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Muchos de ellos fueron acusados de hacer política sin haberla hecho; también fueron acusados por envidias

El ‘topo’ olvidado

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Santiago Marcos permaneció oculto durante veintidós años: desde 1936 hasta 1958. Dedicó buena parte de ese tiempo a escribir poemas sobre las dos guerras (segunda guerra mundial y guerra civil española) y, con esfuerzo económico propio y sacrificio, pudo ver publicada parte de su obra a finales de los años ochenta.

Cuando se precipitaron los acontecimientos en julio del treinta y seis se encontraba en el mismo Coto de Solaviña, donde tuve ocasión de conocerle y entrevistarle en 1986. Nadie supo, durante los veintidós años que permaneció “enterrado en vida”, en qué lugar se encontraba, excepto sus hermanos. Solo con ellos tuvo contacto. Tres veces cambió de lugar: primero estuvo escondido en un pajar, después en un silo y, por último, en una bodega de diez metros cuadrado de superficie.

El año que le conocí (1986) me contó infinidad de penurias vividas durante los años de su ocultación. Fue denigrado, perseguido, insultado,... Sinceramente muchos de los episodios ponían la carne de gallina, como cuando me contaba que en las noches de tormenta con aparato eléctrico --estando en la bodega del Coto de Solaviña-- se sentaba en un sillón y aislaba las patas de madera con cuatro vasos, mientras temblaba de miedo y de frío. Ni siquiera pudo abandonar el escondite cuando falleció su madre. Era estremecedor escucharle contar cómo uno de sus hermanos difundió que había aparecido ahorcado en una encina, con el fin de que se olvidaran de él en el pueblo.

Escuchando hablar a Santiago Marcos me parecía estar releyendo el libro de Jesús Torbado y de Manu Leguineche sobre "los topos". Todos sufrieron penurias, engaños y frustración. Tal vez lo más triste es que muchos de ellos fueron acusados de hacer política sin haberla hecho; también fueron acusados por envidias; algunos por quienes pretendían aprovecharse de la novia del denunciado; otros, porque asistieron a una manifestación o a alguna algarada convocada por las formaciones de izquierda. En fin, según él me contaba, nunca participó en política, pero sí era envidiado aunque éste no es lugar adecuado para narrarlo. Tal vez otro día.

Y una anécdota: en 1986 me habló de la mísera pensión que estaba recibiendo del entonces Ministerio de Educación y Ciencia. Con todos los datos que me aportó, escribí una carta al ministro (entonces José Mª Maravall Herrero). Pensé que lo iba a echar en saco roto y no fue así. Al mes, aproximadamente, le llegó una carta personal del ministro, donde le decían que pasara por la Dirección Provincial de Educación de León, pues había dado orden de proceder a la regularización y actualización de su pensión. El resultado fue magnífico. Mensualmente cobró 10.000 pesetas más de lo que venía cobrando y de las de entonces. En fin,.... hasta aquí llego, pero hay más, mucho más.

Me quito el sombrero por la gestión de Maravall. Durante un tiempo cruzamos numerosas cartas y demostró que era todo un señor ministro y una elegante persona. No entro en la valoración que me mereció su gestión porque ya se lo dije a él personalmente y en su momento. No he vuelto a saber de José Mª Maravall; ahora tendrá alrededor de 75 años y le deseo lo mejor. Si como ministro puso su grano de arena, no lo hizo menos como político y sociólogo. Seguramente, muchos de los lectores le recordarán por los episodios del "cojo manteca"; una semejanza de los podemitas de hoy, pero con muleta en mano.

El ‘topo’ olvidado

Muchos de ellos fueron acusados de hacer política sin haberla hecho; también fueron acusados por envidias
Jesús  Salamanca
domingo, 24 de enero de 2016, 10:23 h (CET)
Santiago Marcos permaneció oculto durante veintidós años: desde 1936 hasta 1958. Dedicó buena parte de ese tiempo a escribir poemas sobre las dos guerras (segunda guerra mundial y guerra civil española) y, con esfuerzo económico propio y sacrificio, pudo ver publicada parte de su obra a finales de los años ochenta.

Cuando se precipitaron los acontecimientos en julio del treinta y seis se encontraba en el mismo Coto de Solaviña, donde tuve ocasión de conocerle y entrevistarle en 1986. Nadie supo, durante los veintidós años que permaneció “enterrado en vida”, en qué lugar se encontraba, excepto sus hermanos. Solo con ellos tuvo contacto. Tres veces cambió de lugar: primero estuvo escondido en un pajar, después en un silo y, por último, en una bodega de diez metros cuadrado de superficie.

El año que le conocí (1986) me contó infinidad de penurias vividas durante los años de su ocultación. Fue denigrado, perseguido, insultado,... Sinceramente muchos de los episodios ponían la carne de gallina, como cuando me contaba que en las noches de tormenta con aparato eléctrico --estando en la bodega del Coto de Solaviña-- se sentaba en un sillón y aislaba las patas de madera con cuatro vasos, mientras temblaba de miedo y de frío. Ni siquiera pudo abandonar el escondite cuando falleció su madre. Era estremecedor escucharle contar cómo uno de sus hermanos difundió que había aparecido ahorcado en una encina, con el fin de que se olvidaran de él en el pueblo.

Escuchando hablar a Santiago Marcos me parecía estar releyendo el libro de Jesús Torbado y de Manu Leguineche sobre "los topos". Todos sufrieron penurias, engaños y frustración. Tal vez lo más triste es que muchos de ellos fueron acusados de hacer política sin haberla hecho; también fueron acusados por envidias; algunos por quienes pretendían aprovecharse de la novia del denunciado; otros, porque asistieron a una manifestación o a alguna algarada convocada por las formaciones de izquierda. En fin, según él me contaba, nunca participó en política, pero sí era envidiado aunque éste no es lugar adecuado para narrarlo. Tal vez otro día.

Y una anécdota: en 1986 me habló de la mísera pensión que estaba recibiendo del entonces Ministerio de Educación y Ciencia. Con todos los datos que me aportó, escribí una carta al ministro (entonces José Mª Maravall Herrero). Pensé que lo iba a echar en saco roto y no fue así. Al mes, aproximadamente, le llegó una carta personal del ministro, donde le decían que pasara por la Dirección Provincial de Educación de León, pues había dado orden de proceder a la regularización y actualización de su pensión. El resultado fue magnífico. Mensualmente cobró 10.000 pesetas más de lo que venía cobrando y de las de entonces. En fin,.... hasta aquí llego, pero hay más, mucho más.

Me quito el sombrero por la gestión de Maravall. Durante un tiempo cruzamos numerosas cartas y demostró que era todo un señor ministro y una elegante persona. No entro en la valoración que me mereció su gestión porque ya se lo dije a él personalmente y en su momento. No he vuelto a saber de José Mª Maravall; ahora tendrá alrededor de 75 años y le deseo lo mejor. Si como ministro puso su grano de arena, no lo hizo menos como político y sociólogo. Seguramente, muchos de los lectores le recordarán por los episodios del "cojo manteca"; una semejanza de los podemitas de hoy, pero con muleta en mano.

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