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Simplismos de variada índole

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La complejidad invade cada rincón existencial, las partículas que nos constituyen están muy inquietas y comunicativas. Los pensamientos difieren extremosamente entre sí. El mundo fluye en un torbellino incesante. La percepción queda aturdida entre tales manifestaciones, exige la reducción de los tamaños para su adaptación consciente; no abarca los grandes conjuntos. La SIMPLIFICACIÓN es una necesidad de cara a la buena práctica. Útil para determinadas actividades; pero con el germen del error en su funcionamiento, puesto que los ámbitos de actuación son apabullantes, con otras exigencias.

Nombrada la cualidad simplificadora, pronto detectamos sus excesos; se ve abocada con facilidad al SIMPLISMO de no contar con toda la extensión de los componentes. El desequilibrio progresa hacia la ingenuidad sencillota, tendente a la falta de juicio; pierde la sensatez de aquel primer recurso clarificador. Como mentecatos, del modo simplista, ejerceríamos en un mundo irreal, implicados en unas relaciones falseadas. La reducción facilitadora sirve para los comienzos, pero no debe hacernos perder la chaveta en una realidad intrigante; el sentido cauteloso de la medida, es primordial en este paso de la simplificación al simplismo. La proximidad de ambos conceptos facilita el vicioso camino del menor esfuerzo.

Hay una excesiva tendencia a guiarse por las observaciones generales, no siempre bien fundamentadas. A veces, totalmente falsas desde sus primeras anotaciones; aunque el oportunismo o la casualidad les confieran la aceptación popular. En cualquier caso, los ESTEREOTIPOS no reflejan la riqueza variada de sus contenidos. Son muy utilizados en los comentarios sobre los situados en una determinada zona u ocupación (Los vascos son, los artistas viven, las mujeres…, etc.). Si no indican un indudable desinterés por la realidad de esos contenidos, al menos demuestran la pereza de no molestarse en conocer sus diversos elementos. Empobrecen el conocimiento por desidia.

Dudo que consideremos en sus términos apropiados las características implícitas en una sola mirada; emite notables informaciones de lo que circula por los adentros de quien mira. Es información evidente, al tiempo que esquiva; transparente o engañosa, según vengan las circunstancias de los protagonistas. El arte de mirar viaja desde los ardores a la frialdad, o viceversa, con un poderío manifiesto. Como comprobante bastará la mención del EMBRUJO de unos ojazos y cuantas transformaciones provocó. Como casi todos los poderíos, su potencial suele adolecer de ambigüedad, sus aplicaciones pueden ser venturosas o desdichadas, de un momento a una eternidad; quizá también a la inversa.

La Historia suele confundirse con los recuerdos; los eventos acaecidos, con la selección que uno hace de ellos; con lo que el sentido histórico pierde enteros, los silenciados en dichas operaciones. Por tal motivo, el simplismo de una MEMORIA histórica así limitada, disminuye su propia consistencia, con el consiguiente peligro de convertirse en un instrumento arrojadizo contra los discordantes. La memoria de grupos etarras o sus afines no reunirá el buen sentido de verificación para toda la sociedad. Sucederá lo mismo con otras agrupaciones. Ni a la memoria ni a la Historia les van bien los apellidos sectoriales. En una sociedad plural suena mejor la Historia completa abierta a la crítica permanente.

Las hazañas famosas o las declaraciones rimbombantes, con frecuencia desdeñan el contenido humano; fueron actos que no tuvieron en cuenta a las personas; incluso estuvieron orientados en su contra. Por triste que parezca, estamos habituados a comportamientos de estas características, En uno de dichos deslices cotidianos, bajo el nombre del PUEBLO son pergeñadas un sinfín de actuaciones. Como previamente no fue delimitado el concepto, el susodicho pueblo es un ente indeterminado y su nombre es suplantado con descaro, como si representara al conjunto de los seres humanos. Resumen en una palabra lo inabarcable, dejando la escena libre para los rufianes de negra estampa.

Sin enemistarnos con las grandezas, la prestancia de la sencillez aporta cualidades relevantes para la convivencia. Una de esas aportaciones, de bajo precio, pero de alta gama, es la ternura; expresada en la variación de sus entrañables CARICIAS cargadas de sinceros aprecios. Destaca entre sus manifestaciones el silencio compartido, en inusitada competencia con las palabras. Desde el roce a los gestos, dibujan suaves trayectos para los sentimientos próximos, en los cuales las miradas emocionan. Suavizada la noción del tiempo, acuden esos momentos imprecisos cargados de cercanía, quizá más añorados que vividos; en pugna con la tosquedad circundante.

Por el oleaje encrespado de la vida, las quimeras de cada cual viajan raudas; desde los ideales elevados a las equivocaciones flagrantes. El disfraz de la realidad nunca empaña la brevedad de los simples SUEÑOS calderonianos, en los que navegamos con cierto desaliño. Alguien apuntará a la complejidad del esquema, reducido a la postre a breves conclusiones, en las que la navegación aparece como un sueño camuflado en las formas que calificamos de reales. La ensoñación es de un natural flexible. Distendida, sobrepasa los límites; plegada, roza la inexistencia. La esencia de los sueños está cargada de simplicidades, en ellas nos movemos como peces casquivanos, sin unos horizontes concretos.

Si Don Quijote levantara la cabeza, la emprendería lanza en ristre contra quienes quebrantaron la paz de su creador. Un verdadero equipo multidisciplinario invadió el osario múltiple de la cripta. Y sí, es posible que alguno de los huesos estudiados corresponda a don Miguel de Cervantes. ¿Y bien? El simplismo de la OSAMENTA es notorio, polvo final, aunque fuera ilustre. Ni gigantes ni molinos de viento, aunque sí cierta picaresca, los lazarillos pululaban por la tétrica mansión al son de las subvenciones. Me quedo con las plabras de Emilio González Déniz en su blog: Tranquilo mi señor don Miguel, son sólo unos que creen que Vuesa Merced permanece en una cripta y no en sus luminosos libros.

En los barullos ambientales coinciden una amalgama de conflictos centrados en las tensiones habituales. Cada persona vive sus peculiares andanzas como puede. Algunas de esas tensiones repercuten notablemente sobre mucha gente. Sin embargo, en esa efervescencia emergen conductas evasivas, que actúan por omisión, aunque no escapan de sus responsabilidades. Es la actitud simple de MIRAR para OTRO LADO, de tan funestas consecuencias para la vida en sociedad. En realidad tratamos con una simulación, suelen ver con facilidad; si bien, encierran su visión vajo capas de comodidad, cobardía, intereses mezquinos, complicidad, etc. Asombra la cantidad de gente que simula de esta guisa… ¡En tantos asuntos importantes!

El meollo de los simplismos radica en la complejidad subyacente inesquivable, es un dilema permanente.

Simplismos de variada índole

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de marzo de 2015, 00:39 h (CET)
La complejidad invade cada rincón existencial, las partículas que nos constituyen están muy inquietas y comunicativas. Los pensamientos difieren extremosamente entre sí. El mundo fluye en un torbellino incesante. La percepción queda aturdida entre tales manifestaciones, exige la reducción de los tamaños para su adaptación consciente; no abarca los grandes conjuntos. La SIMPLIFICACIÓN es una necesidad de cara a la buena práctica. Útil para determinadas actividades; pero con el germen del error en su funcionamiento, puesto que los ámbitos de actuación son apabullantes, con otras exigencias.

Nombrada la cualidad simplificadora, pronto detectamos sus excesos; se ve abocada con facilidad al SIMPLISMO de no contar con toda la extensión de los componentes. El desequilibrio progresa hacia la ingenuidad sencillota, tendente a la falta de juicio; pierde la sensatez de aquel primer recurso clarificador. Como mentecatos, del modo simplista, ejerceríamos en un mundo irreal, implicados en unas relaciones falseadas. La reducción facilitadora sirve para los comienzos, pero no debe hacernos perder la chaveta en una realidad intrigante; el sentido cauteloso de la medida, es primordial en este paso de la simplificación al simplismo. La proximidad de ambos conceptos facilita el vicioso camino del menor esfuerzo.

Hay una excesiva tendencia a guiarse por las observaciones generales, no siempre bien fundamentadas. A veces, totalmente falsas desde sus primeras anotaciones; aunque el oportunismo o la casualidad les confieran la aceptación popular. En cualquier caso, los ESTEREOTIPOS no reflejan la riqueza variada de sus contenidos. Son muy utilizados en los comentarios sobre los situados en una determinada zona u ocupación (Los vascos son, los artistas viven, las mujeres…, etc.). Si no indican un indudable desinterés por la realidad de esos contenidos, al menos demuestran la pereza de no molestarse en conocer sus diversos elementos. Empobrecen el conocimiento por desidia.

Dudo que consideremos en sus términos apropiados las características implícitas en una sola mirada; emite notables informaciones de lo que circula por los adentros de quien mira. Es información evidente, al tiempo que esquiva; transparente o engañosa, según vengan las circunstancias de los protagonistas. El arte de mirar viaja desde los ardores a la frialdad, o viceversa, con un poderío manifiesto. Como comprobante bastará la mención del EMBRUJO de unos ojazos y cuantas transformaciones provocó. Como casi todos los poderíos, su potencial suele adolecer de ambigüedad, sus aplicaciones pueden ser venturosas o desdichadas, de un momento a una eternidad; quizá también a la inversa.

La Historia suele confundirse con los recuerdos; los eventos acaecidos, con la selección que uno hace de ellos; con lo que el sentido histórico pierde enteros, los silenciados en dichas operaciones. Por tal motivo, el simplismo de una MEMORIA histórica así limitada, disminuye su propia consistencia, con el consiguiente peligro de convertirse en un instrumento arrojadizo contra los discordantes. La memoria de grupos etarras o sus afines no reunirá el buen sentido de verificación para toda la sociedad. Sucederá lo mismo con otras agrupaciones. Ni a la memoria ni a la Historia les van bien los apellidos sectoriales. En una sociedad plural suena mejor la Historia completa abierta a la crítica permanente.

Las hazañas famosas o las declaraciones rimbombantes, con frecuencia desdeñan el contenido humano; fueron actos que no tuvieron en cuenta a las personas; incluso estuvieron orientados en su contra. Por triste que parezca, estamos habituados a comportamientos de estas características, En uno de dichos deslices cotidianos, bajo el nombre del PUEBLO son pergeñadas un sinfín de actuaciones. Como previamente no fue delimitado el concepto, el susodicho pueblo es un ente indeterminado y su nombre es suplantado con descaro, como si representara al conjunto de los seres humanos. Resumen en una palabra lo inabarcable, dejando la escena libre para los rufianes de negra estampa.

Sin enemistarnos con las grandezas, la prestancia de la sencillez aporta cualidades relevantes para la convivencia. Una de esas aportaciones, de bajo precio, pero de alta gama, es la ternura; expresada en la variación de sus entrañables CARICIAS cargadas de sinceros aprecios. Destaca entre sus manifestaciones el silencio compartido, en inusitada competencia con las palabras. Desde el roce a los gestos, dibujan suaves trayectos para los sentimientos próximos, en los cuales las miradas emocionan. Suavizada la noción del tiempo, acuden esos momentos imprecisos cargados de cercanía, quizá más añorados que vividos; en pugna con la tosquedad circundante.

Por el oleaje encrespado de la vida, las quimeras de cada cual viajan raudas; desde los ideales elevados a las equivocaciones flagrantes. El disfraz de la realidad nunca empaña la brevedad de los simples SUEÑOS calderonianos, en los que navegamos con cierto desaliño. Alguien apuntará a la complejidad del esquema, reducido a la postre a breves conclusiones, en las que la navegación aparece como un sueño camuflado en las formas que calificamos de reales. La ensoñación es de un natural flexible. Distendida, sobrepasa los límites; plegada, roza la inexistencia. La esencia de los sueños está cargada de simplicidades, en ellas nos movemos como peces casquivanos, sin unos horizontes concretos.

Si Don Quijote levantara la cabeza, la emprendería lanza en ristre contra quienes quebrantaron la paz de su creador. Un verdadero equipo multidisciplinario invadió el osario múltiple de la cripta. Y sí, es posible que alguno de los huesos estudiados corresponda a don Miguel de Cervantes. ¿Y bien? El simplismo de la OSAMENTA es notorio, polvo final, aunque fuera ilustre. Ni gigantes ni molinos de viento, aunque sí cierta picaresca, los lazarillos pululaban por la tétrica mansión al son de las subvenciones. Me quedo con las plabras de Emilio González Déniz en su blog: Tranquilo mi señor don Miguel, son sólo unos que creen que Vuesa Merced permanece en una cripta y no en sus luminosos libros.

En los barullos ambientales coinciden una amalgama de conflictos centrados en las tensiones habituales. Cada persona vive sus peculiares andanzas como puede. Algunas de esas tensiones repercuten notablemente sobre mucha gente. Sin embargo, en esa efervescencia emergen conductas evasivas, que actúan por omisión, aunque no escapan de sus responsabilidades. Es la actitud simple de MIRAR para OTRO LADO, de tan funestas consecuencias para la vida en sociedad. En realidad tratamos con una simulación, suelen ver con facilidad; si bien, encierran su visión vajo capas de comodidad, cobardía, intereses mezquinos, complicidad, etc. Asombra la cantidad de gente que simula de esta guisa… ¡En tantos asuntos importantes!

El meollo de los simplismos radica en la complejidad subyacente inesquivable, es un dilema permanente.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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