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Vivimos en una sociedad “endiosada” de sí misma, por los becerros brillantes al sol

Los pastores sin ovejas cuidan el redil

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Hoy, primeros de octubre, San Miguel se fue ya a descansar. Este año el veranillo de siempre nos trajo, como regalo, lo que todos estábamos esperando, “la liberación” del monstruo silencioso, con nombre de comic terrorífico, “Covid’19”.


España entera se llenó de sol, de multitudes, de vida… Las sonrisas campaban a su anchas… Los ojos brillaban con la ilusión y esperanza de que el dichoso bicho ya no volviese. Futbol, toros, teatros, conciertos, festejos… guardaron un minuto de recuerdo por todos aquellos que con sonrisa de impotencia se fueron solos… Pero… siempre hay un pero… Y ¿Dios? ... ¿Sigue solo? …


Vivimos en una sociedad “endiosada” de sí misma, por los becerros brillantes al sol. La gran diferencia con aquellos relatos bíblicos es que, a diferencia de Moisés, señalado por Yahvé, rompiendo furioso las Tablas de la Ley, hoy los “Sumos sacerdotes”, “Jerarquía eclesiástica” ven cómo “sus” templos siguen cerrados y “los” fieles pasan delante de ellos mirando, tristemente, de reojo.


Digo “sus”, porque, si fueran de los fieles, se preocuparían en preguntar, por si acaso; digo “los” porque son ellos, los fieles, el pueblo elegido por Dios. ¿Dónde está el Dios de los cristianos, utilizado con aparente silenciosa y cariñosa frialdad para intereses, “mutatis mutandis”, muy parecidos a los que tenían la jerarquía religiosa en tiempos de Jesús… Luego, silenciosamente, se retiraron, mientras le llevaban al Gólgota.


Todos llevamos dentro de nuestro corazón a la familia y todos echamos de menos poder visitarla… ¿No ocurre lo mismo en la “familia cristiana”? Pasamos por delante de una y otra parroquia con el sentimiento triste y pandémico de la soledad, por tener que saludar a nuestro Dios desde la distancia… Puertas entreabiertas… cuatro carteles mensajeros… un cuadrito de misas reducidas… otro con el importe del coste de los servicios… y los servidores de Dios en “teletrabajo”…


Ahora, mirando a María, muy enfadada, le pido dé un pequeño o grande coscorrón a todos aquellos que con hábito o sin hábito se dicen sus servidores… ruego a María que haga de Moisés y rompa las Tablas para que de forma “firme y dolorosa” les salpique por todo su cuerpo… Quizás así recuerden siempre, que son los elegidos para guiar el rebaño, no para, simplemente, proteger el redil, vacío de ovejas.

Los pastores sin ovejas cuidan el redil

Vivimos en una sociedad “endiosada” de sí misma, por los becerros brillantes al sol
Ángel Alonso Pachón
lunes, 4 de octubre de 2021, 11:23 h (CET)

Hoy, primeros de octubre, San Miguel se fue ya a descansar. Este año el veranillo de siempre nos trajo, como regalo, lo que todos estábamos esperando, “la liberación” del monstruo silencioso, con nombre de comic terrorífico, “Covid’19”.


España entera se llenó de sol, de multitudes, de vida… Las sonrisas campaban a su anchas… Los ojos brillaban con la ilusión y esperanza de que el dichoso bicho ya no volviese. Futbol, toros, teatros, conciertos, festejos… guardaron un minuto de recuerdo por todos aquellos que con sonrisa de impotencia se fueron solos… Pero… siempre hay un pero… Y ¿Dios? ... ¿Sigue solo? …


Vivimos en una sociedad “endiosada” de sí misma, por los becerros brillantes al sol. La gran diferencia con aquellos relatos bíblicos es que, a diferencia de Moisés, señalado por Yahvé, rompiendo furioso las Tablas de la Ley, hoy los “Sumos sacerdotes”, “Jerarquía eclesiástica” ven cómo “sus” templos siguen cerrados y “los” fieles pasan delante de ellos mirando, tristemente, de reojo.


Digo “sus”, porque, si fueran de los fieles, se preocuparían en preguntar, por si acaso; digo “los” porque son ellos, los fieles, el pueblo elegido por Dios. ¿Dónde está el Dios de los cristianos, utilizado con aparente silenciosa y cariñosa frialdad para intereses, “mutatis mutandis”, muy parecidos a los que tenían la jerarquía religiosa en tiempos de Jesús… Luego, silenciosamente, se retiraron, mientras le llevaban al Gólgota.


Todos llevamos dentro de nuestro corazón a la familia y todos echamos de menos poder visitarla… ¿No ocurre lo mismo en la “familia cristiana”? Pasamos por delante de una y otra parroquia con el sentimiento triste y pandémico de la soledad, por tener que saludar a nuestro Dios desde la distancia… Puertas entreabiertas… cuatro carteles mensajeros… un cuadrito de misas reducidas… otro con el importe del coste de los servicios… y los servidores de Dios en “teletrabajo”…


Ahora, mirando a María, muy enfadada, le pido dé un pequeño o grande coscorrón a todos aquellos que con hábito o sin hábito se dicen sus servidores… ruego a María que haga de Moisés y rompa las Tablas para que de forma “firme y dolorosa” les salpique por todo su cuerpo… Quizás así recuerden siempre, que son los elegidos para guiar el rebaño, no para, simplemente, proteger el redil, vacío de ovejas.

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