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Óscar Arce Ruiz

Por mí se llega a la ciudad doliente

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Dante y Virgilio se acercan poco a poco a una puerta con una advertencia escrita sobre el dintel. La puerta les adentra en el vestíbulo del infierno, el cual solamente un ensayo de los otros ocho círculos que guarda.

En el anteinfierno, primer círculo, se encuentran reunidos los pusilánimes y los indolentes, quienes no han provocado ni elogios ni vituperio alguno. Y al traspasarlo se entra en el segundo infierno, donde reciben castigo eterno los que fueron lujuriosos en vida.

Tras éste se llega al tercero, donde Cerbero custodia la pena de los glotones. Plutón observa el enfrentamiento eterno entre avaros y derrochadores en el cuarto, y en el quinto los iracundos se enfangan por siempre en la laguna Estigia. Después de éstos, los herejes permanecen en sepulcros de fuego en el sexto.

El séptimo círculo guarda en su interior a los violentos, divididos por el objeto de su violencia: contra otros, contra sí mismos o contra Dios. En el octavo hay diez fosas en las que se distribuyen los fraudulentos según la tipología de Dante.

Superando el pozo rodeado de gigantes, se llega al noveno y último círculo: el de los traidores a sus parientes (situados en el primer recinto, la Caína), a su patria (en la Antenora), a sus amigos y a sus huéspedes (en la Ptolomea) o a sus bienhechores (en la Tudesca).

En la cúspide de este cono invertido que forman los nueve círculos, se encuentra Lucifer.

Todo esto es solamente una tercera parte de la Divina Comedia, aunque ni el purgatorio ni el paraíso han calado tanto en el imaginario simbólico como el espanto del infierno dantesco.

El camino a través del infierno implica un viaje hacia la cúspide del embudo. De hecho, Dante y Virgilio no abandonan el averno hasta que no han recorrido uno por uno cada círculo. La consecución del camino se basa precisamente en el cumplimiento de todas las fases, y comprobar cómo en la siguiente fase habita siempre un tipo más perverso de almas.

En muchas ocasiones no queremos hacer caso de la advertencia de la puerta y esperamos que Beatriz nos reciba en el primer cielo. Muchas veces desvalorizamos el aspecto de la mismísima puerta del infierno y pensamos que el paraíso aguarda al otro lado.

Por eso nos ilusiona cada inicio nuevo de los procesos que pueden cambiar algo. Por eso creíamos que con la publicación de las balanzas fiscales dejaríamos al fin el purgatorio y tocaríamos con los dedos el cielo de la luna y su fortaleza. No reparamos en que teníamos la puerta cerrada tras nosotros.

Sobre el dintel lo decía bien claro: “perded cuantos entráis toda esperanza”.

Por mí se llega a la ciudad doliente

Óscar Arce Ruiz
Óscar Arce
lunes, 21 de julio de 2008, 09:19 h (CET)
Dante y Virgilio se acercan poco a poco a una puerta con una advertencia escrita sobre el dintel. La puerta les adentra en el vestíbulo del infierno, el cual solamente un ensayo de los otros ocho círculos que guarda.

En el anteinfierno, primer círculo, se encuentran reunidos los pusilánimes y los indolentes, quienes no han provocado ni elogios ni vituperio alguno. Y al traspasarlo se entra en el segundo infierno, donde reciben castigo eterno los que fueron lujuriosos en vida.

Tras éste se llega al tercero, donde Cerbero custodia la pena de los glotones. Plutón observa el enfrentamiento eterno entre avaros y derrochadores en el cuarto, y en el quinto los iracundos se enfangan por siempre en la laguna Estigia. Después de éstos, los herejes permanecen en sepulcros de fuego en el sexto.

El séptimo círculo guarda en su interior a los violentos, divididos por el objeto de su violencia: contra otros, contra sí mismos o contra Dios. En el octavo hay diez fosas en las que se distribuyen los fraudulentos según la tipología de Dante.

Superando el pozo rodeado de gigantes, se llega al noveno y último círculo: el de los traidores a sus parientes (situados en el primer recinto, la Caína), a su patria (en la Antenora), a sus amigos y a sus huéspedes (en la Ptolomea) o a sus bienhechores (en la Tudesca).

En la cúspide de este cono invertido que forman los nueve círculos, se encuentra Lucifer.

Todo esto es solamente una tercera parte de la Divina Comedia, aunque ni el purgatorio ni el paraíso han calado tanto en el imaginario simbólico como el espanto del infierno dantesco.

El camino a través del infierno implica un viaje hacia la cúspide del embudo. De hecho, Dante y Virgilio no abandonan el averno hasta que no han recorrido uno por uno cada círculo. La consecución del camino se basa precisamente en el cumplimiento de todas las fases, y comprobar cómo en la siguiente fase habita siempre un tipo más perverso de almas.

En muchas ocasiones no queremos hacer caso de la advertencia de la puerta y esperamos que Beatriz nos reciba en el primer cielo. Muchas veces desvalorizamos el aspecto de la mismísima puerta del infierno y pensamos que el paraíso aguarda al otro lado.

Por eso nos ilusiona cada inicio nuevo de los procesos que pueden cambiar algo. Por eso creíamos que con la publicación de las balanzas fiscales dejaríamos al fin el purgatorio y tocaríamos con los dedos el cielo de la luna y su fortaleza. No reparamos en que teníamos la puerta cerrada tras nosotros.

Sobre el dintel lo decía bien claro: “perded cuantos entráis toda esperanza”.

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