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Las teclas me dan un ritmo, los tipos al rasgar el papel me brindan una atmósfera propicia para redactar esta carta con cierto hipnotismo

A mi querido amigo

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Mi muy querido amigo:


Una disculpa mi corazón te ruega… Hace tanto que no hablamos, y con esto de la pandemia se ha vuelto todo más complicado. No quiero excusarme, sin embargo, deseo que sepas cuan grande es mi aprecio por ti, mi querido amigo. Hay tanto que contarte, lo haré de a poco, no como cuando nos veíamos en persona, podíamos estar horas en la banca del parque. Espero que esta carta, al menos, compense en algo la nostalgia de aquellos recuerdos.


Esta versión no es la primera, hace unos días redacté una, pero me dio la sensación de que no transmitía en realidad todo el aprecio que te tengo. Busqué entre mis papeles leyendo las primeras líneas, buscaba un papel en particular, el borrador de una carta, de esta carta, al encontrarla me senté sobre mi antigua, mi nueva máquina de escribir que permanecía sosegada, esperando. Volví a leer cada frase, cada letra, la conexión con aquella experiencia se había esfumado como lo hace un antiguo recuerdo, sin importar que tan solo han transcurrido unos pocos días; mis sentimientos en el día que escribí aquel borrador de aquella carta no son los mismos sentimientos de hoy , el único que perdura intacto es el gran cariño que te tengo, los demás no son los mismos, me atrevería a decir que todo es distinto, yo soy distinto; así que, aunque voy a ser referencia al contenido original, no será la misma carta, y cuando termine, al desecharlo junto a otros muchos papeles, las palabras originales se habrán olvidado.


Las teclas me dan un ritmo, los tipos al rasgar el papel me brindan una atmósfera propicia para redactar esta carta con cierto hipnotismo. El olvido es inevitable, la filtración que nuestra mente usa para que no muramos asfixiados por los recuerdos… Pese a eso, hay ciertos momentos que se incrustan en nuestros ojos, los rememoramos, algunos se pintan con una sonrisa, otros con un dolor propio de un corazón cansado… Yo bien recuerdo el día en el que recibí esta hermosa máquina de escribir; recuerdo que la gran caja apareció un día frente a mi puerta, era un sábado, la pandemia ya se había robado un millón de vidas, leí el sobre que venía adherido, la nota era de parte tuya: Con cariño tu amigo.


Mi corazón dió un vuelco de alegría al ver la maquina, tú sabías que andaba buscando una. Me senté frente a la ventana. En la actualidad entre más liviana, delgada y rápida sea una cosa mejor, todo se mueve de forma asfixiante, la vida se ha extinguido, los rituales propios de una persona viva han sido intercambiados por la televisión y el internet, el acto de escribir cartas ha involucionado en el frívolo acto de escribir un whatsapp, nos hemos acoplado tan bien a las nuevas tecnologías que ahora se nos hace difícil volver a sentir aquello que nos rodea: la tinta, el papel, el cielo, el libro, las miradas, las sonrisas, la luna, la noche, la vela. Tener una máquina de escribir en las rodillas no se asemeja a la comodidad del frío teclado de la computadora, el sonido igual que una banda de percusión requiere un tiempo para acostumbrarse; sin embargo, estuve conociéndola, sus curvas, sus labios y su cuerpo, creo que logramos hacer simbiosis, ahora su risa es parte de la mía, ahora somos el mismo cuerpo, yo le he prometido mi escritura y ella sus teclas…


Te agradezco este tan hermoso regalo, te escribiré seguramente en unas 2 semanas. Por favor, salúdame a todos en casa. Cuídate mucho.



Tu amigo Gabriel.


Escribir cartas es ese algo que te hace replantear el tempo, la velocidad de nuestra vida, es aquello que te hace frenar, alejarte de las metas, los propósitos, las redes y la productividad… Un nuevo año ha comenzado, un nuevo año para ir a una velocidad de más disfrute, un continuar más ligero, más libre, más humano.

A mi querido amigo

Las teclas me dan un ritmo, los tipos al rasgar el papel me brindan una atmósfera propicia para redactar esta carta con cierto hipnotismo
Gabriel Lanswok
miércoles, 12 de enero de 2022, 08:09 h (CET)

Mi muy querido amigo:


Una disculpa mi corazón te ruega… Hace tanto que no hablamos, y con esto de la pandemia se ha vuelto todo más complicado. No quiero excusarme, sin embargo, deseo que sepas cuan grande es mi aprecio por ti, mi querido amigo. Hay tanto que contarte, lo haré de a poco, no como cuando nos veíamos en persona, podíamos estar horas en la banca del parque. Espero que esta carta, al menos, compense en algo la nostalgia de aquellos recuerdos.


Esta versión no es la primera, hace unos días redacté una, pero me dio la sensación de que no transmitía en realidad todo el aprecio que te tengo. Busqué entre mis papeles leyendo las primeras líneas, buscaba un papel en particular, el borrador de una carta, de esta carta, al encontrarla me senté sobre mi antigua, mi nueva máquina de escribir que permanecía sosegada, esperando. Volví a leer cada frase, cada letra, la conexión con aquella experiencia se había esfumado como lo hace un antiguo recuerdo, sin importar que tan solo han transcurrido unos pocos días; mis sentimientos en el día que escribí aquel borrador de aquella carta no son los mismos sentimientos de hoy , el único que perdura intacto es el gran cariño que te tengo, los demás no son los mismos, me atrevería a decir que todo es distinto, yo soy distinto; así que, aunque voy a ser referencia al contenido original, no será la misma carta, y cuando termine, al desecharlo junto a otros muchos papeles, las palabras originales se habrán olvidado.


Las teclas me dan un ritmo, los tipos al rasgar el papel me brindan una atmósfera propicia para redactar esta carta con cierto hipnotismo. El olvido es inevitable, la filtración que nuestra mente usa para que no muramos asfixiados por los recuerdos… Pese a eso, hay ciertos momentos que se incrustan en nuestros ojos, los rememoramos, algunos se pintan con una sonrisa, otros con un dolor propio de un corazón cansado… Yo bien recuerdo el día en el que recibí esta hermosa máquina de escribir; recuerdo que la gran caja apareció un día frente a mi puerta, era un sábado, la pandemia ya se había robado un millón de vidas, leí el sobre que venía adherido, la nota era de parte tuya: Con cariño tu amigo.


Mi corazón dió un vuelco de alegría al ver la maquina, tú sabías que andaba buscando una. Me senté frente a la ventana. En la actualidad entre más liviana, delgada y rápida sea una cosa mejor, todo se mueve de forma asfixiante, la vida se ha extinguido, los rituales propios de una persona viva han sido intercambiados por la televisión y el internet, el acto de escribir cartas ha involucionado en el frívolo acto de escribir un whatsapp, nos hemos acoplado tan bien a las nuevas tecnologías que ahora se nos hace difícil volver a sentir aquello que nos rodea: la tinta, el papel, el cielo, el libro, las miradas, las sonrisas, la luna, la noche, la vela. Tener una máquina de escribir en las rodillas no se asemeja a la comodidad del frío teclado de la computadora, el sonido igual que una banda de percusión requiere un tiempo para acostumbrarse; sin embargo, estuve conociéndola, sus curvas, sus labios y su cuerpo, creo que logramos hacer simbiosis, ahora su risa es parte de la mía, ahora somos el mismo cuerpo, yo le he prometido mi escritura y ella sus teclas…


Te agradezco este tan hermoso regalo, te escribiré seguramente en unas 2 semanas. Por favor, salúdame a todos en casa. Cuídate mucho.



Tu amigo Gabriel.


Escribir cartas es ese algo que te hace replantear el tempo, la velocidad de nuestra vida, es aquello que te hace frenar, alejarte de las metas, los propósitos, las redes y la productividad… Un nuevo año ha comenzado, un nuevo año para ir a una velocidad de más disfrute, un continuar más ligero, más libre, más humano.

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