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La identidad es diversa, compleja y cambiante...; o no es, queda en una simple momia

Fragmentos identitarios

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Aunque mucho suele hablarse de la identidad, parece muy difícil hacerlo con propiedad. Son innumerables los matices implicados, de por sí imposibles de abarcar en su totalidad, con frecuencia asientan en el subconsciente y son susceptibles de ser modificados por las conexiones de sus propias influencias. La COMPLEJIDAD resulta intrincada. Si para un individuo, eso de percibir su entidad real es dificultoso; ya me dirán cuando un individuo o un grupo pretenden no sólo conocer la identidad de todo un pueblo, sino utilizarla, tergiversarla e incluso aprovecharse de ella; todos conocemos ejemplos notorios. Somos propensos a una reducción de su significado al prestar atención en exclusiva a los matices que nos puedan interesar.


El desánimo corre parejo con la ineptitud para generar actitudes poco participativas. Pueden verse potenciadas por los comportamientos hostiles desde los entornos. Esa languidez adquiere por lo general rasgos poco llamativos, se traduce en reacciones mínimas ocupadas en los imprescindible. Ahora bien, esas minucias pueden acentuarse tanto a nivel individual como de las agrupaciones. En su crecimiento genera dimensiones que pudiéramos catalogar de monstruosidades por sus consecuencias; porque nos abocan a una INDIFERENCIA amorfa, deformante de lo que entendemos por vida social. Su predominio como factor identitario degrada cualquier brote de convivencia.


Acuciados por el dinamismo de las prácticas, hemos relegado gran número de consideraciones importantes. El frenesí de las actuaciones inmediatas nos priva de ciertos disfrutes. En este tráfago salen a relucir fragmentos insospechados de la personalidad. Para ponerlos de manifiesto sirve el concepto de la BELLEZA. La variedad de sus estimaciones es inmensa; la contemplación, el amor, las conductas, la naturaleza, se ven implicados. Además, su carácter efímero es patente. El grado de implicación en su búsqueda es un buen indicador del talante personal; dirigido hacia el horror, la rutina o los empeños de mayor enjundia, entre otros, delimita las metas de sus horizontes.


Esa diversidad panorámica de las opciones muestra con frecuencia versiones contrapuestas. No todos consideran estupenda la misma opción; todavía más, el buen enfoque inicial puede derivar en la práctica en acciones cuestionables. Algo de esto sucede con lo que denomino denuncias pasivas; cuando centrados en la querella delatora no actuamos en el posible remedio. La POLÉMICA surge al dar prioridad a la foto, grabación o efectos estridentes; mientras había posibilidad de aliviar a las víctimas. Las circunstancias se acumulan, no es fácil la decisión sobre la marcha. Pero no siempre todo lo encubre la urgencia. Ese roce con la pasividad evidencia actitudes subyacentes pese al boato de la apariencia activista.


Son muchos, probablemente excesivos, los aspirantes al ejercicio de controles abusivos, en especial los practicables sobre otras personas y por eso difíciles de justificar. Siendo cuestionables estas actitudes, también conviene detener la mirada en las formas de sumisión adoptadas por los controlados. Sea por gustos, irreflexivos, por impotencia o por estupidez, es de lamentar esa FIDELIDAD abstrusa demostrada en tantos eventos hacia patrones nefastos. La detectamos en cualquier sector, en los más llamativos como sucede con la política, ambientes ligados a la diversión, ámbitos empresariales e incluso en la intimidad de las diferentes creencias y allá donde se desvíe la personalidad hacia los servilismos.


Si acaso, se forjará el carácter, el estilo; pero la identidad se presenta troceada, con sus obligados fragmentos constitutivos, en muchas ocasiones facetas independientes. A veces coincidentes, pero también se manifiestan en momentos distintos. La prisa o la parsimonia son matices diferenciados de los anhelos desmedidos. La aceleración ambiental suele contagiarnos y hasta aturdirnos. El modelo relacional adoptado nos inclina a ritmos curiosos. Por eso consideraba antes que la URGENCIA no sirve tampoco de tapadera, arranca de una serie de matices inusitados y cada caso es peculiar. Los numerosos factores intervinientes, con la manera y momento de activarse no son idénticos.


Antes de llegar al final trágico, topamos con muchos aspectos de la tragedia, desde lo personal a las gentes conocidas, desde los eventos locales a los muy distantes; además, cada suceso con sus propios condicionantes. La manera de afrontar dichas vicisitudes refleja otras parcelas identitarias del sujeto observador, sea cual sea su disposición. La actitud MORAL al desarrollar esa réplica es definitoria, aunque siempre parcial, de esa persona; expresa una importante cualificación de ese individuo. No se trata ahora de enjuiciar dichas actitudes, sino de reflejar la diversidad de sus posibilidades. Las decisiones tomadas, la formación educativa, la implicación, las responsabilidades, requieren valoración aparte.


Quién osará discutir la opinión de nadie si sólo de opiniones hablamos; siendo así que cada brote discurre por sus peculiares recovecos. Anclados en semejantes territorios, será muy escaso el posible trayecto, debido a esas fijaciones, las conclusiones permanecen en el aire y muy arriba. Quienes se aferran a la opinión hablan de una intolerante SUBJETIVIDAD no negociable, que incluso en sus propios términos ya es mucho decir, porque no es entendible esa apreciación personal recluida en sí misma, reducen así sus propias dimensiones. Viene a representar un rasgo identitario autoexcluyente. Precisamente con su cerrazón cierran las puertas a su verdadera entrada en acción.


En las relaciones comunitarias son habituales las actitudes tendentes a la exageración expresiva, con la consiguiente deformación de los argumentos y la dificultad de entenderse. El nerviosismo acelerado progresa en la desmesura, suele traducirse en gente histeriforme situada por eso fuera del entorno real. Se muestra también el talante histriónico de figurar como sea. Y en muchas ocasiones, la fantasía agranda el relato superando sentimientos y actuaciones previas. Con mayor o menor intencionalidad se expresan como gente extraída de los pormenores presentes en ese ámbito; es decir, se presentan HISTORIADOS. Está de moda eso de superar la historia con creaciones adobadas al gusto actual.


En definitiva, ante la inevitable pluralidad, suele detectarse un ligero desliz, como quien no quiere la cosa, centrado en los SUPUESTOS, que adolecen del rasgo creativo orientado al servicio de variados intereses. Variados, sí; pero la fantasía de su promoción se adhiere a las ilustres fuerzas empoderadas. La realidad se transfiguró en suposiciones, sin parar mientes en desfavorecidos ni discrepantes.


A menudo comprobamos la dificultad para armonizar las numerosas facetas identitarias. Se ha infiltrado esa especie abstrusa de conformismo, mezcla de impotencia y estupidez; dejando mucho espacio libre a las organizaciones interesadas. Este rasgo identitario acaba en la configuración de un perfil CATATÓNICO, de penosas repercusiones para el futuro comunitario. Mira por donde, la incertidumbre aún alienta posibles rasgos emergentes de mayor prestancia.

Fragmentos identitarios

La identidad es diversa, compleja y cambiante...; o no es, queda en una simple momia
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 29 de abril de 2022, 09:45 h (CET)

Aunque mucho suele hablarse de la identidad, parece muy difícil hacerlo con propiedad. Son innumerables los matices implicados, de por sí imposibles de abarcar en su totalidad, con frecuencia asientan en el subconsciente y son susceptibles de ser modificados por las conexiones de sus propias influencias. La COMPLEJIDAD resulta intrincada. Si para un individuo, eso de percibir su entidad real es dificultoso; ya me dirán cuando un individuo o un grupo pretenden no sólo conocer la identidad de todo un pueblo, sino utilizarla, tergiversarla e incluso aprovecharse de ella; todos conocemos ejemplos notorios. Somos propensos a una reducción de su significado al prestar atención en exclusiva a los matices que nos puedan interesar.


El desánimo corre parejo con la ineptitud para generar actitudes poco participativas. Pueden verse potenciadas por los comportamientos hostiles desde los entornos. Esa languidez adquiere por lo general rasgos poco llamativos, se traduce en reacciones mínimas ocupadas en los imprescindible. Ahora bien, esas minucias pueden acentuarse tanto a nivel individual como de las agrupaciones. En su crecimiento genera dimensiones que pudiéramos catalogar de monstruosidades por sus consecuencias; porque nos abocan a una INDIFERENCIA amorfa, deformante de lo que entendemos por vida social. Su predominio como factor identitario degrada cualquier brote de convivencia.


Acuciados por el dinamismo de las prácticas, hemos relegado gran número de consideraciones importantes. El frenesí de las actuaciones inmediatas nos priva de ciertos disfrutes. En este tráfago salen a relucir fragmentos insospechados de la personalidad. Para ponerlos de manifiesto sirve el concepto de la BELLEZA. La variedad de sus estimaciones es inmensa; la contemplación, el amor, las conductas, la naturaleza, se ven implicados. Además, su carácter efímero es patente. El grado de implicación en su búsqueda es un buen indicador del talante personal; dirigido hacia el horror, la rutina o los empeños de mayor enjundia, entre otros, delimita las metas de sus horizontes.


Esa diversidad panorámica de las opciones muestra con frecuencia versiones contrapuestas. No todos consideran estupenda la misma opción; todavía más, el buen enfoque inicial puede derivar en la práctica en acciones cuestionables. Algo de esto sucede con lo que denomino denuncias pasivas; cuando centrados en la querella delatora no actuamos en el posible remedio. La POLÉMICA surge al dar prioridad a la foto, grabación o efectos estridentes; mientras había posibilidad de aliviar a las víctimas. Las circunstancias se acumulan, no es fácil la decisión sobre la marcha. Pero no siempre todo lo encubre la urgencia. Ese roce con la pasividad evidencia actitudes subyacentes pese al boato de la apariencia activista.


Son muchos, probablemente excesivos, los aspirantes al ejercicio de controles abusivos, en especial los practicables sobre otras personas y por eso difíciles de justificar. Siendo cuestionables estas actitudes, también conviene detener la mirada en las formas de sumisión adoptadas por los controlados. Sea por gustos, irreflexivos, por impotencia o por estupidez, es de lamentar esa FIDELIDAD abstrusa demostrada en tantos eventos hacia patrones nefastos. La detectamos en cualquier sector, en los más llamativos como sucede con la política, ambientes ligados a la diversión, ámbitos empresariales e incluso en la intimidad de las diferentes creencias y allá donde se desvíe la personalidad hacia los servilismos.


Si acaso, se forjará el carácter, el estilo; pero la identidad se presenta troceada, con sus obligados fragmentos constitutivos, en muchas ocasiones facetas independientes. A veces coincidentes, pero también se manifiestan en momentos distintos. La prisa o la parsimonia son matices diferenciados de los anhelos desmedidos. La aceleración ambiental suele contagiarnos y hasta aturdirnos. El modelo relacional adoptado nos inclina a ritmos curiosos. Por eso consideraba antes que la URGENCIA no sirve tampoco de tapadera, arranca de una serie de matices inusitados y cada caso es peculiar. Los numerosos factores intervinientes, con la manera y momento de activarse no son idénticos.


Antes de llegar al final trágico, topamos con muchos aspectos de la tragedia, desde lo personal a las gentes conocidas, desde los eventos locales a los muy distantes; además, cada suceso con sus propios condicionantes. La manera de afrontar dichas vicisitudes refleja otras parcelas identitarias del sujeto observador, sea cual sea su disposición. La actitud MORAL al desarrollar esa réplica es definitoria, aunque siempre parcial, de esa persona; expresa una importante cualificación de ese individuo. No se trata ahora de enjuiciar dichas actitudes, sino de reflejar la diversidad de sus posibilidades. Las decisiones tomadas, la formación educativa, la implicación, las responsabilidades, requieren valoración aparte.


Quién osará discutir la opinión de nadie si sólo de opiniones hablamos; siendo así que cada brote discurre por sus peculiares recovecos. Anclados en semejantes territorios, será muy escaso el posible trayecto, debido a esas fijaciones, las conclusiones permanecen en el aire y muy arriba. Quienes se aferran a la opinión hablan de una intolerante SUBJETIVIDAD no negociable, que incluso en sus propios términos ya es mucho decir, porque no es entendible esa apreciación personal recluida en sí misma, reducen así sus propias dimensiones. Viene a representar un rasgo identitario autoexcluyente. Precisamente con su cerrazón cierran las puertas a su verdadera entrada en acción.


En las relaciones comunitarias son habituales las actitudes tendentes a la exageración expresiva, con la consiguiente deformación de los argumentos y la dificultad de entenderse. El nerviosismo acelerado progresa en la desmesura, suele traducirse en gente histeriforme situada por eso fuera del entorno real. Se muestra también el talante histriónico de figurar como sea. Y en muchas ocasiones, la fantasía agranda el relato superando sentimientos y actuaciones previas. Con mayor o menor intencionalidad se expresan como gente extraída de los pormenores presentes en ese ámbito; es decir, se presentan HISTORIADOS. Está de moda eso de superar la historia con creaciones adobadas al gusto actual.


En definitiva, ante la inevitable pluralidad, suele detectarse un ligero desliz, como quien no quiere la cosa, centrado en los SUPUESTOS, que adolecen del rasgo creativo orientado al servicio de variados intereses. Variados, sí; pero la fantasía de su promoción se adhiere a las ilustres fuerzas empoderadas. La realidad se transfiguró en suposiciones, sin parar mientes en desfavorecidos ni discrepantes.


A menudo comprobamos la dificultad para armonizar las numerosas facetas identitarias. Se ha infiltrado esa especie abstrusa de conformismo, mezcla de impotencia y estupidez; dejando mucho espacio libre a las organizaciones interesadas. Este rasgo identitario acaba en la configuración de un perfil CATATÓNICO, de penosas repercusiones para el futuro comunitario. Mira por donde, la incertidumbre aún alienta posibles rasgos emergentes de mayor prestancia.

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