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La flota de indias

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El hallazgo del galeón español “San José” en aguas colombianas, ha originado un intenso debate sobre la propiedad del pecio y la carga que albergaba. La nave fue hundida al sur de Cartagena de Indias en 1708 por la acción inglesa, en el marco de la Guerra de Sucesión española, cuando el bajel español se disponía a regresar a la Península Ibérica, cargada de remesas de metales preciosos. El galeón “San José” era la nave capitana de la Flota de Tierra Firme.

En alusión a este histórico descubrimiento, quisiera referirme al mecanismo ideado por la Corona española para precisamente asegurarse el monopolio comercial con América. Con el propósito de proteger la navegación frente a piratas y corsarios, se va a ir tejiendo desde el reinado de Carlos V un sistema de travesía que prohibía, salvo excepciones, la singladura aislada de las embarcaciones. Ya en 1537, se mandará por primera vez una armada real protegiendo estos barcos, pero no sería hasta 1564 cuando se establecerá definitivamente la estructura bautizada como “Carrera de Indias”.

Se fijará un puerto fijo de salida desde España (Sevilla y posteriormente Cádiz), y dos expediciones anuales: la primera que partiría en primavera hacia Veracruz (Nuevo México), y una segunda que saldría en agosto hacia Tierra Firme (Panamá y norte de Colombia). En marzo del siguiente año, ambas escuadras se reunirían en La Habana para regresar juntas a España. Sin embargo, hay que subrayar que no siempre se pudo llevar a cabo esta praxis, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XVII.

Asimismo, encontramos en esta organización los denominados “navíos de aviso”, que tenían como finalidad trasladar el correo oficial o un comunicado urgente a un punto concreto, y los “navíos de registro” o barcos con licencia para navegar al margen de la Flota de Indias (generalmente a la región del Río de la Plata). Si se trataba de un “navío de permiso ordinario” era escoltado por una flotilla, pero si era “extraordinario” podía desplazarse en solitario.

Por último, nos referiremos en esta relación al popular “Galeón de Manila”, el cual conectaba Filipinas con Acapulco. Desde mediados del siglo XVI, se había desarrollado una relevante ruta comercial que unía China y Japón con Filipinas. Gracias a esta vía, los portugueses trasladaban a Filipinas sedas y otros tejidos de gran calidad. A través del “Galeón de Manila” estas telas eran portadas a México y Perú, para después iniciar el camino inverso, pero cargado de la plata que servía de pago de las mercancías adquiridas.

Sin duda, la escuadra que se dirigía a Tierra Firme era la más importante, pues reunía especialmente la plata obtenida en Potosí. Por ello, la flota podía estar acompañada de hasta 8 galeones de defensa. Para hacernos idea de su valor, basta decir que a finales del siglo XVI, las remesas de plata constituían el 25% de los ingresos totales de la Monarquía. De esta cuantía el 75% procedía de Perú y de este último porcentaje, el 90% correspondía a Potosí. Como curiosidad indicar que la duración del trayecto que unía Sevilla a Canarias era de aproximadamente 2 semanas, de las “Islas Afortunadas” al Caribe alrededor de un mes, y de Portobelo a Lima entre 2 y 3 meses.

A mediados del siglo XVIII al decaer la piratería, languidecería también el sistema de flotas y galeones. A partir de entonces, se autorizaron los viajes de “navíos sueltos” y paulatinamente se procedió a la ampliación del número de puertos de salida y de llegada. Gracias a esta liberalización, el comercio entre España y los virreinatos crecería hasta un 700%.

Este régimen de travesía se mostró durante décadas como un arma muy eficaz ante las acometidas de los adversarios. A pesar de lo cual, se produjeron percances como el revés acontecido en 1628, cuando el holandés Piet Hein se apoderó en la bahía de Matanzas de las embarcaciones que formaban la Flota de Indias. Estas eventualidades, sumadas al contrabando y a las concesiones que las potencias fueron arrancando a la Monarquía Hispánica (principalmente el navío de permiso y el Asiento de Negros), fueron socavando el monopolio comercial español que tan tenazmente había intentado preservar durante siglos.

La flota de indias

Juan López Benito
domingo, 13 de diciembre de 2015, 23:25 h (CET)
El hallazgo del galeón español “San José” en aguas colombianas, ha originado un intenso debate sobre la propiedad del pecio y la carga que albergaba. La nave fue hundida al sur de Cartagena de Indias en 1708 por la acción inglesa, en el marco de la Guerra de Sucesión española, cuando el bajel español se disponía a regresar a la Península Ibérica, cargada de remesas de metales preciosos. El galeón “San José” era la nave capitana de la Flota de Tierra Firme.

En alusión a este histórico descubrimiento, quisiera referirme al mecanismo ideado por la Corona española para precisamente asegurarse el monopolio comercial con América. Con el propósito de proteger la navegación frente a piratas y corsarios, se va a ir tejiendo desde el reinado de Carlos V un sistema de travesía que prohibía, salvo excepciones, la singladura aislada de las embarcaciones. Ya en 1537, se mandará por primera vez una armada real protegiendo estos barcos, pero no sería hasta 1564 cuando se establecerá definitivamente la estructura bautizada como “Carrera de Indias”.

Se fijará un puerto fijo de salida desde España (Sevilla y posteriormente Cádiz), y dos expediciones anuales: la primera que partiría en primavera hacia Veracruz (Nuevo México), y una segunda que saldría en agosto hacia Tierra Firme (Panamá y norte de Colombia). En marzo del siguiente año, ambas escuadras se reunirían en La Habana para regresar juntas a España. Sin embargo, hay que subrayar que no siempre se pudo llevar a cabo esta praxis, fundamentalmente en la segunda mitad del siglo XVII.

Asimismo, encontramos en esta organización los denominados “navíos de aviso”, que tenían como finalidad trasladar el correo oficial o un comunicado urgente a un punto concreto, y los “navíos de registro” o barcos con licencia para navegar al margen de la Flota de Indias (generalmente a la región del Río de la Plata). Si se trataba de un “navío de permiso ordinario” era escoltado por una flotilla, pero si era “extraordinario” podía desplazarse en solitario.

Por último, nos referiremos en esta relación al popular “Galeón de Manila”, el cual conectaba Filipinas con Acapulco. Desde mediados del siglo XVI, se había desarrollado una relevante ruta comercial que unía China y Japón con Filipinas. Gracias a esta vía, los portugueses trasladaban a Filipinas sedas y otros tejidos de gran calidad. A través del “Galeón de Manila” estas telas eran portadas a México y Perú, para después iniciar el camino inverso, pero cargado de la plata que servía de pago de las mercancías adquiridas.

Sin duda, la escuadra que se dirigía a Tierra Firme era la más importante, pues reunía especialmente la plata obtenida en Potosí. Por ello, la flota podía estar acompañada de hasta 8 galeones de defensa. Para hacernos idea de su valor, basta decir que a finales del siglo XVI, las remesas de plata constituían el 25% de los ingresos totales de la Monarquía. De esta cuantía el 75% procedía de Perú y de este último porcentaje, el 90% correspondía a Potosí. Como curiosidad indicar que la duración del trayecto que unía Sevilla a Canarias era de aproximadamente 2 semanas, de las “Islas Afortunadas” al Caribe alrededor de un mes, y de Portobelo a Lima entre 2 y 3 meses.

A mediados del siglo XVIII al decaer la piratería, languidecería también el sistema de flotas y galeones. A partir de entonces, se autorizaron los viajes de “navíos sueltos” y paulatinamente se procedió a la ampliación del número de puertos de salida y de llegada. Gracias a esta liberalización, el comercio entre España y los virreinatos crecería hasta un 700%.

Este régimen de travesía se mostró durante décadas como un arma muy eficaz ante las acometidas de los adversarios. A pesar de lo cual, se produjeron percances como el revés acontecido en 1628, cuando el holandés Piet Hein se apoderó en la bahía de Matanzas de las embarcaciones que formaban la Flota de Indias. Estas eventualidades, sumadas al contrabando y a las concesiones que las potencias fueron arrancando a la Monarquía Hispánica (principalmente el navío de permiso y el Asiento de Negros), fueron socavando el monopolio comercial español que tan tenazmente había intentado preservar durante siglos.

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