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La lactancia aumenta la sensación de sed

Una correcta hidratación es determinante en el embarazo, lactancia y primera infancia

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El agua es un elemento clave en nuestro proceso vital y cobra aún más importancia en el embarazo, ya que el 90% del peso corporal del feto es agua, un porcentaje que desciende al 75% en recién nacidos y que va disminuyendo, hasta alcanzar el 60% en la edad adulta.

Estos son algunos de los principales datos que se han compartido durante el 33º Congreso de la SEGO, clausurado el pasado sábado y en el que se ha puesto de manifiesto la importancia de la hidratación tanto durante la gestación como en los primeros años de vida del bebé.

La importancia de este tema ha sido destacada especialmente por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), institución que, en colaboración con Solán de Cabras, ha presentado en el certamen monografías específicas sobre este tema como “Agua, hidratación y salud en el embarazo y lactancia” o el documento de consenso “Pautas de hidratación en la asistencia sanitaria integral”.

Este último informe ha sido elaborado desde una perspectiva multidisciplinar, con la participación de la Asociación Española de Ciencias del Deporte, la propia SEGO, la Sociedad Española de Médicos de Residencias (SEMER), la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP).

En ambos documentos se destaca la importancia del agua en distintas funciones del organismo humano, ya que posibilita el transporte de nutrientes a todas las células, contribuye a la regulación de la temperatura corporal y colabora en el proceso digestivo y absortivo y es el medio de disolución de todos los líquidos corporales.

Como recuerda el profesor Javier Aranceta, presidente científico de la SENC, durante el embarazo se producen una serie de cambios fisiológicos que hacen que se incrementen las necesidades de agua por diversas circunstancias: ayuda a mantener el líquido amniótico, interviene en la prevención tanto de las infecciones urinarias, como de los cálculos renales y la deshidratación en las gestantes con vómitos.

“Además, se produce una mejoría de la sensación de quemazón en el esófago (pirosis) por la ingesta hídrica frecuente, que previene además el estreñimiento como síntoma común. Y hay que tener en cuenta que cerca de dos tercios del aumento de peso que experimente la embarazada son agua. Por eso, la ingesta de referencia durante el periodo de gestación debe ser de unos 2,5/3 litros al día, con preferencia por el agua mineral por la seguridad de su consumo y por el aporte complementario de minerales y oligoelementos como calcio, magnesio o bicarbonatos, entre otros”, apunta Aranceta.

La lactancia aumenta la sensación de sed
En el caso del proceso de lactancia materna, el 90% de la leche materna es agua, a lo que debe sumarse que el recién nacido precisa más cantidad de agua que en etapas posteriores. Y, como señala el experto, “durante la lactancia, especialmente durante el momento de la misma, se incrementa la sensación de sed en la madre para favorecer la ingesta hídrica. Por otra parte, en la preparación de biberones, la cantidad y caracterización del agua empleada tiene gran importancia en el aporte, seguridad alimentaria y equilibrio hidroelectrolítico del lactante”. En esta etapa, las necesidades de hidratación se elevan unos 700 mililitros más al día, siendo de especial relevancia la calidad de los líquidos y el consumo de agua con bajo contenido en sodio.

Durante la primera infancia, el agua de bebida, la leche y los alimentos naturales ricos en agua son los principales elementos responsables de una hidratación saludable en unas cantidades cercanas a 1 mililitro de agua por cada kilocaloría de ingesta energética. Las necesidades hídricas del niño entre 1-6 meses son de 0,7 litros al día, que se cubren con la lactancia materna. Entre los 6-12 meses, se aumentará a 0,8 litros al día, para pasar a entre 1,3 y 2,3 litros de agua entre el año y los 18 años.

Una correcta hidratación es determinante en el embarazo, lactancia y primera infancia

La lactancia aumenta la sensación de sed
Francisco Acedo
lunes, 22 de junio de 2015, 22:04 h (CET)
El agua es un elemento clave en nuestro proceso vital y cobra aún más importancia en el embarazo, ya que el 90% del peso corporal del feto es agua, un porcentaje que desciende al 75% en recién nacidos y que va disminuyendo, hasta alcanzar el 60% en la edad adulta.

Estos son algunos de los principales datos que se han compartido durante el 33º Congreso de la SEGO, clausurado el pasado sábado y en el que se ha puesto de manifiesto la importancia de la hidratación tanto durante la gestación como en los primeros años de vida del bebé.

La importancia de este tema ha sido destacada especialmente por la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), institución que, en colaboración con Solán de Cabras, ha presentado en el certamen monografías específicas sobre este tema como “Agua, hidratación y salud en el embarazo y lactancia” o el documento de consenso “Pautas de hidratación en la asistencia sanitaria integral”.

Este último informe ha sido elaborado desde una perspectiva multidisciplinar, con la participación de la Asociación Española de Ciencias del Deporte, la propia SEGO, la Sociedad Española de Médicos de Residencias (SEMER), la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP).

En ambos documentos se destaca la importancia del agua en distintas funciones del organismo humano, ya que posibilita el transporte de nutrientes a todas las células, contribuye a la regulación de la temperatura corporal y colabora en el proceso digestivo y absortivo y es el medio de disolución de todos los líquidos corporales.

Como recuerda el profesor Javier Aranceta, presidente científico de la SENC, durante el embarazo se producen una serie de cambios fisiológicos que hacen que se incrementen las necesidades de agua por diversas circunstancias: ayuda a mantener el líquido amniótico, interviene en la prevención tanto de las infecciones urinarias, como de los cálculos renales y la deshidratación en las gestantes con vómitos.

“Además, se produce una mejoría de la sensación de quemazón en el esófago (pirosis) por la ingesta hídrica frecuente, que previene además el estreñimiento como síntoma común. Y hay que tener en cuenta que cerca de dos tercios del aumento de peso que experimente la embarazada son agua. Por eso, la ingesta de referencia durante el periodo de gestación debe ser de unos 2,5/3 litros al día, con preferencia por el agua mineral por la seguridad de su consumo y por el aporte complementario de minerales y oligoelementos como calcio, magnesio o bicarbonatos, entre otros”, apunta Aranceta.

La lactancia aumenta la sensación de sed
En el caso del proceso de lactancia materna, el 90% de la leche materna es agua, a lo que debe sumarse que el recién nacido precisa más cantidad de agua que en etapas posteriores. Y, como señala el experto, “durante la lactancia, especialmente durante el momento de la misma, se incrementa la sensación de sed en la madre para favorecer la ingesta hídrica. Por otra parte, en la preparación de biberones, la cantidad y caracterización del agua empleada tiene gran importancia en el aporte, seguridad alimentaria y equilibrio hidroelectrolítico del lactante”. En esta etapa, las necesidades de hidratación se elevan unos 700 mililitros más al día, siendo de especial relevancia la calidad de los líquidos y el consumo de agua con bajo contenido en sodio.

Durante la primera infancia, el agua de bebida, la leche y los alimentos naturales ricos en agua son los principales elementos responsables de una hidratación saludable en unas cantidades cercanas a 1 mililitro de agua por cada kilocaloría de ingesta energética. Las necesidades hídricas del niño entre 1-6 meses son de 0,7 litros al día, que se cubren con la lactancia materna. Entre los 6-12 meses, se aumentará a 0,8 litros al día, para pasar a entre 1,3 y 2,3 litros de agua entre el año y los 18 años.

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