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Xabier López de Armentia

Obama o McCain

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Como dos ovejas descarriadas con un mismo destino, los dos candidatos, republicano y demócrata (aunque vistas las diferencias que les separan, bien podrían ser los dos del mismo partido), afrontan sus últimas horas como lo que son, meras “caretas”, sabiendo que al final de la semana uno de los dos será de hecho el 44º Presidente de los Estados Unidos de América, y el otro pasará al ostracismo político como viene siendo general en las recientes convocatorias electorales.

Ser Presidente de Estados Unidos es una responsabilidad que a cualquiera de los dos le queda grande y considero que hará de los mismos, simples “marionetas” al servicio de la maquinaria norteamericana. Esa mano “negra” que controla desde la producción de crudo en Venezuela, hasta el numero de dólares que ingresan por trasferencia los bancos suizos, pasando por la economía diaria de todos nosotros.

Estas palabras, por duras que puedan parecer, no son sino el reflejo del todo y de la nada. A todos nos gustaría que al frente de Estados Unidos estuviese un señor con dos dedos de frente y con la capacidad suficiente de hacer frente a todos sus aliados económicos que pretenden crear el caos político internacional, promoviendo cada un par de años la invasión de un país subdesarrollado con tintes musulmanes, simplemente por el saneamiento de sus propias empresas, o por la economía norteamericana. Es triste ver que invaden un país y aniquilan a su población, pero más triste es darte cuenta de que lo hacen por justificar una absurda carrera armamentística y por las ansias de dinero y más dinero.

Dicho esto, pienso que gane quien gane las próximas elecciones norteamericanas las cosas seguirán igual. Nada va a cambiar. Nos bombardean con el discurso “progresista” de Obama, y con la “esperanza del cambio”. ¿Qué cambio señores? Nada va a cambiar con Obama en el poder, todo seguirá siendo igual. Estados Unidos se ha erigido como una maquina de poder, y no cesará en su búsqueda de maximización de beneficios nunca. Por mucha buena fe que tenga Obama, y por muchas ansias de cambio que tenga, todas sus propuestas se verán paralizadas. Primero por un Congreso que no respeta la afiliación de partido, segundo por un Tribunal Supremo tremendamente conservador y patriota; y tercero, por sus aliados económicos. ¿Quién ha pagado la campaña electoral de Obama?, ¿sinceramente esperan que creamos que han sido los propios ciudadanos a título personal, con pequeñas aportaciones?. En la campaña de Obama, como en todas, las grandes multinacionales han apostado y han “invertido” muchísimo dinero, que esperan recoger. ¿Cómo se recogen estas inversiones?, ya lo veremos a lo largo de los meses, con las nuevas leyes y propuestas de Obama, a quién benefician y en qué medida.

Es triste, pero es así. Obama es igual que McCain; McCain es igual que Bush. Es Estados Unidos de América, señores. No hay solución, ni habrá, hasta que el sistema político y económico de Estados Unidos caiga por completo. Se derrumbe sobre sus propios cimientos. Cimientos, que aprovecho a decir, parecen muchas veces, tan frágiles como el barro. Un gigante, con pies de barro.

Obama o McCain

Xabier López de Armentia
Lectores
martes, 4 de noviembre de 2008, 09:40 h (CET)
Como dos ovejas descarriadas con un mismo destino, los dos candidatos, republicano y demócrata (aunque vistas las diferencias que les separan, bien podrían ser los dos del mismo partido), afrontan sus últimas horas como lo que son, meras “caretas”, sabiendo que al final de la semana uno de los dos será de hecho el 44º Presidente de los Estados Unidos de América, y el otro pasará al ostracismo político como viene siendo general en las recientes convocatorias electorales.

Ser Presidente de Estados Unidos es una responsabilidad que a cualquiera de los dos le queda grande y considero que hará de los mismos, simples “marionetas” al servicio de la maquinaria norteamericana. Esa mano “negra” que controla desde la producción de crudo en Venezuela, hasta el numero de dólares que ingresan por trasferencia los bancos suizos, pasando por la economía diaria de todos nosotros.

Estas palabras, por duras que puedan parecer, no son sino el reflejo del todo y de la nada. A todos nos gustaría que al frente de Estados Unidos estuviese un señor con dos dedos de frente y con la capacidad suficiente de hacer frente a todos sus aliados económicos que pretenden crear el caos político internacional, promoviendo cada un par de años la invasión de un país subdesarrollado con tintes musulmanes, simplemente por el saneamiento de sus propias empresas, o por la economía norteamericana. Es triste ver que invaden un país y aniquilan a su población, pero más triste es darte cuenta de que lo hacen por justificar una absurda carrera armamentística y por las ansias de dinero y más dinero.

Dicho esto, pienso que gane quien gane las próximas elecciones norteamericanas las cosas seguirán igual. Nada va a cambiar. Nos bombardean con el discurso “progresista” de Obama, y con la “esperanza del cambio”. ¿Qué cambio señores? Nada va a cambiar con Obama en el poder, todo seguirá siendo igual. Estados Unidos se ha erigido como una maquina de poder, y no cesará en su búsqueda de maximización de beneficios nunca. Por mucha buena fe que tenga Obama, y por muchas ansias de cambio que tenga, todas sus propuestas se verán paralizadas. Primero por un Congreso que no respeta la afiliación de partido, segundo por un Tribunal Supremo tremendamente conservador y patriota; y tercero, por sus aliados económicos. ¿Quién ha pagado la campaña electoral de Obama?, ¿sinceramente esperan que creamos que han sido los propios ciudadanos a título personal, con pequeñas aportaciones?. En la campaña de Obama, como en todas, las grandes multinacionales han apostado y han “invertido” muchísimo dinero, que esperan recoger. ¿Cómo se recogen estas inversiones?, ya lo veremos a lo largo de los meses, con las nuevas leyes y propuestas de Obama, a quién benefician y en qué medida.

Es triste, pero es así. Obama es igual que McCain; McCain es igual que Bush. Es Estados Unidos de América, señores. No hay solución, ni habrá, hasta que el sistema político y económico de Estados Unidos caiga por completo. Se derrumbe sobre sus propios cimientos. Cimientos, que aprovecho a decir, parecen muchas veces, tan frágiles como el barro. Un gigante, con pies de barro.

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En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

En el pasar de los años, las paredes de las iglesias han sido testigos silenciosos de un fenómeno que trasciende las fronteras del tiempo: el flujo constante de generaciones que acuden a los servicios religiosos en busca de consuelo, reflexión y conexión espiritual. 

 
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