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Con la previsión de las encuestas, estamos en una situación difícil para el gobierno y delicada para todos. Se oyen aullidos desde los ministerios

Los ministros no son monos aulladores

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Los monos aulladores o carayás son un género de primates platirrinos. El nombre tiene su origen de la transcripción francesa alouate, que significa aullador. El aullido de grandes grupos se parece al silbido del viento. Por lo general son pacíficos, pero pueden volverse violentos. El aspecto más característico son los despliegues vocales, especialmente el aullido que se usa como advertencia entre machos. Se acompaña con gemidos y gruñidos, emitidos por las hembras y los jóvenes.


Como monos aulladores. La monserga venía desde hace tiempo, pero la avivó la ministra de Ciencia e Innovación Diana Morant. Para acabar el ciclo político, previo al verano, ella fue la encargada de acudir al último de los desayunos informativos que Europa Press celebró en el hotel Villa Magna de Madrid. En principio, parecía lógico que desde su ministerio tratara de justificar el porqué de una cartera que, a primera vista, tiene encomendadas actividades ya satisfechas en otros ministerios.


Fue lo que trató de explicar: Trabajo y actividad para participar transversalmente en todo lo que se le fue ocurriendo. Pero lo dicho, aun con la grandilocuencia propia de la ocasión, parecía poca cosa. Morant estaba en el atril con las cámaras pendientes de ella y, sin más que decir, tenía que seguir. Se le ocurrió, como hallazgo, lo que en principio parecía poder llenar el hueco: La realidad de la ministra, clase trabajadora, que por primera vez en su familia llegó a la Universidad Politécnica para obtener un título universitario. Hasta ahí, bien. Parabién al estudio. Las clases trabajadoras, desde hace años, han (hemos) medrado estudiando, desde la democracia; y desde mucho antes. Pero la ministra usó su caso como ejemplo de lo que, según ella, es consecuencia del buen hacer del Gobierno de Pedro Sánchez. Era el primer peldaño; a partir de él, gobierno para el pueblo en oposición, supuesta, a otra forma de concebir la actividad política. Una vez en trance, sin empacho, vergüenza, ni recato, retahíla de simplezas y gansadas preparadas. Demasiadas, sin justificación ni motivo para enfrentar el gobierno del que forma parte, con otro posible, del PP, ajeno a las necesidades de los trabajadores y atento, según ella, a las clases privilegiadas.  

            

Por si en el turno de preguntas Europa Press pudiera buscar la sustancia que no había, había que hacer algo para dar contenidos. La ministra había concebido su intervención como una sesión afín amparada en una publicidad institucional condescendiente. Pero el protagonismo en un desayuno de Europa Press podía dar para más. Y lo dio. Se le ocurrió entonces, motu proprio o en obediencia, una actividad decidida que, al cabo de unos días, marcaría tendencia y sería la actividad principal de los ministros: Atacar, interpretar a capricho e insultar a líder de la Oposición. Alaridos, gemidos, gruñidos, como en el caso de monos aulladores.

            

Al final del verano, Alberto Núñez Feijóo, no por casualidad, se erigió en protagonista para reanudar los desayunos Informativos de Europa Press. Los había usado la ministra Morant como banderín de enganche para aulladores; y, uno tras otro, ministras y ministros (mujeres antes), se habían apuntando para engrosar el coro. Como táctica, es discutible si adelantar argumentos y pavonearse ante ministras y ministros (mujeres antes) puede ser oportuno. De momento, es incuestionable que el líder de la Oposición madrugó la iniciativa al Presidente de un Gobierno que ha seguido lo apuntado por su ministra cuando ha podido. En el Senado, debatiendo con ventaja a cuenta de unas propuestas energéticas, con resultados discutidos; y después.

            

La consecuencia, por ahora, es el orfeón formado por el Gobierno para interpretar a coro las interpretaciones y maledicencias contra Feijóo. No es denigrar al adversario, rebatir tesis y posturas o contrastar opiniones, es algo más burdo y tosco: Se trata de inventar una opinión ajena, decidir por qué se inventó y con qué motivo; y exprimirla para dibujar un ser abyecto al que adjudicar lo que convenga. Para ello, se ha formado un guirigay, de ministras y ministros, que componen el aullido o silbido como el viento actual. Parecen pacíficos, pero, es de temer, pueden convertirse en violentos.

            

Estamos en una democracia moderna en la que, con mesura y respeto, caben opiniones varias y de todos. También críticas y divergencias. Pero, por lo visto tras el verano y con la previsión de las encuestas, estamos en una situación difícil para el gobierno y delicada para todos. Se oyen aullidos desde los ministerios, como el silbido del viento. Parecen pacíficos, pero, vista la historia y lo que hay en juego, pueden volverse violentos. Aullido como advertencia entre machos, que se acompaña con gemidos y gruñidos de hembras y jóvenes. Aunque por el ruido no lo parezcan, son ministras y ministros, no son monos aulladores.   

Los ministros no son monos aulladores

Con la previsión de las encuestas, estamos en una situación difícil para el gobierno y delicada para todos. Se oyen aullidos desde los ministerios
José Luis Heras Celemín
miércoles, 14 de septiembre de 2022, 11:06 h (CET)

Los monos aulladores o carayás son un género de primates platirrinos. El nombre tiene su origen de la transcripción francesa alouate, que significa aullador. El aullido de grandes grupos se parece al silbido del viento. Por lo general son pacíficos, pero pueden volverse violentos. El aspecto más característico son los despliegues vocales, especialmente el aullido que se usa como advertencia entre machos. Se acompaña con gemidos y gruñidos, emitidos por las hembras y los jóvenes.


Como monos aulladores. La monserga venía desde hace tiempo, pero la avivó la ministra de Ciencia e Innovación Diana Morant. Para acabar el ciclo político, previo al verano, ella fue la encargada de acudir al último de los desayunos informativos que Europa Press celebró en el hotel Villa Magna de Madrid. En principio, parecía lógico que desde su ministerio tratara de justificar el porqué de una cartera que, a primera vista, tiene encomendadas actividades ya satisfechas en otros ministerios.


Fue lo que trató de explicar: Trabajo y actividad para participar transversalmente en todo lo que se le fue ocurriendo. Pero lo dicho, aun con la grandilocuencia propia de la ocasión, parecía poca cosa. Morant estaba en el atril con las cámaras pendientes de ella y, sin más que decir, tenía que seguir. Se le ocurrió, como hallazgo, lo que en principio parecía poder llenar el hueco: La realidad de la ministra, clase trabajadora, que por primera vez en su familia llegó a la Universidad Politécnica para obtener un título universitario. Hasta ahí, bien. Parabién al estudio. Las clases trabajadoras, desde hace años, han (hemos) medrado estudiando, desde la democracia; y desde mucho antes. Pero la ministra usó su caso como ejemplo de lo que, según ella, es consecuencia del buen hacer del Gobierno de Pedro Sánchez. Era el primer peldaño; a partir de él, gobierno para el pueblo en oposición, supuesta, a otra forma de concebir la actividad política. Una vez en trance, sin empacho, vergüenza, ni recato, retahíla de simplezas y gansadas preparadas. Demasiadas, sin justificación ni motivo para enfrentar el gobierno del que forma parte, con otro posible, del PP, ajeno a las necesidades de los trabajadores y atento, según ella, a las clases privilegiadas.  

            

Por si en el turno de preguntas Europa Press pudiera buscar la sustancia que no había, había que hacer algo para dar contenidos. La ministra había concebido su intervención como una sesión afín amparada en una publicidad institucional condescendiente. Pero el protagonismo en un desayuno de Europa Press podía dar para más. Y lo dio. Se le ocurrió entonces, motu proprio o en obediencia, una actividad decidida que, al cabo de unos días, marcaría tendencia y sería la actividad principal de los ministros: Atacar, interpretar a capricho e insultar a líder de la Oposición. Alaridos, gemidos, gruñidos, como en el caso de monos aulladores.

            

Al final del verano, Alberto Núñez Feijóo, no por casualidad, se erigió en protagonista para reanudar los desayunos Informativos de Europa Press. Los había usado la ministra Morant como banderín de enganche para aulladores; y, uno tras otro, ministras y ministros (mujeres antes), se habían apuntando para engrosar el coro. Como táctica, es discutible si adelantar argumentos y pavonearse ante ministras y ministros (mujeres antes) puede ser oportuno. De momento, es incuestionable que el líder de la Oposición madrugó la iniciativa al Presidente de un Gobierno que ha seguido lo apuntado por su ministra cuando ha podido. En el Senado, debatiendo con ventaja a cuenta de unas propuestas energéticas, con resultados discutidos; y después.

            

La consecuencia, por ahora, es el orfeón formado por el Gobierno para interpretar a coro las interpretaciones y maledicencias contra Feijóo. No es denigrar al adversario, rebatir tesis y posturas o contrastar opiniones, es algo más burdo y tosco: Se trata de inventar una opinión ajena, decidir por qué se inventó y con qué motivo; y exprimirla para dibujar un ser abyecto al que adjudicar lo que convenga. Para ello, se ha formado un guirigay, de ministras y ministros, que componen el aullido o silbido como el viento actual. Parecen pacíficos, pero, es de temer, pueden convertirse en violentos.

            

Estamos en una democracia moderna en la que, con mesura y respeto, caben opiniones varias y de todos. También críticas y divergencias. Pero, por lo visto tras el verano y con la previsión de las encuestas, estamos en una situación difícil para el gobierno y delicada para todos. Se oyen aullidos desde los ministerios, como el silbido del viento. Parecen pacíficos, pero, vista la historia y lo que hay en juego, pueden volverse violentos. Aullido como advertencia entre machos, que se acompaña con gemidos y gruñidos de hembras y jóvenes. Aunque por el ruido no lo parezcan, son ministras y ministros, no son monos aulladores.   

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