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Muchedumbre individual

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Somos complejos, ¡Qué le vamos a hacer! El excesivo empeño en declararnos con una IDENTIDAD propia no simplifica la cuestión. Más bien nos transforma en parlanchines, defensores de una unidad inexistente, en un equívoco de consecuencias cotidianas. En esa complejidad incluímos pensamientos de tendencias contrapuestas, capacidades con numerosas limitaciones, deseos, pasiones, o cuanto interviene en la personalidad humana. ¿Seremos conscientes de los abundantes factores participantes en las versiones particulares? Lo veo en negativo, tampoco paramos mucho en su valoración; de ser así, configuramos un grado elevado de inconsciencia, aplicada después a las actitudes desarrolladas.

Consideramos indigno a todo aquello contrario a la dignidad, valorada esta como un don universal para cada ser humano. ¿Sirve de algo decir que todos somos dignos? Porque con respecto a la DIGNIDAD, practicamos versiones divergentes. Los indiferentes a dicha entidad característica, ni la aprecian ni la ejercitan; aún sin negarla, como si no la tuvieran, plegados a los ritmos ajenos, sumisos. La dejadez sólo contribuye al vaciamiento personal. Los que podemos denominar asertivos, la proclaman y la ponen al frente de sus actuaciones, necesariamente relacionadas con las dignidades de los demás. Queda el alto porcentaje de quienes abusan de otras dignidades. Y quienes adecúan los modelos según la conveniencia del momento.

¿Con qué acomodos nos encontraremos en cada caso? Por si las complicaciones fueran pocas, el SUBCONSCIENTE emite de vez en cuando impulsos enérgicos en busca de satisfacción y explicaciones, que no siempre encontramos; de donde deriva la acción impulsiva propiamente dicha, que busca aliados emocionales e intereses varios. Con talantes airados, el descontrol es la regla; pero sin aires activos tampoco mejoran los resultados. Los acomodos satisfactorios son imprecisos, requieren de una fina atención para la obtención de actuaciones equilibradas. Difícil reto, porque no somos dueños de las pulsiones, ni tan siquiera las comprendemos. ¿Ni las acogemos con cuidadosa dedicación? Son infinitos los matices involucrados..

A través de los tiempos, las voces divinas inflamaron el sentimiento de los humanos en busca de una orientación superadora de las miserias. Admitido ese fondo común de las inquietudes, las interpretaciones obtenidas adquieren notables distingos desde oriente a occidente. No quedan ahí las valoraciones efectuadas. La DIVINIDAD pasó a ser un instrumento de las dominaciones, expuesta a la triste realidad de los conflictos. Reales o figuradas, son voces del más allá que repercuten en el más acá y de qué forma; estableciendo un rico muestrario de posibilidades. Participantes en la convivencia o convertidas en brasas candentes de las violentas barbaries de trágicos recuerdos y tragedias actuales.

Un poco menos divinos, o nada, son otros muchos acompañamientos a los cuales nos adherimos con fruición. ¿Quién dijo que no hay demonios? Es suficiente con la apertura de entendederas para percibirlos con todo género de martingalas; todavía más, en cada cabeza anidan unos cuantos. Podremos denominarlos duendes, complejos o neurosis; metidos en curiosas actividades. En su exageración forman parte de los VICIOS, que desarticulan la armonía de la convivencia y de la propia experiencia existencial. Manías o fobias, aportan cambios inesperados; cuyas influencias quizá permanezcan ocultas, que esa es otra. Las similitudes enlazan con las contrariedades, en unas relaciones en las que cada uno verá lo que pesca.

Con frecuencia topamos con gente intolerante de manifestaciones contundentes. Sin embargo, sus carencias suelen ir a la par, es casi imposible que dispongan de argumentaciones justificativas de su actitud. Suelen manifestarse como sujetos PREPOTENTES. Algunas variantes coinciden en el mismo individuo. ¿Qué ejemplares tenemos a la vista? Abundan los arrogantes de presencia altanera; mala actitud, aún si dispusieran de argumentos; peor, si no los llevan en sus alforjas. La soberbia de otros es mera tapadera de su ignorancia, simples fachadas. Los hay de tono paternalistas, sin ser primero padres ni saber tampoco cual es su rumbo. Están incluídas también las figuras de falsarios en su totalidad, verdaderos truhanes.

En esto de lo que uno lleva por dentro, el influjo de las EDADES es notorio, cada cual arrastra una serie de condicionantes. Tampoco es una correlación directa. La vitalidad persiste en ocasiones a lo largo de los años, con entusiasmos inusitados; las limitaciones progresivas no siempre dominan las actuaciones. Por el contrario, en determinados jóvenes detectamos actitudes apagadas, poco propicias a la creatividad imaginativa. No es algo establecido de antemano, será un descubrimiento de la visión de la edad funcional en cada interlocutor. En ambos extremos influirán las motivaciones y la preparación previa. Llamémosle vitalismo participativo en expresiones crecientes o menguantes.

Quizá sepan aquella FÁBULA que dice: El niño trajo un huevo hallado en la cordillera. Lo agregó al nido empollado por sus gallinas. Resultó un polluelo de águila. Desde entonces, las gallinas le cuidaban como uno más, picoteaba granos e insectos. Un día le asombró el vuelo majestuoso de una imponente ave. La gallina le explicó que las águilas volaban a esa altura con libertad. El águila sumisa no llegó a percatarse de que ella era en realidad un águila y allí continuó. Es toda una evocación del valor inconformista de poner a prueba sus condiciones.

En ciertos instantes nos consideramos águilas, pero en muchas acciones nos comportamos de manera gregaria, acomodados, aunque nos cueste reconocerlo. El ronroneo de las consideraciones ambientales puede anular nuestras expectativas. Los logros conseguidos dependerán de la actitud tomada, de los INTENTOS mágicos dedicados a la exploración de los límites y de las condiciones propias. ¿Preferimos quedar plegados a la rutina? ¿Domados? ¿Los líderes, políticos o no, nos consideran como posibles águilas? ¿Lo pretendemos? Es una tesitura ilustrativa de cuanto acontece en las agrupaciones sociales a la vista de todos. ¿Jugando al despiste? ¿Maduramos para las actitudes elegidas?

Sirva lo dicho como introducción al inmenso caudal de matices presente en cada individuo. Ridiculiza a los reductores de las personas a simples números, en listados, clasificaciones, audiencias, votaciones, etc. El NÚMERO escueto no entra en los factores de la personalidad, ni representa a nadie; aunque sea usado ampliamente en ese sentido. El mundo se nos queda pequeño cuando lo manejan unos cuantos, a costa de los desdenes aplicados al resto.

No es pequeño este reto de llevar consigo cada uno un BALUARTE configurado por relevantes componentes mentales y físicos, abiertos a un sin fin de posibilidades; mientras por las afueras apenas encontramos otra cosa que coacciones e impedimentos. ¿Contribuiremos al desmoronamiento de ese baluarte propio? ¿También los despreciamos?

Muchedumbre individual

Rafael Pérez Ortolá
viernes, 20 de febrero de 2015, 09:02 h (CET)
Somos complejos, ¡Qué le vamos a hacer! El excesivo empeño en declararnos con una IDENTIDAD propia no simplifica la cuestión. Más bien nos transforma en parlanchines, defensores de una unidad inexistente, en un equívoco de consecuencias cotidianas. En esa complejidad incluímos pensamientos de tendencias contrapuestas, capacidades con numerosas limitaciones, deseos, pasiones, o cuanto interviene en la personalidad humana. ¿Seremos conscientes de los abundantes factores participantes en las versiones particulares? Lo veo en negativo, tampoco paramos mucho en su valoración; de ser así, configuramos un grado elevado de inconsciencia, aplicada después a las actitudes desarrolladas.

Consideramos indigno a todo aquello contrario a la dignidad, valorada esta como un don universal para cada ser humano. ¿Sirve de algo decir que todos somos dignos? Porque con respecto a la DIGNIDAD, practicamos versiones divergentes. Los indiferentes a dicha entidad característica, ni la aprecian ni la ejercitan; aún sin negarla, como si no la tuvieran, plegados a los ritmos ajenos, sumisos. La dejadez sólo contribuye al vaciamiento personal. Los que podemos denominar asertivos, la proclaman y la ponen al frente de sus actuaciones, necesariamente relacionadas con las dignidades de los demás. Queda el alto porcentaje de quienes abusan de otras dignidades. Y quienes adecúan los modelos según la conveniencia del momento.

¿Con qué acomodos nos encontraremos en cada caso? Por si las complicaciones fueran pocas, el SUBCONSCIENTE emite de vez en cuando impulsos enérgicos en busca de satisfacción y explicaciones, que no siempre encontramos; de donde deriva la acción impulsiva propiamente dicha, que busca aliados emocionales e intereses varios. Con talantes airados, el descontrol es la regla; pero sin aires activos tampoco mejoran los resultados. Los acomodos satisfactorios son imprecisos, requieren de una fina atención para la obtención de actuaciones equilibradas. Difícil reto, porque no somos dueños de las pulsiones, ni tan siquiera las comprendemos. ¿Ni las acogemos con cuidadosa dedicación? Son infinitos los matices involucrados..

A través de los tiempos, las voces divinas inflamaron el sentimiento de los humanos en busca de una orientación superadora de las miserias. Admitido ese fondo común de las inquietudes, las interpretaciones obtenidas adquieren notables distingos desde oriente a occidente. No quedan ahí las valoraciones efectuadas. La DIVINIDAD pasó a ser un instrumento de las dominaciones, expuesta a la triste realidad de los conflictos. Reales o figuradas, son voces del más allá que repercuten en el más acá y de qué forma; estableciendo un rico muestrario de posibilidades. Participantes en la convivencia o convertidas en brasas candentes de las violentas barbaries de trágicos recuerdos y tragedias actuales.

Un poco menos divinos, o nada, son otros muchos acompañamientos a los cuales nos adherimos con fruición. ¿Quién dijo que no hay demonios? Es suficiente con la apertura de entendederas para percibirlos con todo género de martingalas; todavía más, en cada cabeza anidan unos cuantos. Podremos denominarlos duendes, complejos o neurosis; metidos en curiosas actividades. En su exageración forman parte de los VICIOS, que desarticulan la armonía de la convivencia y de la propia experiencia existencial. Manías o fobias, aportan cambios inesperados; cuyas influencias quizá permanezcan ocultas, que esa es otra. Las similitudes enlazan con las contrariedades, en unas relaciones en las que cada uno verá lo que pesca.

Con frecuencia topamos con gente intolerante de manifestaciones contundentes. Sin embargo, sus carencias suelen ir a la par, es casi imposible que dispongan de argumentaciones justificativas de su actitud. Suelen manifestarse como sujetos PREPOTENTES. Algunas variantes coinciden en el mismo individuo. ¿Qué ejemplares tenemos a la vista? Abundan los arrogantes de presencia altanera; mala actitud, aún si dispusieran de argumentos; peor, si no los llevan en sus alforjas. La soberbia de otros es mera tapadera de su ignorancia, simples fachadas. Los hay de tono paternalistas, sin ser primero padres ni saber tampoco cual es su rumbo. Están incluídas también las figuras de falsarios en su totalidad, verdaderos truhanes.

En esto de lo que uno lleva por dentro, el influjo de las EDADES es notorio, cada cual arrastra una serie de condicionantes. Tampoco es una correlación directa. La vitalidad persiste en ocasiones a lo largo de los años, con entusiasmos inusitados; las limitaciones progresivas no siempre dominan las actuaciones. Por el contrario, en determinados jóvenes detectamos actitudes apagadas, poco propicias a la creatividad imaginativa. No es algo establecido de antemano, será un descubrimiento de la visión de la edad funcional en cada interlocutor. En ambos extremos influirán las motivaciones y la preparación previa. Llamémosle vitalismo participativo en expresiones crecientes o menguantes.

Quizá sepan aquella FÁBULA que dice: El niño trajo un huevo hallado en la cordillera. Lo agregó al nido empollado por sus gallinas. Resultó un polluelo de águila. Desde entonces, las gallinas le cuidaban como uno más, picoteaba granos e insectos. Un día le asombró el vuelo majestuoso de una imponente ave. La gallina le explicó que las águilas volaban a esa altura con libertad. El águila sumisa no llegó a percatarse de que ella era en realidad un águila y allí continuó. Es toda una evocación del valor inconformista de poner a prueba sus condiciones.

En ciertos instantes nos consideramos águilas, pero en muchas acciones nos comportamos de manera gregaria, acomodados, aunque nos cueste reconocerlo. El ronroneo de las consideraciones ambientales puede anular nuestras expectativas. Los logros conseguidos dependerán de la actitud tomada, de los INTENTOS mágicos dedicados a la exploración de los límites y de las condiciones propias. ¿Preferimos quedar plegados a la rutina? ¿Domados? ¿Los líderes, políticos o no, nos consideran como posibles águilas? ¿Lo pretendemos? Es una tesitura ilustrativa de cuanto acontece en las agrupaciones sociales a la vista de todos. ¿Jugando al despiste? ¿Maduramos para las actitudes elegidas?

Sirva lo dicho como introducción al inmenso caudal de matices presente en cada individuo. Ridiculiza a los reductores de las personas a simples números, en listados, clasificaciones, audiencias, votaciones, etc. El NÚMERO escueto no entra en los factores de la personalidad, ni representa a nadie; aunque sea usado ampliamente en ese sentido. El mundo se nos queda pequeño cuando lo manejan unos cuantos, a costa de los desdenes aplicados al resto.

No es pequeño este reto de llevar consigo cada uno un BALUARTE configurado por relevantes componentes mentales y físicos, abiertos a un sin fin de posibilidades; mientras por las afueras apenas encontramos otra cosa que coacciones e impedimentos. ¿Contribuiremos al desmoronamiento de ese baluarte propio? ¿También los despreciamos?

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