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Opinión
Etiquetas | Hablemos sin tapujos | Crisis | PP | Pablo Casado | Díaz Ayuso
Lo peor que nos podría pasar es que esta crisis se solventara en falso, evitando la necesaria y urgente remodelación del partido

​Hecatombe en el PP. La catarsis inevitable para su supervivencia

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“La política es un pudridero en el que lo que cuenta positivamente es la resistencia que uno ofrece a la irreversible descomposición”, Albert Boadella.


Esa algo que estaba sobre la mesa, pero que todos intentaban disimular. Las discrepancias internas entre los distintos sectores del PP cada día se han estado haciendo más evidentes y, pese a lo que nos pueda doler a los que siempre hemos votado por dicha formación, no podemos alegar sorpresa ante lo que acaba de venírsenos encima. Es la maldición de la derecha, su talón de Aquiles: en cada ocasión en la que se le ponen las cosas a huevo, encuentra el medio más eficaz para echarlo todo a perder.


El PSOE comete mil y una equivocaciones a lo largo de su gobernanza, se mete en jardines que a cualquiera le parecerían motivo de que fuera reprobado por la ciudadanía ad calendas grecas, el señor Pedro Sánchez es la volatilidad hecha persona y no dice dos palabras sin mentir y todos los ministros de su gobierno han cometido errores por los que debieran de haber dimitido ipso facto; pero tienen la bula de sus seguidores que les exime de todo cuanto, en el caso de que fueren de derechas, sería motivo de una moción de censura exitosa. Pero el PP, un partido de gran raigambre en la política española, sin embargo, se asfixia en sus propios eslóganes. Siempre da la sensación de que habla ex cátedra pero que, cuando se hurga un poco, lo que sale es la podredumbre de la corrupción, las contradicciones entre lo que predica y sus comportamientos, en ocasiones, poco dignos cuando no delictivos.


Quizás este partido de derechas tiene la masa de votantes más fiel de todos los restantes, pero no consigue, por mucho que lo intente, nombrar una dirección capaz de mantener en alto los valores de su fundador. Tiene éxitos innegables en cuanto a sus resultados económicos, saben desenvolverse con soltura por el resto de cancillerías de la UE y siempre logran un buen trato de naciones como los EE.UU de América. Pero, señores, en cuanto se trata de demostrar que lo que se hace es en bien del pueblo español, que los esfuerzos de todos sus dirigentes van encaminados al bienestar del ciudadano y de la propia nación, entonces viene la decepción, la impudicia egoísta, la tentación de usar el poder en beneficio propio y todo aquel hermoso programa que predican, queda convertido en agua de borrajas.


No voy a entrar en algo, que ya es de sobras conocido, respecto a la batalla por el poder de Casado y Ayuso. No quiero siquiera pretender opinar sobre unos datos que nos están vedados y que, seguramente, no se nos han trasladado con la objetividad que sería de desear, ni tan siquiera decantarme por ninguno de los personajes que intervienen en este vodevil político. Sí me voy a referir a las nefastas consecuencias, ya inevitables, que todo este affaireva a tener para el partido de Fraga Iribarne, para su futuro en España y para todos aquellos que, año tras año, hemos intentado apoyarlo confiando en que los valores que defendía y las tradiciones que apoyaba, nunca dejaran de ser su leitmotiv y el de aquellos que en cada ocasión tenían el deber y la honra de defenderlos.


Rajoy, una buena persona pero, en muchos aspectos carente de la energía, la malicia, la decisión y la valentía de enfrentarse, sin complejos, a las graves cuestiones con las que hubo de batallar, sin ser la menor de todas ellas, la cuestión separatista en Cataluña y el País vasco, con las que pretendió convivir, razonar, comprar en ocasiones y transigir, con demasiada frecuencia, ante el chantaje separatista y la intransigencia de quienes se aprovechaban de su creencia de que podría solucionar los problemas por loa vía diplomática. Fracasó y también lo hizo su mano derecha, la señora Sáez de Santamaría.  La herencia que dejó fue nefasta para la causa española.


Y, hete aquí que, de pronto, cuando se apreciaban aires de cambio, empezaban a sonar fuerte las posibilidades de que Sánchez perdiera las próximas legislativas; las malditas rencillas, las luchas por el poder, las envidias y los intentos de desestabilización por parte de grupos descontentos, resentidos, impacientes y dispuestos a luchar para conseguir sus objetivos, han conseguido sembrar la cizaña de modo que, personajes importantes del partido, hayan caído en la tentación de dejarse influir por los malos consejeros de modo que, en el momento más delicado, cuando mayor era la necesidad de una unidad inquebrantable, de un esfuerzo en lograr un objetivo común, por otra parte al alcance de los populares; se produce la gran patochada, la inmensa metida de pata y la más inoportuna de las rencillas entre los mandos del partido, que han dejado en el mismo Nirvana al señor Pedro Sánchez, que ha encontrado el filón para que el PP deje de ser un obstáculo para sus proyectos de continuar en el gobierno una nueva legislatura.


Los que no pintamos nada en todo esto, las bases siempre olvidadas de las direcciones de los partidos, pensamos que lo mejor que podría suceder después de esta catástrofe política, sería aprovechar para convocar un congreso extraordinario del PP, en el que todos los que tienen cargos directivos los pusieran  a disposición de una junta rectora, encargada de la catarsis a la que precisa someterse el partido, después de que sus valores fundacionales hayan quedado afectados por la irrupción de afiliados con ideas muy distintas a las que dieron motivo a la fundación de Alianza Popular, un partido de derechas, con ideas cristianas, defensores de la ética y la moral heredada de nuestros ancestros.


No parece que sirvan quienes ahora han dado motivos de que, el partido, haya entrado en barrena, pero, ¡0jo!, no vayamos a caer en la tentación de estos otros que son partidarios de coexistir con el PSOE y los comunistas de Podemos,sean los sustitutos de los dirigentes actuales, porque esto equivaldría a entregar España, atada de pies y manos, al comunismo internacional. Una situación difícil, pero que no hay más remedio que afrontar, intentando que el mal causado por la impericia de la directiva sea el menor posible de cara a futuras consultas electorales.


No olvidemos que, el dejar la cancha libre a la izquierdas que nos gobiernan, supone aceptar la nueva modificación al alza de los impuestos, el intervencionismo tanto en cuanto a cuestiones laborales, con la potenciación evidente de los sindicatos y el recorte de los derechos de los empresarios; el control, cada vez más eficaz del Estado, a través de Hacienda, de lo que hacemos con nuestro dinero y los recortes de derechos de propiedad, como se ve en la nueva ley de la vivienda, que significan un retroceso en cuanto a las facultades de libre disposición de los propietarios de inmuebles, especialmente de los privados. Sabemos que vamos a pasar por momentos duros, que vamos a tener que soportar unos ataques inmisericordes en contra del partido y las descalificaciones por parte de toda la izquierda y su parafernalia periodística, pero no vale desanimarse ni tirar la toalla, porque de dificultades más grandes hemos podido sobrevivir.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sin dejar de aceptar la gravedad de la situación, con motivo de esta lucha fratricida entre dirigentes del partido, ni de darle la importancia que tiene en cuanto a la situación del PP en unos momento en los que es difícil levantar cabeza, lo peor que nos podría pasar es que esta crisis se solventara en falso y que mantuviéramos una situación equívoca en la que los causantes del desaguisado se mantuvieran en sus puestos,  evitando la necesaria y urgente remodelación del Partido Popular.


Una frase para completar la digestión de este comentario: “Lo que más irrita a los tiranos es la imposibilidad de ponerle grillos al pensamiento de sus subordinados” Paul Valéry.

​Hecatombe en el PP. La catarsis inevitable para su supervivencia

Lo peor que nos podría pasar es que esta crisis se solventara en falso, evitando la necesaria y urgente remodelación del partido
Miguel Massanet
sábado, 19 de febrero de 2022, 11:06 h (CET)

“La política es un pudridero en el que lo que cuenta positivamente es la resistencia que uno ofrece a la irreversible descomposición”, Albert Boadella.


Esa algo que estaba sobre la mesa, pero que todos intentaban disimular. Las discrepancias internas entre los distintos sectores del PP cada día se han estado haciendo más evidentes y, pese a lo que nos pueda doler a los que siempre hemos votado por dicha formación, no podemos alegar sorpresa ante lo que acaba de venírsenos encima. Es la maldición de la derecha, su talón de Aquiles: en cada ocasión en la que se le ponen las cosas a huevo, encuentra el medio más eficaz para echarlo todo a perder.


El PSOE comete mil y una equivocaciones a lo largo de su gobernanza, se mete en jardines que a cualquiera le parecerían motivo de que fuera reprobado por la ciudadanía ad calendas grecas, el señor Pedro Sánchez es la volatilidad hecha persona y no dice dos palabras sin mentir y todos los ministros de su gobierno han cometido errores por los que debieran de haber dimitido ipso facto; pero tienen la bula de sus seguidores que les exime de todo cuanto, en el caso de que fueren de derechas, sería motivo de una moción de censura exitosa. Pero el PP, un partido de gran raigambre en la política española, sin embargo, se asfixia en sus propios eslóganes. Siempre da la sensación de que habla ex cátedra pero que, cuando se hurga un poco, lo que sale es la podredumbre de la corrupción, las contradicciones entre lo que predica y sus comportamientos, en ocasiones, poco dignos cuando no delictivos.


Quizás este partido de derechas tiene la masa de votantes más fiel de todos los restantes, pero no consigue, por mucho que lo intente, nombrar una dirección capaz de mantener en alto los valores de su fundador. Tiene éxitos innegables en cuanto a sus resultados económicos, saben desenvolverse con soltura por el resto de cancillerías de la UE y siempre logran un buen trato de naciones como los EE.UU de América. Pero, señores, en cuanto se trata de demostrar que lo que se hace es en bien del pueblo español, que los esfuerzos de todos sus dirigentes van encaminados al bienestar del ciudadano y de la propia nación, entonces viene la decepción, la impudicia egoísta, la tentación de usar el poder en beneficio propio y todo aquel hermoso programa que predican, queda convertido en agua de borrajas.


No voy a entrar en algo, que ya es de sobras conocido, respecto a la batalla por el poder de Casado y Ayuso. No quiero siquiera pretender opinar sobre unos datos que nos están vedados y que, seguramente, no se nos han trasladado con la objetividad que sería de desear, ni tan siquiera decantarme por ninguno de los personajes que intervienen en este vodevil político. Sí me voy a referir a las nefastas consecuencias, ya inevitables, que todo este affaireva a tener para el partido de Fraga Iribarne, para su futuro en España y para todos aquellos que, año tras año, hemos intentado apoyarlo confiando en que los valores que defendía y las tradiciones que apoyaba, nunca dejaran de ser su leitmotiv y el de aquellos que en cada ocasión tenían el deber y la honra de defenderlos.


Rajoy, una buena persona pero, en muchos aspectos carente de la energía, la malicia, la decisión y la valentía de enfrentarse, sin complejos, a las graves cuestiones con las que hubo de batallar, sin ser la menor de todas ellas, la cuestión separatista en Cataluña y el País vasco, con las que pretendió convivir, razonar, comprar en ocasiones y transigir, con demasiada frecuencia, ante el chantaje separatista y la intransigencia de quienes se aprovechaban de su creencia de que podría solucionar los problemas por loa vía diplomática. Fracasó y también lo hizo su mano derecha, la señora Sáez de Santamaría.  La herencia que dejó fue nefasta para la causa española.


Y, hete aquí que, de pronto, cuando se apreciaban aires de cambio, empezaban a sonar fuerte las posibilidades de que Sánchez perdiera las próximas legislativas; las malditas rencillas, las luchas por el poder, las envidias y los intentos de desestabilización por parte de grupos descontentos, resentidos, impacientes y dispuestos a luchar para conseguir sus objetivos, han conseguido sembrar la cizaña de modo que, personajes importantes del partido, hayan caído en la tentación de dejarse influir por los malos consejeros de modo que, en el momento más delicado, cuando mayor era la necesidad de una unidad inquebrantable, de un esfuerzo en lograr un objetivo común, por otra parte al alcance de los populares; se produce la gran patochada, la inmensa metida de pata y la más inoportuna de las rencillas entre los mandos del partido, que han dejado en el mismo Nirvana al señor Pedro Sánchez, que ha encontrado el filón para que el PP deje de ser un obstáculo para sus proyectos de continuar en el gobierno una nueva legislatura.


Los que no pintamos nada en todo esto, las bases siempre olvidadas de las direcciones de los partidos, pensamos que lo mejor que podría suceder después de esta catástrofe política, sería aprovechar para convocar un congreso extraordinario del PP, en el que todos los que tienen cargos directivos los pusieran  a disposición de una junta rectora, encargada de la catarsis a la que precisa someterse el partido, después de que sus valores fundacionales hayan quedado afectados por la irrupción de afiliados con ideas muy distintas a las que dieron motivo a la fundación de Alianza Popular, un partido de derechas, con ideas cristianas, defensores de la ética y la moral heredada de nuestros ancestros.


No parece que sirvan quienes ahora han dado motivos de que, el partido, haya entrado en barrena, pero, ¡0jo!, no vayamos a caer en la tentación de estos otros que son partidarios de coexistir con el PSOE y los comunistas de Podemos,sean los sustitutos de los dirigentes actuales, porque esto equivaldría a entregar España, atada de pies y manos, al comunismo internacional. Una situación difícil, pero que no hay más remedio que afrontar, intentando que el mal causado por la impericia de la directiva sea el menor posible de cara a futuras consultas electorales.


No olvidemos que, el dejar la cancha libre a la izquierdas que nos gobiernan, supone aceptar la nueva modificación al alza de los impuestos, el intervencionismo tanto en cuanto a cuestiones laborales, con la potenciación evidente de los sindicatos y el recorte de los derechos de los empresarios; el control, cada vez más eficaz del Estado, a través de Hacienda, de lo que hacemos con nuestro dinero y los recortes de derechos de propiedad, como se ve en la nueva ley de la vivienda, que significan un retroceso en cuanto a las facultades de libre disposición de los propietarios de inmuebles, especialmente de los privados. Sabemos que vamos a pasar por momentos duros, que vamos a tener que soportar unos ataques inmisericordes en contra del partido y las descalificaciones por parte de toda la izquierda y su parafernalia periodística, pero no vale desanimarse ni tirar la toalla, porque de dificultades más grandes hemos podido sobrevivir.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sin dejar de aceptar la gravedad de la situación, con motivo de esta lucha fratricida entre dirigentes del partido, ni de darle la importancia que tiene en cuanto a la situación del PP en unos momento en los que es difícil levantar cabeza, lo peor que nos podría pasar es que esta crisis se solventara en falso y que mantuviéramos una situación equívoca en la que los causantes del desaguisado se mantuvieran en sus puestos,  evitando la necesaria y urgente remodelación del Partido Popular.


Una frase para completar la digestión de este comentario: “Lo que más irrita a los tiranos es la imposibilidad de ponerle grillos al pensamiento de sus subordinados” Paul Valéry.

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