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Opinión
Etiquetas | La tronera | Reforma Laboral | Gobierno de España | Sindicatos | CEOE
El Gobierno avanza a la desesperada y promete lo que no está escrito con tal de que le aprueben las pinceladas a la contrarreforma

La reforma laboral ahoga al Ejecutivo

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Mala gestión y peor imagen del ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños. Intenta recabar apoyos para la contrarreforma laboral porque el Gobierno tan sólo cuenta con 155 escaños en la Cámara Baja. Pinta mal y varios grupos ya han anunciado su negativa. El listo de Garamendi ha metido en un buen lío a la ministra comunista y a los «hambrientos y sedientos» sindicatos clasistas, pero lo ha hecho a un alto precio: la CEOE se ha desmoronado. El Gobierno avanza a la desesperada y promete lo que no está escrito con tal de que le aprueben las pinceladas a la contrarreforma de Yolanda y CC.OO. Europa no espera.


Bolaños quiere hablar con todos, dice, pero esos «todos» no están muy interesados en hablar con él. No ven futuro a esa contrarreforma pagada. Hace agua en todo lo introducido. La barbaridad de la ministra comunista de primar el convenio de ETT para afianzar y fomentar los fijos discontinuos no va a ninguna parte, incluso pretende que tenga prevalencia sobre los sectoriales. Hay algo que está muy claro en la contrarreforma: va a salir mucho más caro contratar y no todas empresas pueden asumir esa carga.


Dejar las manos libres a las ETT para fijar un sistema de llamamiento a los trabajadores que quieran trabajar no es de recibo. No entiendo cómo los vendidos sindicatos clasistas entran por ese aro que va a soliviantar a los trabajadores. Ya no es el momento de andar mendigando opiniones y apoyos. El Gobierno ha perdido mucho tiempo, incluso reuniéndose la ministra con los sindicatos a espaldas del presidente Sánchez y de Nadia Calviño. Tampoco entiendo a los agentes sociales que nada aportan y reciben con exceso. El Ejecutivo pretende aprobar el decreto tal cual está. A toda costa intenta evitar el trámite como proyecto de ley; es la mejor forma de no tener que introducir enmiendas.


Esas enmiendas corren el riesgo de desestabilizar el acuerdo alcanzado que, por otra parte, está simplemente hilvanado o, como dicen en mi tierra, cogido con inseguras pinzas. Al más mínimo cambio, la CEOE abandonará el pacto. El Gobierno es consciente de ello, de ahí que el ministro de la Presidencia y cuestiones varias intente asustar a no se sabe quién con eso de que «votar contra esta reforma laboral es votar a favor de la reforma de 2012». Sinceramente, imaginaba que Félix Bolaños era más sensato, pero ahora veo que utiliza la técnica de los miserables y juega a perrito faldero; es un mandado de avispero y chupete. Simple «abrazafarolas».


Bolaños ha llamado «brutal» a la reforma de 2012 y su ignorancia le ha llevado a decir que se hizo contra los trabajadores. ¿Se puede ser más melón y dañino? La que hará un daño considerable será la contrarreforma con las medidas introducidas con calzador y compensadas con dinero, en el caso de los clasistas sindicatos. Saldrá más caro contratar; el empresariado se lo pensará dos veces antes de ampliar las plantillas; prescindirán de muchos contratos a tiempo parcial; la contrarreforma es represora, pues sanciona a los empresarios a la más mínima; el empresariado trabajará bajo la espada de Damocles; deja a las ETT campar a sus anchas; cercena derechos de los trabajadores y sólo falta que dé escopetas a los piquetes en caso de huelga. El despropósito está escrito.


Si se llega a aprobar esta contrarreforma será porque el Ejecutivo unte a las partes. Las formaciones con sentido de Estado y más responsables no ven futuro en esos «palitroques sindicales» que sujetan el sombrajo montado por la ministra comunista, el sindicalismo sectario y la trampa de Antonio Garamendi, quien observa desde la barrera cómo se zurcen con la toalla, se crispan el Gobierno y algunos de sus socios e, incluso, Félix Bolaños llora por las esquinas en busca de alguien que quiera apoyar la contrarreforma. Eso sí, no importa si hay que poner oro y moro a sus pies.


Es imposible que «motu proprio» voten la contrarreforma el PRC, Teruel Existe, Coalición Canaria y algunos otros, salvo que Sánchez suelte la gallina. Y para actuar así en política es mejor que abran puesto ambulante en su tierra o en Carrera de San Jerónimo y se pongan a vender calcetines, pañuelos de feria, cintos y sudaderas. Si el Gobierno saca adelante esta brutalidad contrarreformista tendrá que dar muchas explicaciones de por qué ese afán de maltratar a trabajadores y empresas.


No es de recibo el golpe que pretende dar el Gobierno a la creación de empleo. Ahora va a ser mucho más caro crear empleo y contratar trabajadores. Nunca entenderemos por qué un Gobierno socialista ha dejado caer la «O» de obrero y mantiene la «S» de sinvergüenza. De todos es sabido que Garamendi estuvo a la defensiva por si descubrían la trampa que había tendido, pero ni la vicepresidenta comunista ni los «cobradietas» sindicales se percataron.


Los empresarios han salido perdiendo. La patronal, ahora dispersa y seccionada, sacó adelante la contrarreforma entre sus afiliados, pero es que tenía un miedo atroz al Gobierno y a los sindicatos envalentonados que amenazaron con endurecer las condiciones contra la empresa: endurecimiento de despidos. El comunismo lo basa todo en la amenaza y, además, sabe volver el rabo. La ministra comunista se ha hecho acreedora a que le hagan los «perrillos» cuanto antes.


Juzguen ustedes. Ahí tienen el retrato de la ministra comunista, el sindicalismo mal llamado obrero y a un Antonio Garamendi blandengue y temeroso. Sólo un dato más: la contrarreforma no aborda por ninguna parte el desempleo juvenil. El Gobierno pasa de los jóvenes. La temporalidad tampoco la soluciona. Mañana, tanto sindicatos clasistas como ministra comunista y Ejecutivo se cubrirán de contradicciones. Al tiempo.

La reforma laboral ahoga al Ejecutivo

El Gobierno avanza a la desesperada y promete lo que no está escrito con tal de que le aprueben las pinceladas a la contrarreforma
Jesús  Salamanca
miércoles, 12 de enero de 2022, 08:49 h (CET)

Mala gestión y peor imagen del ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños. Intenta recabar apoyos para la contrarreforma laboral porque el Gobierno tan sólo cuenta con 155 escaños en la Cámara Baja. Pinta mal y varios grupos ya han anunciado su negativa. El listo de Garamendi ha metido en un buen lío a la ministra comunista y a los «hambrientos y sedientos» sindicatos clasistas, pero lo ha hecho a un alto precio: la CEOE se ha desmoronado. El Gobierno avanza a la desesperada y promete lo que no está escrito con tal de que le aprueben las pinceladas a la contrarreforma de Yolanda y CC.OO. Europa no espera.


Bolaños quiere hablar con todos, dice, pero esos «todos» no están muy interesados en hablar con él. No ven futuro a esa contrarreforma pagada. Hace agua en todo lo introducido. La barbaridad de la ministra comunista de primar el convenio de ETT para afianzar y fomentar los fijos discontinuos no va a ninguna parte, incluso pretende que tenga prevalencia sobre los sectoriales. Hay algo que está muy claro en la contrarreforma: va a salir mucho más caro contratar y no todas empresas pueden asumir esa carga.


Dejar las manos libres a las ETT para fijar un sistema de llamamiento a los trabajadores que quieran trabajar no es de recibo. No entiendo cómo los vendidos sindicatos clasistas entran por ese aro que va a soliviantar a los trabajadores. Ya no es el momento de andar mendigando opiniones y apoyos. El Gobierno ha perdido mucho tiempo, incluso reuniéndose la ministra con los sindicatos a espaldas del presidente Sánchez y de Nadia Calviño. Tampoco entiendo a los agentes sociales que nada aportan y reciben con exceso. El Ejecutivo pretende aprobar el decreto tal cual está. A toda costa intenta evitar el trámite como proyecto de ley; es la mejor forma de no tener que introducir enmiendas.


Esas enmiendas corren el riesgo de desestabilizar el acuerdo alcanzado que, por otra parte, está simplemente hilvanado o, como dicen en mi tierra, cogido con inseguras pinzas. Al más mínimo cambio, la CEOE abandonará el pacto. El Gobierno es consciente de ello, de ahí que el ministro de la Presidencia y cuestiones varias intente asustar a no se sabe quién con eso de que «votar contra esta reforma laboral es votar a favor de la reforma de 2012». Sinceramente, imaginaba que Félix Bolaños era más sensato, pero ahora veo que utiliza la técnica de los miserables y juega a perrito faldero; es un mandado de avispero y chupete. Simple «abrazafarolas».


Bolaños ha llamado «brutal» a la reforma de 2012 y su ignorancia le ha llevado a decir que se hizo contra los trabajadores. ¿Se puede ser más melón y dañino? La que hará un daño considerable será la contrarreforma con las medidas introducidas con calzador y compensadas con dinero, en el caso de los clasistas sindicatos. Saldrá más caro contratar; el empresariado se lo pensará dos veces antes de ampliar las plantillas; prescindirán de muchos contratos a tiempo parcial; la contrarreforma es represora, pues sanciona a los empresarios a la más mínima; el empresariado trabajará bajo la espada de Damocles; deja a las ETT campar a sus anchas; cercena derechos de los trabajadores y sólo falta que dé escopetas a los piquetes en caso de huelga. El despropósito está escrito.


Si se llega a aprobar esta contrarreforma será porque el Ejecutivo unte a las partes. Las formaciones con sentido de Estado y más responsables no ven futuro en esos «palitroques sindicales» que sujetan el sombrajo montado por la ministra comunista, el sindicalismo sectario y la trampa de Antonio Garamendi, quien observa desde la barrera cómo se zurcen con la toalla, se crispan el Gobierno y algunos de sus socios e, incluso, Félix Bolaños llora por las esquinas en busca de alguien que quiera apoyar la contrarreforma. Eso sí, no importa si hay que poner oro y moro a sus pies.


Es imposible que «motu proprio» voten la contrarreforma el PRC, Teruel Existe, Coalición Canaria y algunos otros, salvo que Sánchez suelte la gallina. Y para actuar así en política es mejor que abran puesto ambulante en su tierra o en Carrera de San Jerónimo y se pongan a vender calcetines, pañuelos de feria, cintos y sudaderas. Si el Gobierno saca adelante esta brutalidad contrarreformista tendrá que dar muchas explicaciones de por qué ese afán de maltratar a trabajadores y empresas.


No es de recibo el golpe que pretende dar el Gobierno a la creación de empleo. Ahora va a ser mucho más caro crear empleo y contratar trabajadores. Nunca entenderemos por qué un Gobierno socialista ha dejado caer la «O» de obrero y mantiene la «S» de sinvergüenza. De todos es sabido que Garamendi estuvo a la defensiva por si descubrían la trampa que había tendido, pero ni la vicepresidenta comunista ni los «cobradietas» sindicales se percataron.


Los empresarios han salido perdiendo. La patronal, ahora dispersa y seccionada, sacó adelante la contrarreforma entre sus afiliados, pero es que tenía un miedo atroz al Gobierno y a los sindicatos envalentonados que amenazaron con endurecer las condiciones contra la empresa: endurecimiento de despidos. El comunismo lo basa todo en la amenaza y, además, sabe volver el rabo. La ministra comunista se ha hecho acreedora a que le hagan los «perrillos» cuanto antes.


Juzguen ustedes. Ahí tienen el retrato de la ministra comunista, el sindicalismo mal llamado obrero y a un Antonio Garamendi blandengue y temeroso. Sólo un dato más: la contrarreforma no aborda por ninguna parte el desempleo juvenil. El Gobierno pasa de los jóvenes. La temporalidad tampoco la soluciona. Mañana, tanto sindicatos clasistas como ministra comunista y Ejecutivo se cubrirán de contradicciones. Al tiempo.

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