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A los lectores habituales de “la buena noticia” les habrá sorprendido el encabezamiento de esta que están leyendo

Culpa y responsabilidad

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Como pueden comprobar está fechada en Getafe y firmada por mi hijo. Con orgullo he podido comprobar como varios miembros de mi familia han seguido mi ejemplo y recogen, negro sobre blanco, sus opiniones y pensamientos. Parece ser que no predico en el desierto.

Al recibir la “buena noticia” anterior no me resistí a transmitírsela a mis lectores. Dice así:

“La culpa aplasta. La responsabilidad alienta a ser mejor persona. Vivimos en una época en la que está mucho más presente la culpa que la responsabilidad. Hasta la generación de mis padres, la idea de culpa tenía una gran relevancia en la Iglesia Católica. Afortunadamente ya no es así, al menos en la Iglesia que yo conozco y que me ayuda. Pero el demonio no descansa, y ahora son otros los actores que buscan que me sienta culpable. Para el poder es bueno que el pueblo se sienta culpable.

Así, si se le hace alguna trastada a la gente, esta piensa que es porque se lo merece.

Pero no debo sentirme culpable, sino responsable. Y responsable dentro de mis limitaciones. Que no soy un superhéroe.

Soy un ser humano, pero no soy culpable de la deforestación del Amazonas o de que se destruya la gran barrera de Coral. Soy responsable de cuidar el medio ambiente que me rodea, y de hacer un consumo responsable.

Soy un hombre, pero no soy culpable de que un indeseable mate a su mujer en Murcia. Soy responsable de tratar a mi esposa, mi hija y mis compañeras de trabajo como lo que son, personas tan o más capaces que yo.

Soy europeo, pero no soy culpable de que se mueran niños de hambre en Congo. Soy responsable de compartir mis recursos con los más pobres.

He pasado el COVID, pero no soy culpable de que se muera la gente. Soy responsable de cumplir las normas lo mejor posible y de seguir las recomendaciones que considere razonables.

Lo mismo ocurre al revés. En principio es fácil decir que la culpa la tiene alguien; el gobierno, la oposición o quién sea. Pero al final eso suele acabar en nuestra frustración porque el mundo no tiene arreglo, y la culpa es muy grande. Es más difícil, pero más productivo, buscar responsables.

Personas concretas responsables de actos concretos. Para eso hay que informarse, reflexionar…

Pero cuidado, a toro pasado todo es muy sencillo. Averiguar el número premiado de la lotería después del sorteo no tiene mucho mérito. Las decisiones se evalúan teniendo en cuenta la información, las circunstancias y las posibilidades que tiene el que decide en ese momento. Y teniendo en cuenta que nadie es un héroe, ni un genio, ni un vidente.

Podemos pensar que si una abuela frágil se infecta de COVID, es culpa de los dos hijos que la visitaron durante estos meses. Pero, si obligan a la abuela estar sola, y resulta que esta se muere en febrero de gastroenteritis, que puede pasar, ¿tienen los hijos la culpa de que pasara los últimos meses de su vida triste y sola?

Siempre hay margen de mejora, y si alguien actúa con irresponsabilidad hay que denunciarlo, para que se corrija o al menos no vuelva a producirse un mal. No debemos ser indulgentes con la injusticia. Pero tampoco debemos ser jueces muy severos, sobre todo los que pensamos que con la medida que juzguemos se nos juzgará. Por lo menos yo, necesito que el que me juzgue tenga la manga muy ancha.

Me podréis decir que, si somos así de prudentes, muchas de las cosas malas que pasan no serán responsabilidad de nadie. Pero ¿es eso tan malo? ¿Es tan necesario que de todo tenga alguien la culpa? ¿No nos dará serenidad el aceptar que muchas de las desgracias que nos pasan se producen porque no somos invulnerables, porque los fenómenos naturales no son del todo controlables, o porque el azar y el caos son parte del Universo? Con la nevada de Madrid, muchos árboles han perdido sus ramas o se han roto del todo. No es culpa de nadie ¡Qué descanso! La verdad es que veo los árboles desmochados con alivio. Ni es culpa mía ni tampoco tengo otro motivo más para creer que la humanidad no tiene remedio. Lo acepto con serenidad. Ya crecerán.

La buena noticia de hoy es que no somos culpables de casi nada, aunque seamos responsables de muchas cosas”.

Nota.- Manuel Montes Lluch es medico geriatra de un hospital de Madrid. 

Culpa y responsabilidad

A los lectores habituales de “la buena noticia” les habrá sorprendido el encabezamiento de esta que están leyendo
Manuel Montes Cleries
lunes, 8 de febrero de 2021, 11:52 h (CET)

Como pueden comprobar está fechada en Getafe y firmada por mi hijo. Con orgullo he podido comprobar como varios miembros de mi familia han seguido mi ejemplo y recogen, negro sobre blanco, sus opiniones y pensamientos. Parece ser que no predico en el desierto.

Al recibir la “buena noticia” anterior no me resistí a transmitírsela a mis lectores. Dice así:

“La culpa aplasta. La responsabilidad alienta a ser mejor persona. Vivimos en una época en la que está mucho más presente la culpa que la responsabilidad. Hasta la generación de mis padres, la idea de culpa tenía una gran relevancia en la Iglesia Católica. Afortunadamente ya no es así, al menos en la Iglesia que yo conozco y que me ayuda. Pero el demonio no descansa, y ahora son otros los actores que buscan que me sienta culpable. Para el poder es bueno que el pueblo se sienta culpable.

Así, si se le hace alguna trastada a la gente, esta piensa que es porque se lo merece.

Pero no debo sentirme culpable, sino responsable. Y responsable dentro de mis limitaciones. Que no soy un superhéroe.

Soy un ser humano, pero no soy culpable de la deforestación del Amazonas o de que se destruya la gran barrera de Coral. Soy responsable de cuidar el medio ambiente que me rodea, y de hacer un consumo responsable.

Soy un hombre, pero no soy culpable de que un indeseable mate a su mujer en Murcia. Soy responsable de tratar a mi esposa, mi hija y mis compañeras de trabajo como lo que son, personas tan o más capaces que yo.

Soy europeo, pero no soy culpable de que se mueran niños de hambre en Congo. Soy responsable de compartir mis recursos con los más pobres.

He pasado el COVID, pero no soy culpable de que se muera la gente. Soy responsable de cumplir las normas lo mejor posible y de seguir las recomendaciones que considere razonables.

Lo mismo ocurre al revés. En principio es fácil decir que la culpa la tiene alguien; el gobierno, la oposición o quién sea. Pero al final eso suele acabar en nuestra frustración porque el mundo no tiene arreglo, y la culpa es muy grande. Es más difícil, pero más productivo, buscar responsables.

Personas concretas responsables de actos concretos. Para eso hay que informarse, reflexionar…

Pero cuidado, a toro pasado todo es muy sencillo. Averiguar el número premiado de la lotería después del sorteo no tiene mucho mérito. Las decisiones se evalúan teniendo en cuenta la información, las circunstancias y las posibilidades que tiene el que decide en ese momento. Y teniendo en cuenta que nadie es un héroe, ni un genio, ni un vidente.

Podemos pensar que si una abuela frágil se infecta de COVID, es culpa de los dos hijos que la visitaron durante estos meses. Pero, si obligan a la abuela estar sola, y resulta que esta se muere en febrero de gastroenteritis, que puede pasar, ¿tienen los hijos la culpa de que pasara los últimos meses de su vida triste y sola?

Siempre hay margen de mejora, y si alguien actúa con irresponsabilidad hay que denunciarlo, para que se corrija o al menos no vuelva a producirse un mal. No debemos ser indulgentes con la injusticia. Pero tampoco debemos ser jueces muy severos, sobre todo los que pensamos que con la medida que juzguemos se nos juzgará. Por lo menos yo, necesito que el que me juzgue tenga la manga muy ancha.

Me podréis decir que, si somos así de prudentes, muchas de las cosas malas que pasan no serán responsabilidad de nadie. Pero ¿es eso tan malo? ¿Es tan necesario que de todo tenga alguien la culpa? ¿No nos dará serenidad el aceptar que muchas de las desgracias que nos pasan se producen porque no somos invulnerables, porque los fenómenos naturales no son del todo controlables, o porque el azar y el caos son parte del Universo? Con la nevada de Madrid, muchos árboles han perdido sus ramas o se han roto del todo. No es culpa de nadie ¡Qué descanso! La verdad es que veo los árboles desmochados con alivio. Ni es culpa mía ni tampoco tengo otro motivo más para creer que la humanidad no tiene remedio. Lo acepto con serenidad. Ya crecerán.

La buena noticia de hoy es que no somos culpables de casi nada, aunque seamos responsables de muchas cosas”.

Nota.- Manuel Montes Lluch es medico geriatra de un hospital de Madrid. 

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