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Este 2015 se cumplen cuarenta años del asesinato de Pasolini. Abel Ferrara lo recuerda a su modo

La pasión de Pasolini

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Se narra el último día en la vida del escritor, poeta y director de cine italiano Pier Paolo Pasolini (Willem Dafoe) antes de ser asesinado en la madrugada del 2 de noviembre de 1975.

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Interesante, aunque insuficiente acercamiento/homenaje a la controvertida figura de Pier Paolo Pasolini a través de la descripción de sus últimas horas de vida en Roma, y de la plasmación en imágenes de algunos de sus escritos y de la que debía haber sido su siguiente película (Porno-Teo-Kolossal) tras la filmación de Saló o los 120 días de Sodoma (con imágenes de ésta proyectadas sobre una pantalla arranca el filme). Lo mejor de la cinta que nos ocupa es, sin duda, la magnética presencia de Willem Dafoe, quien, ataviado con gafas oscuras y ropa al estilo de los setenta, y a pesar de hablar en inglés americano, ha sabido resucitar en tono elegíaco al fantasma del autor de Accattone.

Abel Ferrara, con guión de Maurizio Braucci, crea desde el respeto y la más profunda admiración, el retrato de un hombre insatisfecho, provocador y sumamente crítico con la sociedad de su tiempo (conocidos son sus feroces ataques al poder, al consumismo y al nuevo fascismo). La película funciona mientras Dafoe está presente. Es decir, cuando se describe el último día de vida del cineasta, al que vemos leer por la mañana sobre la convulsa situación social que vive Roma en el Corriere della Sera, sentarse a escribir a máquina, comer junto a su amada madre y unos amigos a mediodía, jugar al fútbol con los chicos del barrio, conceder su última y premonitoria entrevista a Furio Colombo de La Stampa durante la tarde (“Estamos todos en peligro”, le dice al periodista), o salir a cenar por la noche antes de que la búsqueda de sexo con un joven lo conduzca a la perdición en una solitaria playa de Ostia. Sin embargo, tropieza cuando Ferrara intenta emular a Pasolini con la recreación de fragmentos del último guión escrito por el artista italiano (como decíamos, Porno-Teo-Kolossal, la historia de un hombre de mediana edad que, junto con su nuncio o ángel de la guarda, sigue al cometa que anuncia la llegada de un nuevo mesías). Y es que el universo pasoliniano, guste más o menos, es tan personal, pintoresco e intransferible, que resulta ridículo en manos de cualquier otro realizador.

Con respecto al brutal asesinato de Pasolini, del que probablemente nunca sepamos toda la verdad, Ferrara no opta, al menos de una forma abierta, por la teoría conspirativa del crimen político, sino que lo muestra como el crudo resultado de una sociedad que se regodea en la violencia.

En definitiva, con Pasolini uno tiene la sensación de que el autor de Teniente corrupto se queda a medio camino en casi todo. Una pequeña decepción.

La pasión de Pasolini

Este 2015 se cumplen cuarenta años del asesinato de Pasolini. Abel Ferrara lo recuerda a su modo
Ricardo Pérez
martes, 7 de abril de 2015, 16:32 h (CET)
Se narra el último día en la vida del escritor, poeta y director de cine italiano Pier Paolo Pasolini (Willem Dafoe) antes de ser asesinado en la madrugada del 2 de noviembre de 1975.

070415B

Interesante, aunque insuficiente acercamiento/homenaje a la controvertida figura de Pier Paolo Pasolini a través de la descripción de sus últimas horas de vida en Roma, y de la plasmación en imágenes de algunos de sus escritos y de la que debía haber sido su siguiente película (Porno-Teo-Kolossal) tras la filmación de Saló o los 120 días de Sodoma (con imágenes de ésta proyectadas sobre una pantalla arranca el filme). Lo mejor de la cinta que nos ocupa es, sin duda, la magnética presencia de Willem Dafoe, quien, ataviado con gafas oscuras y ropa al estilo de los setenta, y a pesar de hablar en inglés americano, ha sabido resucitar en tono elegíaco al fantasma del autor de Accattone.

Abel Ferrara, con guión de Maurizio Braucci, crea desde el respeto y la más profunda admiración, el retrato de un hombre insatisfecho, provocador y sumamente crítico con la sociedad de su tiempo (conocidos son sus feroces ataques al poder, al consumismo y al nuevo fascismo). La película funciona mientras Dafoe está presente. Es decir, cuando se describe el último día de vida del cineasta, al que vemos leer por la mañana sobre la convulsa situación social que vive Roma en el Corriere della Sera, sentarse a escribir a máquina, comer junto a su amada madre y unos amigos a mediodía, jugar al fútbol con los chicos del barrio, conceder su última y premonitoria entrevista a Furio Colombo de La Stampa durante la tarde (“Estamos todos en peligro”, le dice al periodista), o salir a cenar por la noche antes de que la búsqueda de sexo con un joven lo conduzca a la perdición en una solitaria playa de Ostia. Sin embargo, tropieza cuando Ferrara intenta emular a Pasolini con la recreación de fragmentos del último guión escrito por el artista italiano (como decíamos, Porno-Teo-Kolossal, la historia de un hombre de mediana edad que, junto con su nuncio o ángel de la guarda, sigue al cometa que anuncia la llegada de un nuevo mesías). Y es que el universo pasoliniano, guste más o menos, es tan personal, pintoresco e intransferible, que resulta ridículo en manos de cualquier otro realizador.

Con respecto al brutal asesinato de Pasolini, del que probablemente nunca sepamos toda la verdad, Ferrara no opta, al menos de una forma abierta, por la teoría conspirativa del crimen político, sino que lo muestra como el crudo resultado de una sociedad que se regodea en la violencia.

En definitiva, con Pasolini uno tiene la sensación de que el autor de Teniente corrupto se queda a medio camino en casi todo. Una pequeña decepción.

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