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Nueva velada con la poesía de Pablo Bethencourt como protagonista

Pablo entre mixturas

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Antonio González, Diego Vadillo, Luis Campés, Mayte Domínguez, Pablo Bethencourt, Val Marchante, Manuel López Azorín, Sylvie Riesco y Enrique Rodríguez

Antonio González, Diego Vadillo, Luis Campés, Mayte Domínguez, Pablo Bethencourt, Val Marchante, Manuel López Azorín, Sylvie Riesco y Enrique Rodríguez


Tuve el gusto de compartir nuevamente una velada en torno a su poesía con Pablo Bethencourt. Esta vez en Alcalá de Henares (en “Notthing Hill Cultural”, en el Centro Comercial Los Pinos); todo en el marco de la encantadora tertulia liderada con imparangonable entrega por el poeta y promotor cultural Luis María Campés, quien dirigió el encuentro, un encuentro en el que participamos un nutrido elenco de intervinientes, desde el veterano poeta, crítico y agitador cultural Manuel López Azorín, a la séptima mejor declamadora de España (no en vano, en tal puesto quedó en el último certamen nacional de la cosa), Val Marchante, pasando por los vates Manuel Acedo, Estrella Fernández, Antonio González, Enrique Rodríguez (que aderezó su intervención con unos acordes de armónica a los que acompañó el homenajeado Bethencourt al piano) y Sylvie Riesco.


MAYTE DOMÍNGUEZ

Mayte Domínguez


A lo largo del acto, la rapsoda y dinamizadora cultural Mayte Domínguez, cincuenta por ciento del dúo que hoy son el grupo Retablo, fue interpretando piezas líricas del poemario “Esquina bulevar” acompañada al piano por el maestro Bethencourt (seis en total), quien también deleitó al respetable con algunas encandiladoras composiciones de su autoría.


PABLO BETHENCOURT

Pablo Bethencourt


Pablo Bethencourt le apuntó a Campés el influjo que ejercieron tanto su tío como su padre cuando de abrazar la vocación poética se trató.


Manuel López Azorín señaló que el maestro ya hacía poesía antes de hacerla de la manera convencional, al componer e interpretar melodías al piano. Algo con lo que estoy de acuerdo.


Hay un Pablo Bethencourt pianista que se entrevé en su poesía erguida (Octavio Paz “dixit”), esto es, plasmada negro sobre blanco. Por lo común su lírica melodía transcurre por cauces de contención introspectiva; de sereno y sugerente confesionalismo. Más dicha placidez se halla tironeada por los impulsos del alma que se le tornan acuciantes y desbordantes de pasión en versos alejandrinos y de mayores medidas silábicas, coexistentes con los abundantes heptasílabos (y menores).


Cuando Pablo interpreta partituras al piano, en un momento dado, presiona más contundentemente los dedos sobre las teclas imprimiéndole a la composición un plus de emotividad, haciendo que se perciba el pasaje que restalla como un aldabonazo de sonoro vigor. Lo anterior ocurre, como decimos, en su poesía.


Es por lo tanto una poesía, la de Pablo, sobresaltada de emoción sobre una base de contención, armonizado todo por el paso de lo terreno a la alucinación. Esta poesía describe muy afinadamente su tránsito de lo aprehensible a lo inefable, cosa que no nos desubica, sino que nos aúpa.

Ejemplo claro de esto que digo es el poema “A mano”:


Escribo a mano para no olvidar

esas ideas que surgen al relámpago

y que luego

por no hacerlo

se evaporan.

Recojo entre mis dedos lamparillas del alba

para saciar la sed de vida

fulgores que tal vez

más tarde

ya no quede tiempo para escuchar.


Es este un poema lleno de contrastes, se da una alternancia y cohabitación de versos de arte mayor y menor, por ejemplo.


En cuanto al contenido que viaja en los mentados versos, el poema comienza cercano a la poesía de la experiencia, y en el versificador proceso, a lo largo de dos versos y medio (6º y 7º, y una palabra del 8º, adquieren muy otra fastuosidad. Se le alucina al poeta la experiencia, que es encauzada en un relampagueante alejandrino, seguido de un eneasílabo:


Recojo entre mis dedos lamparillas del alba

para saciar la sed de vida


Lo mundanal coexiste con la imagen visionaria en la poesía bethencourtiana. Se da un tironeo constante entre lo mundanal y lo celeste. Las más estremecedoras honduras se logran, así, a través de una sencillez abierta a la sorpresa tropológica.


Un poema que ejemplifica a las mil maravillas esa mezcla de ritmo y lírica discursividad es “Presencia”. La suavidad con que Bethencourt armoniza los abruptos encabalgamientos acoge al sentimiento de manera estremecedora, marcando cadencias del sentimiento que son caricias sonoras que se clavan en el alma. Veamos la pieza:


No hay nada más aterrador que la presencia

Ella oculta lo eterno

en el tránsito de cosas y de seres

Qué lástima cuando se transfigura lo que está ahí

el ahora mismo

pues los recuerdos se apilan sobre mente y memoria

y

sin embargo

inmóvil aparece la existencia

A nuestro alrededor todo trasmuta

pero incólume queda esa apariencia líquida

gaseosa

sólida

candente y fría

que entre colores fluye

aparentemente impronunciable.


En este poema, Bethencourt maneja el “tempus fugit” de un modo original, pues aborda determinadas esencialidades de clara inaprehensiblilidad. En tan complejo, por lo hondo, planteamiento, nos deja remansarnos el poeta siquiera un instante en los bisílabos (y demás medidas muy de arte menor) antes de continuar asumiendo tan estremecida carga lírico-discursiva.


Traslada del ámbito musical al poema Pablo Bethencourt “crescendos” (<) y “diminuendos” (>) en armonía con el fondo temático trasladado. Véanse los últimos siete versos. En ellos se va produciendo (verso a verso) un paso alterno de mayores a menores intensidades tanto en lo disertado como en el número de sílabas que dichas disertaciones implican: de once se repunta a trece, y de ahí se allega un parón que invita a la valoración de lo antedicho antes de ir (paulatinamente) aumentando nuevamente el cómputo silábico versal: se pasa de cuatro a tres, y de ahí a cinco, siete y diez:


A nuestro alrededor todo trasmuta (11)

pero incólume queda esa apariencia líquida (13)

gaseosa (4)

sólida (3)

candente y fría (5)

que entre colores fluye (7)

aparentemente impronunciable. (10)


El ritmo de lo enunciado es transferido al dibujo métrico en pos de la consecución de una lírica armonía muy característica de este poeta.

Pablo entre mixturas

Nueva velada con la poesía de Pablo Bethencourt como protagonista
Diego Vadillo López
sábado, 2 de abril de 2022, 11:27 h (CET)

Antonio González, Diego Vadillo, Luis Campés, Mayte Domínguez, Pablo Bethencourt, Val Marchante, Manuel López Azorín, Sylvie Riesco y Enrique Rodríguez

Antonio González, Diego Vadillo, Luis Campés, Mayte Domínguez, Pablo Bethencourt, Val Marchante, Manuel López Azorín, Sylvie Riesco y Enrique Rodríguez


Tuve el gusto de compartir nuevamente una velada en torno a su poesía con Pablo Bethencourt. Esta vez en Alcalá de Henares (en “Notthing Hill Cultural”, en el Centro Comercial Los Pinos); todo en el marco de la encantadora tertulia liderada con imparangonable entrega por el poeta y promotor cultural Luis María Campés, quien dirigió el encuentro, un encuentro en el que participamos un nutrido elenco de intervinientes, desde el veterano poeta, crítico y agitador cultural Manuel López Azorín, a la séptima mejor declamadora de España (no en vano, en tal puesto quedó en el último certamen nacional de la cosa), Val Marchante, pasando por los vates Manuel Acedo, Estrella Fernández, Antonio González, Enrique Rodríguez (que aderezó su intervención con unos acordes de armónica a los que acompañó el homenajeado Bethencourt al piano) y Sylvie Riesco.


MAYTE DOMÍNGUEZ

Mayte Domínguez


A lo largo del acto, la rapsoda y dinamizadora cultural Mayte Domínguez, cincuenta por ciento del dúo que hoy son el grupo Retablo, fue interpretando piezas líricas del poemario “Esquina bulevar” acompañada al piano por el maestro Bethencourt (seis en total), quien también deleitó al respetable con algunas encandiladoras composiciones de su autoría.


PABLO BETHENCOURT

Pablo Bethencourt


Pablo Bethencourt le apuntó a Campés el influjo que ejercieron tanto su tío como su padre cuando de abrazar la vocación poética se trató.


Manuel López Azorín señaló que el maestro ya hacía poesía antes de hacerla de la manera convencional, al componer e interpretar melodías al piano. Algo con lo que estoy de acuerdo.


Hay un Pablo Bethencourt pianista que se entrevé en su poesía erguida (Octavio Paz “dixit”), esto es, plasmada negro sobre blanco. Por lo común su lírica melodía transcurre por cauces de contención introspectiva; de sereno y sugerente confesionalismo. Más dicha placidez se halla tironeada por los impulsos del alma que se le tornan acuciantes y desbordantes de pasión en versos alejandrinos y de mayores medidas silábicas, coexistentes con los abundantes heptasílabos (y menores).


Cuando Pablo interpreta partituras al piano, en un momento dado, presiona más contundentemente los dedos sobre las teclas imprimiéndole a la composición un plus de emotividad, haciendo que se perciba el pasaje que restalla como un aldabonazo de sonoro vigor. Lo anterior ocurre, como decimos, en su poesía.


Es por lo tanto una poesía, la de Pablo, sobresaltada de emoción sobre una base de contención, armonizado todo por el paso de lo terreno a la alucinación. Esta poesía describe muy afinadamente su tránsito de lo aprehensible a lo inefable, cosa que no nos desubica, sino que nos aúpa.

Ejemplo claro de esto que digo es el poema “A mano”:


Escribo a mano para no olvidar

esas ideas que surgen al relámpago

y que luego

por no hacerlo

se evaporan.

Recojo entre mis dedos lamparillas del alba

para saciar la sed de vida

fulgores que tal vez

más tarde

ya no quede tiempo para escuchar.


Es este un poema lleno de contrastes, se da una alternancia y cohabitación de versos de arte mayor y menor, por ejemplo.


En cuanto al contenido que viaja en los mentados versos, el poema comienza cercano a la poesía de la experiencia, y en el versificador proceso, a lo largo de dos versos y medio (6º y 7º, y una palabra del 8º, adquieren muy otra fastuosidad. Se le alucina al poeta la experiencia, que es encauzada en un relampagueante alejandrino, seguido de un eneasílabo:


Recojo entre mis dedos lamparillas del alba

para saciar la sed de vida


Lo mundanal coexiste con la imagen visionaria en la poesía bethencourtiana. Se da un tironeo constante entre lo mundanal y lo celeste. Las más estremecedoras honduras se logran, así, a través de una sencillez abierta a la sorpresa tropológica.


Un poema que ejemplifica a las mil maravillas esa mezcla de ritmo y lírica discursividad es “Presencia”. La suavidad con que Bethencourt armoniza los abruptos encabalgamientos acoge al sentimiento de manera estremecedora, marcando cadencias del sentimiento que son caricias sonoras que se clavan en el alma. Veamos la pieza:


No hay nada más aterrador que la presencia

Ella oculta lo eterno

en el tránsito de cosas y de seres

Qué lástima cuando se transfigura lo que está ahí

el ahora mismo

pues los recuerdos se apilan sobre mente y memoria

y

sin embargo

inmóvil aparece la existencia

A nuestro alrededor todo trasmuta

pero incólume queda esa apariencia líquida

gaseosa

sólida

candente y fría

que entre colores fluye

aparentemente impronunciable.


En este poema, Bethencourt maneja el “tempus fugit” de un modo original, pues aborda determinadas esencialidades de clara inaprehensiblilidad. En tan complejo, por lo hondo, planteamiento, nos deja remansarnos el poeta siquiera un instante en los bisílabos (y demás medidas muy de arte menor) antes de continuar asumiendo tan estremecida carga lírico-discursiva.


Traslada del ámbito musical al poema Pablo Bethencourt “crescendos” (<) y “diminuendos” (>) en armonía con el fondo temático trasladado. Véanse los últimos siete versos. En ellos se va produciendo (verso a verso) un paso alterno de mayores a menores intensidades tanto en lo disertado como en el número de sílabas que dichas disertaciones implican: de once se repunta a trece, y de ahí se allega un parón que invita a la valoración de lo antedicho antes de ir (paulatinamente) aumentando nuevamente el cómputo silábico versal: se pasa de cuatro a tres, y de ahí a cinco, siete y diez:


A nuestro alrededor todo trasmuta (11)

pero incólume queda esa apariencia líquida (13)

gaseosa (4)

sólida (3)

candente y fría (5)

que entre colores fluye (7)

aparentemente impronunciable. (10)


El ritmo de lo enunciado es transferido al dibujo métrico en pos de la consecución de una lírica armonía muy característica de este poeta.

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