Ahora lo veo. Hannah arendt cometió un error con su frase “la banalidad del mal”. Eso solo fue uno de los síntomas de la enfermedad… Echarle la culpa al pueblo alemán del holocausto judío aduciendo la famosa frase de la catedrática, es como achacar la muerte de una persona a las pupas que le produjeron el cáncer que padecía. Y me duele decirlo porque yo tenía en muy alta estima a Hannah. Supongo que la admiración, unida a la relación íntima que mantenía con Martin Heidegger, tendría algo que ver con su desacierto... Aunque no la culpo, a estas alturas de la película, ya sabemos que el amor y la objetividad son dos factores que en ocasiones resultan antagónicos. Por cierto, otros de los muchos factores que influyen negativamente en la objetividad, es el miedo y las ganas de comer.
No hace falta ser vidente para intuir el temor que en aquel entonces tendrían los medios de comunicación en el caso de que no cumplieran las órdenes del régimen nazi. Por eso ahora veo que la manipulación de los medios fue el factor clave para que toda Alemania se pusiera de acuerdo en el exterminio.
El escritor y filósofo escocés Thomas Carlyle, al pronunciar su frase “el cuarto poder”, sin pretenderlo, activó las envenenadas subvenciones estatales a la prensa y alertó a los regímenes totalitarios de la amenaza que supone la libertad de prensa y de ahí la manipulación.
Gracias a Dios, siempre nos queda el boca a boca de los valientes y las redes sociales. Espero que no caigan en las manos manipuladoras del Gobierno de turno pues es la única esperanza que nos queda de saber la verdad...
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