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Los niños, hartos de viejas batallas narradas en tono épico, necesitaban ver un Athletic txapeldun, un Athletic campeón

Aduriz, balón de oro

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Buena parte de Bizkaia se echó ayer a las calles de Bilbao para vitorear a los jugadores del Athletic Club, para agradecerles la consecución de un título menor como la Supercopa de España, que en ‘el botxo’ ha sabido a gesta de las de antes, cuando el número de jugadores extranjeros permitido era muy pequeño y, de vez en cuando, el conjunto rojiblanco conseguía batir en la Liga o en la Copa a equipos como el Real Madrid o el FC Barcelona.

Aunque esta vez ‘la gabarra’ no ha navegado por la ría, dada la pequeña entidad del trofeo conseguido, la sufrida afición de San Mamés no ha podido contenerse por dos relevantes motivos: que la sequía de títulos duraba ya 31 años y que el contundente triunfo ha sido a costa del Barça de Messi, atropellando a los que posiblemente sean en estos momentos el mejor equipo y el mejor jugador del mundo.

La victoria ha resultado importantísima porque aunque el Athletic es en sí una religión, y por lo tanto se es de este equipo porque sí, resulta mucho más grata la incondicional militancia cuando se puede disponer de algún título que llevarse al paladar. Los niños y los mayores de treinta y pocos años estaban hartos de saber que en tiempos pretéritos sus abuelos y sus padres tuvieron ocasión de ver a un Athletic campeón de Liga y Copa, como en 1983 y 1984, a pesar de que en aquel tiempo Maradona jugaba en el Barça; la clase y las marrullerías del argentino no pudieron impedir los triunfos de mitos rojiblancos como Zubizarreta, Goikoetxea, Dani, Sarabia o Argote.

La afición estaba harta de viejas batallas narradas en tono épico y, sobre todo, los más pequeños, necesitaban ver un Athletic ‘txapeldun’, un Athletic campeón. Lo necesitaban los hinchas bajitos que viven en Bizkaia, y mucho más los que residen fuera, esos que a diario, como auténticos héroes, se resisten a la presión ambiental que generan los medios en torno a Real Madrid y FC Barcelona, y no sueñan ni con Messi, ni con Ronaldo, sino con poder jugar un día en San Mamés, llevar el número 20 a la espalda y ser capaces de meter tantos goles como Aduriz. Así se entiende que en plena Gran Vía, ante el edificio de la Diputación Foral, el pueblo de Bizkaia fuera unánime al corear su consigna: “Aduriz, balón de oro”.

La de ayer fue una jornada de inmensa felicidad para miles de niños que quizá no sepan explicar por qué son del Athletic, pero que seguramente lo comprendieron disfrutando de lo lindo mientras vitoreaban a sus héroes; ellos tuvieron la necesidad de echarse a la calle para celebrar el triunfo de la ilusión y el sacrificio.

Después de ver cómo se perdían cinco finales, el de ayer fue un día inolvidable para Aritz, un niño de 9 años que reside en Castellón, y que feliz se desgañitaba cantando el himno del Athletic y reclamando a los jugadores que miraran hacia abajo para verle a él. Cuando minutos más tarde se topó con el mítico Iribar, del que tantas veces le había hablado su padre, y éste accedió a fotografiarse con él, el binomio Aritz – Athletic quedó sellado para siempre.

Aduriz, balón de oro

Los niños, hartos de viejas batallas narradas en tono épico, necesitaban ver un Athletic txapeldun, un Athletic campeón
Rafa García
miércoles, 19 de agosto de 2015, 08:38 h (CET)
Buena parte de Bizkaia se echó ayer a las calles de Bilbao para vitorear a los jugadores del Athletic Club, para agradecerles la consecución de un título menor como la Supercopa de España, que en ‘el botxo’ ha sabido a gesta de las de antes, cuando el número de jugadores extranjeros permitido era muy pequeño y, de vez en cuando, el conjunto rojiblanco conseguía batir en la Liga o en la Copa a equipos como el Real Madrid o el FC Barcelona.

Aunque esta vez ‘la gabarra’ no ha navegado por la ría, dada la pequeña entidad del trofeo conseguido, la sufrida afición de San Mamés no ha podido contenerse por dos relevantes motivos: que la sequía de títulos duraba ya 31 años y que el contundente triunfo ha sido a costa del Barça de Messi, atropellando a los que posiblemente sean en estos momentos el mejor equipo y el mejor jugador del mundo.

La victoria ha resultado importantísima porque aunque el Athletic es en sí una religión, y por lo tanto se es de este equipo porque sí, resulta mucho más grata la incondicional militancia cuando se puede disponer de algún título que llevarse al paladar. Los niños y los mayores de treinta y pocos años estaban hartos de saber que en tiempos pretéritos sus abuelos y sus padres tuvieron ocasión de ver a un Athletic campeón de Liga y Copa, como en 1983 y 1984, a pesar de que en aquel tiempo Maradona jugaba en el Barça; la clase y las marrullerías del argentino no pudieron impedir los triunfos de mitos rojiblancos como Zubizarreta, Goikoetxea, Dani, Sarabia o Argote.

La afición estaba harta de viejas batallas narradas en tono épico y, sobre todo, los más pequeños, necesitaban ver un Athletic ‘txapeldun’, un Athletic campeón. Lo necesitaban los hinchas bajitos que viven en Bizkaia, y mucho más los que residen fuera, esos que a diario, como auténticos héroes, se resisten a la presión ambiental que generan los medios en torno a Real Madrid y FC Barcelona, y no sueñan ni con Messi, ni con Ronaldo, sino con poder jugar un día en San Mamés, llevar el número 20 a la espalda y ser capaces de meter tantos goles como Aduriz. Así se entiende que en plena Gran Vía, ante el edificio de la Diputación Foral, el pueblo de Bizkaia fuera unánime al corear su consigna: “Aduriz, balón de oro”.

La de ayer fue una jornada de inmensa felicidad para miles de niños que quizá no sepan explicar por qué son del Athletic, pero que seguramente lo comprendieron disfrutando de lo lindo mientras vitoreaban a sus héroes; ellos tuvieron la necesidad de echarse a la calle para celebrar el triunfo de la ilusión y el sacrificio.

Después de ver cómo se perdían cinco finales, el de ayer fue un día inolvidable para Aritz, un niño de 9 años que reside en Castellón, y que feliz se desgañitaba cantando el himno del Athletic y reclamando a los jugadores que miraran hacia abajo para verle a él. Cuando minutos más tarde se topó con el mítico Iribar, del que tantas veces le había hablado su padre, y éste accedió a fotografiarse con él, el binomio Aritz – Athletic quedó sellado para siempre.

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