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El domingo pasado un gran número de amigos, de compañeros de la Junta de Andalucía y del partido al que pertenecía, hemos despedido en un emotivo funeral al melillense Javier Imbroda, figura nacional del baloncesto y consejero de educación del gobierno andaluz.
El gran aplauso que retumbó en el templo al retirarse el féretro, no fue más que la expresión de un reconocimiento a su gran trayectoria vital interrumpida abruptamente por uno de los mayores enemigos de la humanidad como es el cáncer. Al final las células malas, como él las definía en su valiente carta pública de Diciembre del 2016, le han ganado la batalla a las buenas y su alma ha decidido descansar después de una dura y larga batalla.
En esta sociedad desbocada en la que vivimos, personas como Javi Imbroda son las que dan testimonio de que el ser humano lleva dentro de sí un impulso, un aliento superior al cuerpo que desgraciadamente con la enfermedad o el paso de los años se desgasta o se destruye. Ese incansable espíritu es el legado de dignidad de su persona, que ha sabido trasmitir diariamente a su familia y a cuantos le rodeaban en su trabajo.
“Estamos de paso. La vida es demasiada corta como para penarla y gastarla en menudencias. Echa una mano a los que tienes a tu alrededor dentro de tus posibilidades, y sobre todo da gracias a la vida”, decía él en su carta.Era todo un esquema de juego ofensivo: el tiempo es breve y frugal, grandeza de espíritu, caridad y generosidad con el prójimo y agradecimiento por la vida.Un claro ejemplo de las virtudes humanas que practicaba.
Estas palabras de su carta me trasladan a la reflexión que hacía el Papa Francisco cuando en su exhortación “Gaudete et Exsultate” decía que “esa es muchas veces la santidad “de la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios.”
No me ha unido a Javi Imbroda una gran amistad, que sí he compartido en Melilla con su difunto padre y dos de sus hermanos, pero reconozco que el contenido de esa carta, leída y releída, me ha impactado por la profundidad de su reflexión y mensaje.“Mi mujer me decía que este era el partido que me faltaba por ganar, y en ello estoy. Y esa esperanza, es la que quiero trasladar a todos esos enfermos como yo de cáncer, diciéndoles: Nunca te rindas” Javi Imbroda no solo no se ha rendido sino que ha ganado por goleada el partido de su vida con mayúsculas.
A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría.
Recuerdo con nostalgia la época en la que uno terminaba sus estudios universitarios y metía de lleno la cabeza en el mundo laboral. Ya no había marchas atrás. Se terminaron para siempre esos años de universitario, nunca más ya repetibles. Las conversaciones sobre cultura, sobre política, sobre música. Los exámenes, los espacios de relajamiento en la pradera de césped recién cortado que rodeaba la Facultad, los vinos en Argüelles, las copas en Malasaña...
Tras su inicial construcción provisional, el Muro de Berlín acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura, reforzado en su interior por cables de acero para así acrecentar su firmeza. Se organizó, asimismo, la denominada "franja de la muerte", formada por un foso, una alambrada, una carretera, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día.
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