rajoy se rodeó para esta prolongación de su anterior legislatura sustentada en eliminar lo que a él le parecía lastre, pero, que, además de quitarle peso en cubierta, también le está aligerando otra carga más profunda, porque la intención de voto del PP no sube, a pesar de que el PSOE se lo está poniendo fácil con sus crecientes listas de parados.
En estas, hete aquí que, de repente, el fondo a la zaga de Mariano Rajoy se clarea, se vuelve más preciso, y como en un juego de “zoom, pasa a primer plano sin dejar de estar detrás, y una Soraya medio vestida, medio desvestida, enseñando, pero sin enseñar, abandonada, pero sin abandonarse, pretende revolucionar los medios. A la vista del impertinente catalejo de este columnista, no consigue lo uno, ni lo otro. Soraya, lo que se dice una “real hembra” no lo es; de las que levantaban clamores a su paso por la calle y detenían la circulación, que disculpe, pero no lo es. Tiene las gracias que adornan a todas las hijas de Eva que probablemente diría Don Hilarión, pero no en grado superlativo. Ni tampoco en manera explosiva como para figurar en los calendarios de un taller de reparación de motos. Es discretita, y sentadita frente a las cámaras, da bien, es graciosilla. Y, sobretodo, al lado de Rajoy, destaca.
A todo esto, Arnaldo Otegui jugando fuerte, y asegurando que “habrá negociaciones más pronto que tarde”, y él sabe lo que dice; este, no miente. Recuerden cuando iban a encarcelarle en plena Audiencia Nacional, preguntó sorprendido a los agentes: -¿Esto lo sabe el Fiscal General? - y, bueno, ¡que si lo sabía!... “Négligés” y vida política real. ¿Por dónde diablos va Rajoy?... en fin, surrealismo puro.