En primer lugar hay que desconfiar de esa urgencia de Casado de romper, precisamente ahora con la historia que, quiera o no, figura en su trayectoria pública. Y en segundo término tampoco se entiende que lo único que se le ocurra al responsable del Partido Popular, para romper con su propio pasado, sea el cambio de sede, “refundaciones” aparte.
Además es lógico que se ponga en duda que el simple hecho de trasladar los muebles, sea un indicio de que se deja atrás toda una historia y se comienza una nueva etapa. Para convencer a la opinión pública en general y a militantes y votantes en particular, hay que “inventarse” algo de más fuste político y de un mayor peso ideológico.
Porque también, a Casado, se le podía haber ocurrido llamar a un exorcista que fuera por pasillos y despachos ahuyentando los malos espíritus y se hubiera ahorrado la mudanza.
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