En ocasiones se producen sorpresas que nos reafirman en la falta de confianza en todos estos agoreros que, una vez por su propia incapacidad para valorar las reacciones de los pueblos y, en otras, por utilizar las encuestas en forma sesgada, para ayudar a una determinada propuesta política, proporcionando datos falsos para hinchar las posibilidades de éxito e influir en aquellos indecisos a votar por aquellos que tienen más posibilidades de salir elegidos en unos comicios; un efecto que se suele producir como acción mimética que inclina la balanza a favor de aquellos cuyas posibilidades de victoria son más aireadas a través de los medios de comunicación.
El caso de las elecciones en el Reino Unido ha sido uno de estos en los que, las encuestas realizadas entre los votantes por todos estos analistas “expertos” en sondear la opinión pública, han demostrado lo equivocados que estuvieron en sus pronósticos y la falta de credibilidad que se les puede otorgar en cuanto a sus previsiones, presuntamente basadas en un número o muestra de encuestados lo suficientemente amplia y creíble para poder construir sobre la misma un mapa del futuro mapa electoral de una nación o una circunscripción electoral.
Fuere como fuere, todos aquellos que pontificaron unas elecciones igualadas entre tories y wigs, han quedado retratados, ante la opinión pública, como un atajo de ineptos incapaces de acertar, ni de lejos, en sus pronósticos; cuando el partido del señor Cameron ha barrido, prácticamente, del mapa político a todos su adversarios, con la excepción de Escocia donde, en contradicción con la votación que se celebró para decidir si se separaban del resto de la UK, para convertirse en una nación independiente; en esta ocasión la mayoría de los votantes escoceses se han decantado por otorgar su confianza a la señora Nicola Surgeon, la líder de los nacionalistas escoceses del SNP, que estará en Westminster con 56 escaños.
La victoria de los conservadores del señor Cámeron puede que no haya sentado bien en algunos países de Europa, que han venido considerando al premier inglés una persona difícil, contraria a que la CE pretenda interferir con un excesivo control y demasiadas leyes en lo que se pueden considerar cuestiones internas y privativas de cada nación, imponiendo obligaciones o limitando libertades a los gobernantes que, en el caso de los ingleses, no están dispuestos a aceptar. Ya consiguieron permanecer fuera del euro y, tampoco se han adherido al espacio Schengen de libertad de circulación de los miembros de la UE por todos los países integrados en ella. Es cierto que, en ciertas cuestiones de tipo policiaco, tiene acuerdos de colaboración con el resto de Europa. Últimamente se brindaron a colaborar en la vigilancia de los emigrantes de Libia, pero sin aceptar hacerse responsables de ellos.
Sin embargo, se debe admitir que a los británicos les va bien, tienen una economía saneada con un 5% de paro (quién lo pillara) y abierta, permitiendo que en su suelo cualquier extranjero pueda abrir con suma facilidad empresas o negocios que vienen contribuyendo el engrandecimiento de la nación. A diferencia de lo que viene ocurriendo en España, las izquierdas han salido vapuleadas y el señor Cameron podrá, con su mayoría absoluta, y con el beneplácito de los británicos, su política económica que tan buenos resultados le ha dado a su país. ¿Será una premonición o sólo se puede considerar un caso aislado que no puede extrapolarse al resto de naciones europeas, como en el caso español? Es evidente que en España tenemos un gran handicap, la elevada tasa de desempleo que, a pesar de estar empezando a disminuir, no cabe duda que 4.400.000 inscritos en las listas del desempleo es una carga económica insoportable para España y, a la vez, un grave problema social que tarda demasiado en ser solucionado.
Debo confesar que siento una envidia sana por la madurez, inteligencia, oportunidad y criterio propio con el que se han comportado todos estos votantes anónimos, que han sabido valorar los esfuerzos y los logros del gobierno conservador británico por encima de los errores, que también los han tenido, y de los casos de corrupción que han tenido lugar en las filas conservadoras. En el UK, sin embargo no se han utilizado estos casos de corrupción como arma arrojadiza contra la oposición, demostrando que saben distinguir entre cuestiones aisladas y convenientemente superadas que, en ocasiones, escapan al control de los partidos; de lo que es la pericia en el gobierno, los objetivos alcanzados y el bienestar del pueblo, que los tories han sabido proporcionar a sus ciudadanos.
Quisiéramos que, en nuestra nación, los ciudadanos tomaran ejemplo de la sensatez de los votantes de la Gran Bretaña y supieran distinguir el grano de la paja en todo este cúmulo de propuestas dispares, algunas dignas de soñadores empedernidos y otras cargadas de la pólvora revolucionaria, propia de aquellos a los que les tiene sin cuidado el bienestar de los españoles, porque sólo buscan crear un ambiente propicio que les permita agitar a la gente como medio de hacerse con el poder; para lo cual no dudan en engañar, mentir, prometer igualdad y sueldos para todos, sin que ninguno de ellos haya sido capaz de explicar como se las arreglarían para obtener el dinero para tales “milagros”, sin que los impuestos acabaran de arruinar a lo que queda de nuestra nación.
Europa va a tener que bregar con un Reino Unido que le va a seguir creando problemas, aunque, en muchas ocasiones, sentimos que el que haya una “conciencia”, una especie del “Pepito Grillo” de Pinocho, que le cante las verdades y que frene sus impulso de pretender imponer lo que a las grandes potencias les conviene, aunque ello no resulte ser lo más conveniente para aquellas que han tenido la peor parte en la crisis pasada. Una Europa que no ha sido capaz de construirse una constitución que agrupara los intereses comunes y sólo sustentada en una unión económica, no está en condiciones de pretender sustituir las soberanías de las naciones que integran la comunidad, convirtiéndolo todo en una especie de “negocio” que, como suele suceder, resulta harto difícil que pueda ser beneficioso para todos.
Es evidente que el señor Cameron va a tener que cumplir lo que les prometió a sus votantes, porque en el RU no es como en España que todos sabemos que las promesas electorales tienen el mismo valor que las del fumador que quiere dejar el vicio: que nunca se cumplen. A más tardar para el año 2017 deberá celebrar el referéndum donde los británicos van a poder opinar sobre la conveniencia de que, el país, siga dentro de Europa o, por el contrario, deba dejar de formar parte de la comunidad europea para seguir su propio rumbo, algo que durante muchos siglos han ido haciendo y debemos reconocer que no les ha ido tan mal.
Si queremos compararnos con ellos, deberemos admitir que en poco nos asemejamos. Y ello nos lleva a considerar la posibilidad de que, la inconsciencia con la que muchos españoles se están tomando los próximos comicios municipales y autonómicos y la ligereza con la que algunos políticos ofrecen aquello que saben que no van a poder cumplir, es muy posible que nos lleve a una situación de ingobernabilidad de municipios o autonomías, como está sucediendo en Andalucía. Si esto lo multiplicamos por las 17 autonomías que tenemos, deberemos reconocer que los resultados del próximo día 24 pueden convertir a nuestra piel de toro en un semillero de discordias, enfrentamientos, irregularidades y perjuicios para todos aquellos que se vean obligados a soportar las consecuencias de las divergencias entre los distintos componentes de cada gobierno regional o municipio.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos tememos que, si Dios no lo remedia, vamos directos a un país ingobernable.
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