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Un PP exclusivo y excluyente

Los partidos no deben confundir al ciudadano con el militante
Jose Pérez Suria
lunes, 11 de mayo de 2015, 22:55 h (CET)
El pasado jueves arrancó una campaña electoral tan incierta como novedosa. La tradicional lucha de titanes a la que nos habíamos acostumbrado en España ha dado paso a un combate a cuatro entre PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos. Un panorama político dudoso que ha puesto en funcionamiento una maquinaria orientada a cuidar y mimar cada paso de los candidatos.

En esta línea, el Partido Popular ha puesto a sus líderes a mendigar los votos puerta a puerta, a doña Esperanza Aguirre pateando Madrid con el sofá a cuestas y a media cúpula popular lanzada en tropel sin dirección clara, pero en la calle y junto al ciudadano.

Por el contrario, el PP de una pequeña localidad del Camp de Morvedre ha confundido al militante o simpatizante con el vecino al que se le pide el voto. La agrupación municipal presentó el pasado viernes su lista de candidatos al ayuntamiento con una cena a escote que congregó poco más de medio centenar de personas. No piensen que el precio era excesivo, nada de eso, tan sólo 5 euros. Una minucia que enturbia el inicio de campaña. He dicho en repetidas ocasiones, que las presentaciones deben ser abiertas a todos y sin coste de por medio, hay que evitar toda traba o impedimento para que los ciudadanos vayan y escuchen las propuestas, las ideas, el discurso, observen y participen.

Algunos me dirán que el precio no supone ningún obstáculo por una noche entre compañeros con un ágape que degustar. Pero, lo que puede no ser nada para usted o para mi, lo puede ser para alguno de los vecinos a los que los populares les piden el voto, y no será porque no exista pueblo en España que se libre de la familia con la nevera vacía, la despensa polvorienta o del temor al embargo inminente.

Los políticos deben ir desnudos, exponerse al ciudadano con sus palabras y propuestas y no con cenitas o comidas que endulcen las mentiras, farsas, quimeras y falacias que se ocultan entre el trago de vino, el mordisco de gamba y el aplauso efusivo del militante. Esas reuniones con plato de por medio hay que dejarlas para el partido, para alimentar y nutrir al rebaño de militantes que pese a todo y entiendan ustedes lo que quieran por todo, depositaran el voto ciegamente.

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Someter a la política al principio de racionalidad por la vía del Derecho, fue uno de los logros del sistema político moderno. Por otro lado, el hombre común pasó a ocupar un lugar en la toma de decisiones políticas, en cierta forma para dejar constancia tanto de su nuevo papel como persona y como ciudadano.

Hay dolores que no se ven, pero que se sienten hasta los huesos. Dolor que no se expresa, que no se llora, que no se dice en voz alta porque “hay que seguir adelante”, porque “no es tan grave”, porque “otros están peor”. Ese dolor —el que se traga y no se digiere— no desaparece: se instala en el cuerpo, en lo profundo, y un día, cuando menos lo esperas, empieza a hablar por su cuenta.

 
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