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La correcta utilización de las palabras

Jesús Martínez Madrid, Gerona
Lectores
lunes, 10 de enero de 2022, 08:20 h (CET)

Las palabras pronunciadas, para algunos, han dejado de tener sentido y eso es una gran pérdida, porque el lenguaje es algo que nos une de un modo civilizado. El auge de la violencia y de las respuestas desabridas son una consecuencia completamente previsible del no decir las cosas para que se entiendan. El lenguaje aparente, decir una cosa y luego la contraria, descalifica al emisor y desconcierta al receptor; y llena de ruido la conversación.


Se nota mucho con las promesas incumplidas o de difícil cumplimiento real, como el ingreso vital mínimo o las ayudas a la isla de La Palma, tras la erupción. Cuando lo que se dice es una ensoñación, algo que sería bueno. Pero no se sabe cómo llevarlo a cabo, hay que señalarlo como un deseo, que no se sabe si se llegará a realizar. Lo que no se puede, o no depende que se haga del afán con que lo explicita el que lo dice, como la bajada del precio de la luz a los niveles de 2018, se está utilizando las palabras para otra cosa distinta a la de hacerse entender.

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El río Guadalupe, en el estado de Texas, debe su nombre, según una etimología popular, a la expresión árabe “wādī al-lubb”, que significa “río oculto”. Sin embargo, en las primeras horas del viernes 4 de julio, el río Guadalupe estuvo lejos de permanecer oculto. En plena noche, fuertes lluvias desataron una crecida repentina que transformó ese cauce, normalmente sereno, en un torrente embravecido que se elevó unos diez metros por encima de su nivel habitual.

Desde tiempos antiguos, algunos santos han sido conocidos por una relación especial con los animales. San Francisco de Asís hablando con las aves y animales del bosque o San Charbel enfrentando sin temor a animales salvajes, son solo algunos ejemplos que nos sorprenden y nos dejan una pregunta: ¿cómo es posible que estos hombres santos tuvieran una conexión tan profunda con criaturas que normalmente evitarían al ser humano?

Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

 
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