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Titiriteros apologéticos

Nadie se atreverá a decir ahora que las marionetas no sirven más que para entretener a cuatro chiquillos
Francisco J. Caparrós
martes, 9 de febrero de 2016, 07:55 h (CET)
De poco menos que despreciable califica Carmena, a juzgar por sus palabras sólo de oídas, el espectáculo de títeres que en estos últimos días está en boca de todos. Sin haberla visto u oído, ni conocer el trasfondo de su “abyecto” mensaje, se ha echado al ruedo de las descalificaciones haciéndole el juego a quienes no entienden, ni lo pretenden, que la cultura riñe con todo aquello que justifique el encallamiento de la expresión crítica, libre y, si se tercia, también mordaz.

Considerado por muchos como un género escénico menor, nadie se atreverá a decir ahora que las marionetas no sirven más que para entretener a cuatro chiquillos, y nada de lo que puedan transmitir sus personajes goza de la mínima consideración invectiva hacia el sistema. Porque de eso trataba, al parecer, la obra representada en Madrid a cargo de las arcas del excelentísimo ayuntamiento de la capital. Sus autores no lo han podido aclarar todavía, ha sido su letrado el que ha abogado por ellos arguyendo que nada de lo que se pueda decir, o mejor dicho de lo que se pueda pensar, tiene porqué pasar por el embudo de la intolerancia.

Tal y como era de esperar, los líderes de las restantes formaciones políticas, exceptuando claro al sensato Alberto Garzón, ya han puesto el grito en el cielo también, incluso antes de que lo hiciese la señora alcaldesa, no sé muy bien si sólo como una manera más de cubrir un expediente que le obliga a gobernar también para quien no le confió su voto en los comicios del mayo pasado, o es que verdaderamente rubrica aquello que ha dicho más bien con la boca pequeña.

Lo más sensato que he oído por ahora, que la obra denuncia el uso que se hace del terrorismo para criminalizar la protesta social, ha salido de los labios de un enfant terrible de la farándula como es el actor Alberto Sanjuan, no ya porque de todos los que han opinado de ella parece ser el único que la ha visto entera, sino porque también ha sabido extraer de ella su mensaje.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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