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José Martín Recuerda (1926-2007)

Francisco Arias Solís
Redacción
martes, 12 de junio de 2007, 22:05 h (CET)
“¿Qué puede sentir un autor dramático, en constante lucha con la precariedad y pobreza de nuestra vida cultural y, sobre todo, teatral, al decirle que una obra tan difícil –económica y artísticamente- como Las arrecogías...
vuelve a subir a las tablas en el teatro “Rialto” de Valencia, gracias a la generosidad de un pueblo y a la valentía y honestidad de unas autoridades culturales?”


José Martín Recuerda

José Martín Recuerda, junto con otros autores, ha venido batallando, desde la década de los cincuenta, por una renovación de la literatura dramática española. Se le ha considerado el creador del teatro total, “radical visión del hecho dramático como un todo armónico, donde se integran en pie de igualdad todos los elementos comunicativos presentes en la representación” y, ha sido incluido en la nómina de la llamada indebidamente “generación realista”. Autor de más de una treintena de obras, su teatro pertenece al género de protesta y denuncia situado en una Andalucía trágica y violenta, amarga y dura.

José Martín Recuerda nace en Granada, en la conocida plaza de Bib-Rambla, el 17 de junio de 1926. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Granada, doctorándose en Filología Románica. Fue profesor de literatura en un instituto de sus ciudad natal. En los años cincuenta dirigió el TEU (Teatro Español Universitario) de Granada , con cuyo trabajo obtuvo considerables éxitos representando obras del teatro clásico. Estuvo varios años como profesor en universidades de Estados Unidos. En 1977 obtuvo la cátedra teatral Juan del Encina en la Universidad de Salamanca. José Martín Recuerda fallece en Motril, el 8 de junio de 2007.

Martín Recuerda estrena sus primeras obras en el ámbito universitario. En 1954 dirigió y estrenó su drama La llanura , a la que siguió, Las átridas (1955), El payaso y los pueblos del Sur (1956)... En 1959 estrena ya comercialmente El teatrito de Don Ramón, que obtuvo el Premio Lope de Vega, pero que la crítica oficial madrileña rechaza con su brutalidad y falta de sensibilidad características. Martín Recuerda escribe después Como las secas cañas del camino (no estrenada hasta 1965) que, al igual que las anteriores se sitúa en una corriente poética postlorquiana, y, por fin, escribe y estrena con rotundo éxito, en 1963, Las salvajes en Puente San Gil, obra grotesca, esperpéntica, que coloca el autor en una perspectiva decididamente crítica y que versa sobre el maltrato que reciben las actrices de una revista por las señoras conservadoras del pueblo al que van a actuar. Se vengan, divirtiéndose con los hombres del pueblo, hasta terminar en el calabozo. Entre las obras posteriores se encuentran: ¿Quién quiere una copla del Arcipreste de Hita? (1965), El caraqueño (1968), El Cristo (editada en 1969) y, sobre todo, Las arrecogías del beaterio de Santa María Egipcíaca (1977), esta última tal vez su mejor obra, que trata de la injusticia imperante en los tiempos de Mariana Pineda. La heroína convive con otras “arrecogías” liberales o prostitutas . Antes de morir en el cadalso, logra que Sor Encarnación confiese su liberalismo. Las arrecogías fue presentada por primera vez a censura en 1971. La obra recibió como única respuesta el “silencio administrativo”, que en la práctica equivalía a la prohibición. Ya en 1977, fue estrenada en el teatro de la Comedia de Madrid, por Adolfo Marsillach y protagonizada por Concha Velasco, convirtiéndose en uno de los mayores éxitos de la transición política. En 1976 Martín Recuerda obtuvo el Premio Lope de Vega con El engañao -no representada hasta 1981- , sobre la vida de San Juan de Dios, fundador de un hospital en Granada. De la última producción del dramaturgo granadino citaremos los siguientes títulos: Caballos desbocados (1981), Las conversiones (1981), La Troski (1984), La cicatriz (1985) y Amadis de Gaula (1991).

De todos los autores de su generación , Martín recuerda es quizá el que con mayor profundidad ha asumido la herencia de Valle-Inclán y de García Lorca, en este camino de un teatro popular español, desgarrado y violento. Para el autor granadino el teatro es una revolución permanente. Y todavía, en 1990, deja ver sus quejas: “Y ahora (...) todo me parece peor , que ya es decir”.

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