Pedro Sánchez lleva tiempo manejando a su antojo el “donde dije digo, digo Diego”, fruto de sus contradicciones y compromisos imposibles. Sánchez pactó con Podemos (y con Bildu) derogar la reforma laboral, a sabiendas de que la Unión Europea pondría líneas rojas muy claras, y de que la situación económica no permite poner en peligro la creación de empleo.
El mantra de la derogación de la reforma laboral sirvió en su día como promesa electoral y como cebo para sus socios radicales. La realidad es que mientras la CEOE negocia por su cuenta en Bruselas, y aquí, en España, las vicepresidentas del Gobierno nos mantienen entretenidos con sus disputas, no hay tiempo ni espacio para seguir jugando a los enfados. Lo último parece que es que el gobierno se ha puesto de acuerdo consigo mismo para lograr un acuerdo equilibrado a través del diálogo con los agentes sociales, aunque sigue hablando de “derogación” sin conseguir una solución.
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