No hay nada como esa sensación que se siente al salir a caminar a la montaña. La emoción que se experimenta al recorrer esos paisajes solitarios, apacibles, fuertes, grandiosos. Labrados con infinita paciencia en monumentales rocas a golpe del martillo del tiempo, del cincel del agua y del cortafrío del viento.
No hay nada como escuchar el multicolor concierto que, al compás, la naturaleza no para de tocar para nosotros. No hay nada como paladear el colorido del aire. Saborear el canto de los pájaros. No hay nada como entretenerse relamiendo el agudo grito de las marmotas, el parloteo de los sarrios, el ronroneo de las abejas, el trajín de las hormigas. Acariciar con los ojos, no hay nada, como la dulce silueta de un águila al pasar. Envolverse de esmeraldas, de verde y rocas No hay nada como abrazar el murmullo del agua. Embadurnarte de sus brazos. Sentir el soplo de su acaricia. Notar la ventisca de su cara en tu cara. Untarte el aroma de su piel, no hay nada. Comerse los montes a cachos. Bebérselos a sorbos pequeños hasta quedar ahíto.
No, como la montaña no hay nada. ¿Qué quieres que te diga?
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