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Nueva política

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Parece que según las encuestas el resultado de las elecciones generales del 20 de diciembre está relativamente abierto. Aunque las tendencias que se van marcando en los sondeos son, aparentemente, claras. Se observa que que no existen grandes diferencias entre los tres o cuatro partidos que pueden tener más votos. Y que el número de indecisos que puede estar entre un 11% y, quizás, un 30% pueden ser determinantes a la hora de depositar los votos en las urnas. Y esto puede dar lugar a una nueva forma de hacer política y gobernar.

En cualquier caso, lo que prácticamente, nadie pone en duda, es que la situación política que va a resultar será claramente diferente de la actual. La correlación de fuerzas y la gobernabilidad no van a ser parecidas a las existentes en este momento. Los pactos y los acuerdos serán la tónica general.

No se vislumbra, a priori, que ningún partido logre mayoría absoluta. Lo que, en principio, dibuja un panorama democrático más dialogante y más flexible, algo que considero positivo para que más peso decisorio las distintas sensibilidades políticas de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados y en el Senado, y también en la acción de gobierno del nuevo ejecutivo.

Las prioridades de la sociedad española son claras y evidentes. Reducción mucho más rápida del desempleo, servicios sociales que apoyen, de mejor manera, a los que de verdad los necesitan, una sanidad en la que, en ningún caso, haya listas de espera de dos años para algunas pruebas, lucha eficaz contra el fraude fiscal y la economía sumergida, mantenimiento efectivo del poder adquisitivo de las pensiones de jubilación, mayor apoyo económico real a la dependencia, porque la retórica no es suficiente, etc. La lista de acciones políticas y legislativas prioritarias es muy extensa, si se quiere garantizar la existencia real de un auténtico estado del bienestar, en todo el territorio del estado español y en igualdad de condiciones, independientemente, de la comunidad en la que se resida.

Si el resultado de las elecciones refleja que tres o cuatro partidos logran unos porcentajes de votos parecidos, con unas diferencias de entre tres o cuatro puntos, o algo similar, los pactos son inevitables y la forma de gobernar será, probablemente, distinta. El bipartidismo habrá pasado a la historia. Y no considero que sea algo negativo. Al contrario, si la política es negociación y, sobre todo, resolución de problemas y gestión eficaz, se verá el nivel de eficiencia del nuevo equipo de gobierno, tal vez compuesto por políticos de dos partidos diferentes. En este sentido, será una prueba de fuego para las estructuras y los programas de las dos formaciones políticas que logren más votos y, consecuentemente, mayor confianza y respaldo de la ciudadanía.

Nueva política

José Manuel López García
lunes, 30 de noviembre de 2015, 23:40 h (CET)
Parece que según las encuestas el resultado de las elecciones generales del 20 de diciembre está relativamente abierto. Aunque las tendencias que se van marcando en los sondeos son, aparentemente, claras. Se observa que que no existen grandes diferencias entre los tres o cuatro partidos que pueden tener más votos. Y que el número de indecisos que puede estar entre un 11% y, quizás, un 30% pueden ser determinantes a la hora de depositar los votos en las urnas. Y esto puede dar lugar a una nueva forma de hacer política y gobernar.

En cualquier caso, lo que prácticamente, nadie pone en duda, es que la situación política que va a resultar será claramente diferente de la actual. La correlación de fuerzas y la gobernabilidad no van a ser parecidas a las existentes en este momento. Los pactos y los acuerdos serán la tónica general.

No se vislumbra, a priori, que ningún partido logre mayoría absoluta. Lo que, en principio, dibuja un panorama democrático más dialogante y más flexible, algo que considero positivo para que más peso decisorio las distintas sensibilidades políticas de los ciudadanos en el Congreso de los Diputados y en el Senado, y también en la acción de gobierno del nuevo ejecutivo.

Las prioridades de la sociedad española son claras y evidentes. Reducción mucho más rápida del desempleo, servicios sociales que apoyen, de mejor manera, a los que de verdad los necesitan, una sanidad en la que, en ningún caso, haya listas de espera de dos años para algunas pruebas, lucha eficaz contra el fraude fiscal y la economía sumergida, mantenimiento efectivo del poder adquisitivo de las pensiones de jubilación, mayor apoyo económico real a la dependencia, porque la retórica no es suficiente, etc. La lista de acciones políticas y legislativas prioritarias es muy extensa, si se quiere garantizar la existencia real de un auténtico estado del bienestar, en todo el territorio del estado español y en igualdad de condiciones, independientemente, de la comunidad en la que se resida.

Si el resultado de las elecciones refleja que tres o cuatro partidos logran unos porcentajes de votos parecidos, con unas diferencias de entre tres o cuatro puntos, o algo similar, los pactos son inevitables y la forma de gobernar será, probablemente, distinta. El bipartidismo habrá pasado a la historia. Y no considero que sea algo negativo. Al contrario, si la política es negociación y, sobre todo, resolución de problemas y gestión eficaz, se verá el nivel de eficiencia del nuevo equipo de gobierno, tal vez compuesto por políticos de dos partidos diferentes. En este sentido, será una prueba de fuego para las estructuras y los programas de las dos formaciones políticas que logren más votos y, consecuentemente, mayor confianza y respaldo de la ciudadanía.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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