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Una rumba para la esfinge

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En esta Diada de Catalunya, más de un millón de catalanes le han bailado una rumba a la esfinge de La Moncloa.

Más de un millón de ciudadanos en las calles de Barcelona, cuatro años seguidos, bailándole a Rajoy la famosa rumba de Peret "Catalunya tiene poder", resulta impresionante.

Después -más creíbles- las urnas dirán lo que digan, pero estas grandes manifestaciones, con un mensaje claro, no merecen como respuesta una actitud de esfinge.

La calle -más o menos manipulada- se mueve y el Estado sigue estático, como pasmado y desorientado. No sabe, parece, como reaccionar. Y cuando lo ha hecho, demasiadas veces se ha equivocado. Y la calle, en Catalunya, se ha ido moviendo aún más y con más gente.

No es cuestión ahora de contar si los manifestantes fueron más o menos que otras veces: el gentío fue enorme. Ni tampoco de valorar el aliento, apoyo e implicación en estas movilizaciones de las distintas instancias del gobierno autonómico catalán, que es mucho y decisivo.

Lo sorprendente y destacable es la distinta actitud de las dos partes enfrentadas. La gran actividad e iniciativa, motivadoras y contagiantes, de un importante sector de la política y de la sociedad catalanas, y la escandalosa pasividad, negativa y desmoralizante, de los responsables de la gobernación estatal, sin imaginación ni iniciativa para encauzar de forma positiva y no alentando el enfrentamiento, el llamado problema catalán.

Problema que se crece, cada DIA, al rebotar con un muro de silencio, incomprensión o menosprecio, en lugar de encontrar una actitud de escucha y de diálogo, dentro de la ley o desde la posibilidad de cambiarla.

No debe dejarse caer en saco roto, la inconcreta oferta que acaba de hacer el president Artur Mas, en la euforia del éxito de la última Diada, de cambiar la ley "entre todos", que coincide con la del ministro Margallo de una cesión de la totalidad del IRPF y la modificación del texto constitucional.

Son, el de Mas y el de Margallo, dos ofrecimientos a tener en cuenta. Son hábiles y oportunos los dos.

Quizás permitirían al presidente Rajoy salir de su actual inmovilismo en este difícil asunto, que -como se ha visto- no conduce más que a agravar las cosas.

Y al president Mas a intentar deshacerse del embrollo en que se ha metido, de muy difícil salida, y jugar aún una carta con posibilidades, evitando que le hagan la cama sus propios socios, no mucho de fiar.

Una rumba para la esfinge

Wifredo Espina
domingo, 13 de septiembre de 2015, 08:24 h (CET)
En esta Diada de Catalunya, más de un millón de catalanes le han bailado una rumba a la esfinge de La Moncloa.

Más de un millón de ciudadanos en las calles de Barcelona, cuatro años seguidos, bailándole a Rajoy la famosa rumba de Peret "Catalunya tiene poder", resulta impresionante.

Después -más creíbles- las urnas dirán lo que digan, pero estas grandes manifestaciones, con un mensaje claro, no merecen como respuesta una actitud de esfinge.

La calle -más o menos manipulada- se mueve y el Estado sigue estático, como pasmado y desorientado. No sabe, parece, como reaccionar. Y cuando lo ha hecho, demasiadas veces se ha equivocado. Y la calle, en Catalunya, se ha ido moviendo aún más y con más gente.

No es cuestión ahora de contar si los manifestantes fueron más o menos que otras veces: el gentío fue enorme. Ni tampoco de valorar el aliento, apoyo e implicación en estas movilizaciones de las distintas instancias del gobierno autonómico catalán, que es mucho y decisivo.

Lo sorprendente y destacable es la distinta actitud de las dos partes enfrentadas. La gran actividad e iniciativa, motivadoras y contagiantes, de un importante sector de la política y de la sociedad catalanas, y la escandalosa pasividad, negativa y desmoralizante, de los responsables de la gobernación estatal, sin imaginación ni iniciativa para encauzar de forma positiva y no alentando el enfrentamiento, el llamado problema catalán.

Problema que se crece, cada DIA, al rebotar con un muro de silencio, incomprensión o menosprecio, en lugar de encontrar una actitud de escucha y de diálogo, dentro de la ley o desde la posibilidad de cambiarla.

No debe dejarse caer en saco roto, la inconcreta oferta que acaba de hacer el president Artur Mas, en la euforia del éxito de la última Diada, de cambiar la ley "entre todos", que coincide con la del ministro Margallo de una cesión de la totalidad del IRPF y la modificación del texto constitucional.

Son, el de Mas y el de Margallo, dos ofrecimientos a tener en cuenta. Son hábiles y oportunos los dos.

Quizás permitirían al presidente Rajoy salir de su actual inmovilismo en este difícil asunto, que -como se ha visto- no conduce más que a agravar las cosas.

Y al president Mas a intentar deshacerse del embrollo en que se ha metido, de muy difícil salida, y jugar aún una carta con posibilidades, evitando que le hagan la cama sus propios socios, no mucho de fiar.

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