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Pascual Falces

Ordeñando la vaca

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Corría el año 1903 cuando la recién nacida República de Panamá, consecuencia de su desmembramiento de Colombia, firmaba en Washington la venta “a perpetuidad” de un pedazo de tierra de la patria, por diez millones de dólares, “necesario y suficiente” para construir en él lo que andando no muchos años más sería el famoso y ansiado Canal de Panamá. Cuando los delegados panameños volvieron triunfadores a su país, con los bolsillos repletos de dólares con que les sobornaron, y les tradujeron el Tratado que habían firmado sin conocer el idioma inglés, estuvieron al borde del suicidio. El escándalo duró todo el siglo XX, hasta que entre los Presidentes Carter y Torrijos el 31 de diciembre de 1999, la Zona del Canal volvió a manos panameñas.

Es bien conocida la dificultad para los idiomas de ZP, por lo que ha de confiarse en la pericia de los servicios traductores de Exteriores, porque, si no, bien pudiera suceder que se repitiera la historia en el reciente suceso de la venta de acciones de Repsol a la compañía rusa Lukoil; sabido es lo raros que resultan los caracteres del alfabeto introducido por los santos Cirilo y Metodio en el siglo IX para enseñar la Biblia a las tribus eslavas.

El “trajín” de Endesa, todavía está en la mente de todos, analistas y pequeños accionistas. Ha hecho historia la numantina defensa de Pizarro para defenderse de la famosa “opa a la catalana” con la que el gobierno pretendía dotar de potencial energético a sus socios del nacionalsocialismo catalán. Y, de cómo acabaron las “endesas” en manos de la empresa estatal de la energía eléctrica italiana... El proceso fue trabajoso, con alemanes por medio, y muchos dimes y diretes.

Se ve que algo aprendieron, y la operación de vender el gas a los rusos -aunque, eso sí, según la Vicepresidenta, siempre bajo la dirección de españoles-, se ha llevado a cabo en un pispás que se dice, sin casi dar tiempo a que nadie haya dicho esta boca es mía, hasta el momento. La gente corriente y moliente, no entiende mucho, pero, se pregunta, si la electricidad se la tiene que comprar a los italianos, y el butano los rusos, ¿esto es a lo que se llama “globalización”, no?... como lo de tener que comprar este años los Reyes en un “Todo a cien” de los chinos... por aquello de la crisis.

¿Qué más sorpresas deparará esta crisis?... Ni lo del Canal de Panamá tiene gracia alguna; ni el vídeo de YouTube que corre por Internet del patético aislamiento de ZP sentado, por incapacidad de comunicación, mientras los mandatarios de la Cumbre de Washington conversan entre ellos animadamente; ni la guasa de que hayan firmado en ruso sin entenderlo; nada de lo que está sucediendo en España tiene maldita la gracia, porque se está pagando con la “sangre, sudor y lágrimas” del pueblo que había dejado de ser pueblo de alpargata y hatillo de pañuelo de “hierbas”, para convertirse en sufrida clase media que con sus impuestos, en forma de retención previa, e impuestos indirectos, sostiene casi todo el tinglado del edificio del Estado, y del que ya se ha enriquecido desde la más alta jerarquía hasta el último mono del “stablishment”.

Ordeñando la vaca

Pascual Falces
Pascual Falces
martes, 25 de noviembre de 2008, 11:08 h (CET)
Corría el año 1903 cuando la recién nacida República de Panamá, consecuencia de su desmembramiento de Colombia, firmaba en Washington la venta “a perpetuidad” de un pedazo de tierra de la patria, por diez millones de dólares, “necesario y suficiente” para construir en él lo que andando no muchos años más sería el famoso y ansiado Canal de Panamá. Cuando los delegados panameños volvieron triunfadores a su país, con los bolsillos repletos de dólares con que les sobornaron, y les tradujeron el Tratado que habían firmado sin conocer el idioma inglés, estuvieron al borde del suicidio. El escándalo duró todo el siglo XX, hasta que entre los Presidentes Carter y Torrijos el 31 de diciembre de 1999, la Zona del Canal volvió a manos panameñas.

Es bien conocida la dificultad para los idiomas de ZP, por lo que ha de confiarse en la pericia de los servicios traductores de Exteriores, porque, si no, bien pudiera suceder que se repitiera la historia en el reciente suceso de la venta de acciones de Repsol a la compañía rusa Lukoil; sabido es lo raros que resultan los caracteres del alfabeto introducido por los santos Cirilo y Metodio en el siglo IX para enseñar la Biblia a las tribus eslavas.

El “trajín” de Endesa, todavía está en la mente de todos, analistas y pequeños accionistas. Ha hecho historia la numantina defensa de Pizarro para defenderse de la famosa “opa a la catalana” con la que el gobierno pretendía dotar de potencial energético a sus socios del nacionalsocialismo catalán. Y, de cómo acabaron las “endesas” en manos de la empresa estatal de la energía eléctrica italiana... El proceso fue trabajoso, con alemanes por medio, y muchos dimes y diretes.

Se ve que algo aprendieron, y la operación de vender el gas a los rusos -aunque, eso sí, según la Vicepresidenta, siempre bajo la dirección de españoles-, se ha llevado a cabo en un pispás que se dice, sin casi dar tiempo a que nadie haya dicho esta boca es mía, hasta el momento. La gente corriente y moliente, no entiende mucho, pero, se pregunta, si la electricidad se la tiene que comprar a los italianos, y el butano los rusos, ¿esto es a lo que se llama “globalización”, no?... como lo de tener que comprar este años los Reyes en un “Todo a cien” de los chinos... por aquello de la crisis.

¿Qué más sorpresas deparará esta crisis?... Ni lo del Canal de Panamá tiene gracia alguna; ni el vídeo de YouTube que corre por Internet del patético aislamiento de ZP sentado, por incapacidad de comunicación, mientras los mandatarios de la Cumbre de Washington conversan entre ellos animadamente; ni la guasa de que hayan firmado en ruso sin entenderlo; nada de lo que está sucediendo en España tiene maldita la gracia, porque se está pagando con la “sangre, sudor y lágrimas” del pueblo que había dejado de ser pueblo de alpargata y hatillo de pañuelo de “hierbas”, para convertirse en sufrida clase media que con sus impuestos, en forma de retención previa, e impuestos indirectos, sostiene casi todo el tinglado del edificio del Estado, y del que ya se ha enriquecido desde la más alta jerarquía hasta el último mono del “stablishment”.

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