Las primeras declaraciones a la salida de la cárcel de los líderes del 1-O indultados confirman que la medida de gracia ha sido una evidente claudicación del Estado de derecho. Las proclamas en favor de la amnistía y de la independencia son la síntesis del absurdo de esta medida gubernamental. La insistencia desafiante de los liberados en que no se van a callar, sin duda ha colocado a la política en la compleja tesitura de enfrentarse a un inaceptable desafío a las instituciones del Estado.
No se ha producido, al menos no lo podemos contar, un solo dato que indique que los indultados hayan roto con la hoja de ruta del primero de octubre. Es incomprensible que Pedro Sánchez se pase el día exigiendo a los independentistas que cumplan la ley cuando los liberados no ceden en sus exigencias y reiteran sistemática su voluntad de volver a transgredirla.
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