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Me preguntan ¿Qué es ternura?
y me atrevo a responder:
“es lo que practica un ser
cuando actúa con alma pura”.
No existe mayor altura,
ni más digna esplendidez,
que darse con avidez
a quién demandando amor,
se lo entregas con dulzor
y la mayor sencillez.
El que regala ternura,
no da pábulo a la prensa,
ni espera una recompensa
o que alaben su finura.
Solo encontrará ventura,
si lo miran con cariño,
o le obsequian con un guiño
que sea prueba de amistad;
también con la puridad
de la sonrisa de un niño.
Si la ternura imperase,
en el momento actual,
el Paraíso Terrenal
quizás aquí se instalase.
Esta deslumbrante frase,
me mueve a considerar,
que hay bastante por cambiar
en este mundo perdido;
que aún no tiene aprendido
que no hay nada como amar.
El hombre ocupa el área ocre de la pista. La mujer, el área aceituna. El hombre, debajo de una mesa liviana. Cerca y silencioso, un enanito disfrazado de enanito de jardín. El haz del “buscador”, quieto, lo ilumina. Se enloquece. Se pasea por el área ocre. Se detiene en el hombre: Romeo, el italiano. Habrán de imaginárselo: candor.
Resulta admirable encontrarse con un libro que guarda sus raíces en la investigación académica y en la fusión de las pasiones por la tradición oral y la ilustración. La cantidad de datos, citas, reflexiones minuciosas, relatos, trazos y nombres aparecen de una manera tan acertada, que en conjunto configuran ese terreno seguro donde entregarnos confiadamente a la lectura.
En el finísimo camino del hilo casi invisible / la araña desafíala terca gravedad y la engañosa distancia, / el hierro se desgastacon el frotar de la ventana, / casi una imperceptible sinfonía endulza el ambiente / cuando el viento transitaentre las grietas de la madera, / al mismo tiempo, / dos enamorados entregan su saliva el uno al otro / como si fueran enfermos recibiendo una transfusión.
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