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Las estrellas que nos miran es una novela intimista del escritor madrileño Álvaro Talarewitz en donde se exploran conceptos como el amor, la pérdida, la amistad o el sentido de la vida. Álvaro Talarewitz es galerista, y compagina su trabajo como encargado de la galería de arte Ponce+Robles de Madrid con las letras

Álvaro Talarewitz, escritor y galerista madrileño, explora distintos aspectos de la vida en su obra Las estrellas que nos miran

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Álvaro, háblanos un poco de ti. Sabemos que Álvaro Talarewitz es un escritor que comenzó en números y acabó en letras… ¿Cómo es eso?

No es una historia especialmente apasionante. A mucha gente le extraña, pero la explicación es muy humana. Cuando era adolescente sufrí una depresión muy fuerte. Estudiar era básicamente la última de mis prioridades. Pasaba los exámenes y ya. Estudiaba mientras iba al colegio, en el autobús, media hora antes, y me daba para sacar un aprobado. Medicina es una carrera muy exigente, y por descontado, no entra la gente con aprobados raspados.

Cuando estaba desesperado porque ya no sabía qué hacer con mi media de notas, un amigo dijo que a mí siempre me había gustado el arte, y que podía probar en Historia del Arte. No me hizo mucha gracia la idea, pero luego resultó que fue buena idea. No me gustó la carrera, pero sí que me gustó mucho tener la licencia para estudiar esos temas que hasta ese momento parecían muy pequeños para mí. Se me dio bien.

Actualmente, eres el encargado de una galería de arte, ¿verdad? Me parece un trabajo muy interesante, ¿nos hablas de él?
Es un trabajo muy exigente. Tienes que necesitar realmente trabajar rodeado de arte, o no vale la pena. Es mucho trabajo, muchas horas, con mucha exigencia y muy poco sueldo. Cuando estás a las 11 de la noche montando una exposición, o estás agotado en el último día de una feria de arte y sabes que todavía te queda desmontar todo y llevarlo a la galería a las tantas de la madrugada, te planteas muy en serio si realmente vale la pena. Si no puedes contestar un rotundo «sí» no estás en el sitio indicado. No tiene nada que ver con que te guste el arte. A mucha gente le gusta el arte, y no tiene por qué ser galerista. Para mí, los galeristas, los que de verdad lo son, son héroes sin capa.

Están hechos de una pasta muy especial. Yo lo veo cada día en mis jefes: Raquel Ponce y Jose Robles. El cuidado y la inteligencia con el que planifican cada detalle para el público, los artistas y los clientes es increíble. Es una verdadera vocación. Ellos me rescataron y me llevaron a su galería justo cuando estaba a punto de rendirme. Me ayudaron con mucho cuidado a redescubrir mi segunda vocación (la primera es la escritura), porque estaban firmemente convencidos de que yo tenía talento para eso. Empecé como asistente y ahora estoy como encargado de muchas cosas, así que supongo que tenían razón.

Desde fuera parece muy romántico. Todos tenemos una imagen de un galerista con una copa de vino en una inauguración explicando una obra mientras el público le escucha con reverencia, pero también tiene muchas cosas cotidianas, que además, una vez está todo en marcha, son invisibles. Organizo transportes de obra, ayudo a montar las exposiciones y las ferias y a planificarlas, catalogo todas las obras, las explico, tratando siempre de transmitir el verdadero espíritu de una obra, sin quedarme en lo superficial, y en última instancia, las vendo. Muchas veces me da pena separarme de alguna obra de la que me he enamorado y que secretamente (a veces no tan en secreto) querría para mí.

¿Qué es el arte para ti?
Es una pregunta muy amplia. Podría tirar de frasecilla de historiador del arte y decir que «el arte es todo lo que los hombres llaman arte», pero no sería algo que piense de verdad, aunque en el contexto del arte contemporáneo sí lo es.

Yo creo que el arte es el lenguaje del alma, que muchas veces es tan compleja, que no se puede expresar de manera clara. Por eso mucha gente está confusa con el arte contemporáneo sobre todo. El arte es la expresión de lo intangible, eso lo tengo clarísimo.

¿Y la escritura?
La escritura es más tangible que el arte. Menos sutil o confusa a la hora de expresar algo. Creo que una obra de arte vacía, se ve a la legua, mientras que la escritura, por su forma, es más fluida y se disimula mejor gracias a la forma. Es un sistema de comunicación al que estamos más acostumbrados. Creo que de todas maneras el arte y la literatura, aunque las dos sean formas de arte, están separadas. Odiaría que me llamasen artista. No por nada, sino porque no lo soy.

Para mí la escritura es mi tabla de salvamento. Es lo único que hago cuando no puedo hacer otra cosa, o lo que hago cuando tengo muchas cosas que hacer. La escritura es mi loquero, mi esquema de la vida, mi auto descubrimiento. No sé qué será la literatura para el conjunto de la humanidad, pero para mí es eso.

Arte y escritura… ¿Se pueden compaginar? ¿O cambiarías uno por otro?
Depende del contexto. Es una pregunta confusa, pero sí, creo que se pueden compaginar hasta cierto punto. A un nivel teórico, el arte y la literatura siempre se han llevado bien. Aunque sean disciplinas separadas, siempre han ido unidas. La filosofía, la literatura y el arte, son un conjunto.

A nivel de vida y de ocupación, creo que sí, que hasta cierto punto se pueden compaginar. La verdad es que yo ahora mismo no me imagino escribiendo sin estar en la galería. Ahí me vienen muchas ideas que nunca me vendrían encerrado en casa escribiendo sin más. No sé si en algún punto de mi carrera tendré que elegir, pero ahora mismo creo que sí. Alfaguara no está llamando a mi puerta diciéndome que tengo que ir de giras de promoción, así que por ahora no lo he pensado demasiado.

De momento sí puedo compaginarlo todo. Si llega el momento en que tenga que pensarlo lo decidiré, aunque creo que elegiría antes la escritura.

Siempre has dicho que escribes porque tienes algo que decir. ¿Qué es lo que quieres decirnos, Álvaro?
Cualquiera que me lea sabrá lo que quiero decir. No estoy muy a favor de decir claramente en una frase lo que quiero decir. Los que quieren entender, leyéndome, sabrán entenderlo. Además, no sé si podría resumirse en un concepto solo. Lo que quiero decir tiene que ver con la base de la vida y de la existencia, tanto como individuos como sociedad. Tiene que ver sobre lo que impulsa todos nuestros actos. Tiene que ver con el amor (no necesariamente el amor romántico), como primer objeto inmóvil de todas nuestras acciones. Lo que quiero decir, aún no he terminado de decirlo. Cuando lo haga es probable que deje de escribir. Los conceptos tienen mucho poder, pero hay que saber plasmarlos y poner tu propia vida en juego para hacerlo. Eso es agotador y requiere de mucho sacrificio. Implica que tendrás gente a tu favor y gente que te deteste, pero yo por lo menos lo que estoy intentando.

Entonces, tus libros no son para evadirse de la realidad, sino para sumergirse en ella, ¿no?
Exacto. Tengo la sensación de que la gente trata todo el rato de evadirse y de olvidar. No digo que eso esté mal. Yo no hago juicios de valor sobre cómo la gente tiene que vivir su vida. Pero hay algo que tengo muy claro: que podemos ser mejores, o que, por lo menos, tenemos que intentarlo. Yo no quiero vivir mi vida anestesiado, y de hecho no lo hago. Por eso mis libros pueden parecer incómodos para algunas personas.

Si estás acostumbrado a hacer caca líquida durante toda tu vida, y viene alguien y te alimenta de arroz, y sale sólida, pues es normal que sea incómodo. Es una metáfora muy guarra, pero para mí es un resumen perfecto de por qué sumergirse en la realidad puede ser incómodo o doloroso.

En Las estrellas que nos miran, Eduardo Schmitowitz es tu álter ego. ¿Consideras que tu vida es novelesca?
Creo que mi vida es normal. Quiero decir, es mi vida. Nunca me he considerado un personaje novelesco. Trato de vivir mi vida de la manera más auténtica posible, a mi modo de ver al menos. No quiero vivir una vida gris y sin sentido. Quiero hacer cosas que tengan valor, y no estar constantemente preocupándome de si voy a morir en el intento. Todos morimos, lo importante es el camino. Si eso es novelesco, pues supongo que sí, que algo novelesco soy. Me han llamado muchas cosas, pero novelesco todavía no.

¿Qué han dicho los lectores sobre Las estrellas que nos miran?
A los que les ha gustado me han dicho que les ha hecho redescubrirse, que se sentían identificados, y que sentían de manera muy viva mis sentimientos, como si fueran los suyos propios. Que las reflexiones que hago sobre el mundo son valiosas.

A los que no, me han dicho que era un auténtico coñazo. Luego se han disculpado. No sé por qué se disculpan, no me ofende que me digan que les aburro, a mí me aburre mucha gente. Otros me han dicho que el personaje les parecía un gilipollas y que se les hacía insoportable. Me lo han dicho a la cara sabiendo que el personaje soy yo. Esos son más divertidos. De haberlos tenido delante, les habría invitado a una caña.

¿Seguirás escribiendo sobre cosas que (te) acontecen en la vida?
Seguramente sí. Bueno, 100% sí. Ya sea en un porcentaje mayor o menor, escribiré sobre cosas que me han pasado. Todavía tengo mucho material.

Álvaro Talarewitz, escritor y galerista madrileño, explora distintos aspectos de la vida en su obra Las estrellas que nos miran

Las estrellas que nos miran es una novela intimista del escritor madrileño Álvaro Talarewitz en donde se exploran conceptos como el amor, la pérdida, la amistad o el sentido de la vida. Álvaro Talarewitz es galerista, y compagina su trabajo como encargado de la galería de arte Ponce+Robles de Madrid con las letras
Eva Fraile Rodríguez
lunes, 11 de enero de 2021, 10:43 h (CET)

WhatsApp Image 2020 12 02 at 15.15.03 (13)

Álvaro, háblanos un poco de ti. Sabemos que Álvaro Talarewitz es un escritor que comenzó en números y acabó en letras… ¿Cómo es eso?

No es una historia especialmente apasionante. A mucha gente le extraña, pero la explicación es muy humana. Cuando era adolescente sufrí una depresión muy fuerte. Estudiar era básicamente la última de mis prioridades. Pasaba los exámenes y ya. Estudiaba mientras iba al colegio, en el autobús, media hora antes, y me daba para sacar un aprobado. Medicina es una carrera muy exigente, y por descontado, no entra la gente con aprobados raspados.

Cuando estaba desesperado porque ya no sabía qué hacer con mi media de notas, un amigo dijo que a mí siempre me había gustado el arte, y que podía probar en Historia del Arte. No me hizo mucha gracia la idea, pero luego resultó que fue buena idea. No me gustó la carrera, pero sí que me gustó mucho tener la licencia para estudiar esos temas que hasta ese momento parecían muy pequeños para mí. Se me dio bien.

Actualmente, eres el encargado de una galería de arte, ¿verdad? Me parece un trabajo muy interesante, ¿nos hablas de él?
Es un trabajo muy exigente. Tienes que necesitar realmente trabajar rodeado de arte, o no vale la pena. Es mucho trabajo, muchas horas, con mucha exigencia y muy poco sueldo. Cuando estás a las 11 de la noche montando una exposición, o estás agotado en el último día de una feria de arte y sabes que todavía te queda desmontar todo y llevarlo a la galería a las tantas de la madrugada, te planteas muy en serio si realmente vale la pena. Si no puedes contestar un rotundo «sí» no estás en el sitio indicado. No tiene nada que ver con que te guste el arte. A mucha gente le gusta el arte, y no tiene por qué ser galerista. Para mí, los galeristas, los que de verdad lo son, son héroes sin capa.

Están hechos de una pasta muy especial. Yo lo veo cada día en mis jefes: Raquel Ponce y Jose Robles. El cuidado y la inteligencia con el que planifican cada detalle para el público, los artistas y los clientes es increíble. Es una verdadera vocación. Ellos me rescataron y me llevaron a su galería justo cuando estaba a punto de rendirme. Me ayudaron con mucho cuidado a redescubrir mi segunda vocación (la primera es la escritura), porque estaban firmemente convencidos de que yo tenía talento para eso. Empecé como asistente y ahora estoy como encargado de muchas cosas, así que supongo que tenían razón.

Desde fuera parece muy romántico. Todos tenemos una imagen de un galerista con una copa de vino en una inauguración explicando una obra mientras el público le escucha con reverencia, pero también tiene muchas cosas cotidianas, que además, una vez está todo en marcha, son invisibles. Organizo transportes de obra, ayudo a montar las exposiciones y las ferias y a planificarlas, catalogo todas las obras, las explico, tratando siempre de transmitir el verdadero espíritu de una obra, sin quedarme en lo superficial, y en última instancia, las vendo. Muchas veces me da pena separarme de alguna obra de la que me he enamorado y que secretamente (a veces no tan en secreto) querría para mí.

¿Qué es el arte para ti?
Es una pregunta muy amplia. Podría tirar de frasecilla de historiador del arte y decir que «el arte es todo lo que los hombres llaman arte», pero no sería algo que piense de verdad, aunque en el contexto del arte contemporáneo sí lo es.

Yo creo que el arte es el lenguaje del alma, que muchas veces es tan compleja, que no se puede expresar de manera clara. Por eso mucha gente está confusa con el arte contemporáneo sobre todo. El arte es la expresión de lo intangible, eso lo tengo clarísimo.

¿Y la escritura?
La escritura es más tangible que el arte. Menos sutil o confusa a la hora de expresar algo. Creo que una obra de arte vacía, se ve a la legua, mientras que la escritura, por su forma, es más fluida y se disimula mejor gracias a la forma. Es un sistema de comunicación al que estamos más acostumbrados. Creo que de todas maneras el arte y la literatura, aunque las dos sean formas de arte, están separadas. Odiaría que me llamasen artista. No por nada, sino porque no lo soy.

Para mí la escritura es mi tabla de salvamento. Es lo único que hago cuando no puedo hacer otra cosa, o lo que hago cuando tengo muchas cosas que hacer. La escritura es mi loquero, mi esquema de la vida, mi auto descubrimiento. No sé qué será la literatura para el conjunto de la humanidad, pero para mí es eso.

Arte y escritura… ¿Se pueden compaginar? ¿O cambiarías uno por otro?
Depende del contexto. Es una pregunta confusa, pero sí, creo que se pueden compaginar hasta cierto punto. A un nivel teórico, el arte y la literatura siempre se han llevado bien. Aunque sean disciplinas separadas, siempre han ido unidas. La filosofía, la literatura y el arte, son un conjunto.

A nivel de vida y de ocupación, creo que sí, que hasta cierto punto se pueden compaginar. La verdad es que yo ahora mismo no me imagino escribiendo sin estar en la galería. Ahí me vienen muchas ideas que nunca me vendrían encerrado en casa escribiendo sin más. No sé si en algún punto de mi carrera tendré que elegir, pero ahora mismo creo que sí. Alfaguara no está llamando a mi puerta diciéndome que tengo que ir de giras de promoción, así que por ahora no lo he pensado demasiado.

De momento sí puedo compaginarlo todo. Si llega el momento en que tenga que pensarlo lo decidiré, aunque creo que elegiría antes la escritura.

Siempre has dicho que escribes porque tienes algo que decir. ¿Qué es lo que quieres decirnos, Álvaro?
Cualquiera que me lea sabrá lo que quiero decir. No estoy muy a favor de decir claramente en una frase lo que quiero decir. Los que quieren entender, leyéndome, sabrán entenderlo. Además, no sé si podría resumirse en un concepto solo. Lo que quiero decir tiene que ver con la base de la vida y de la existencia, tanto como individuos como sociedad. Tiene que ver sobre lo que impulsa todos nuestros actos. Tiene que ver con el amor (no necesariamente el amor romántico), como primer objeto inmóvil de todas nuestras acciones. Lo que quiero decir, aún no he terminado de decirlo. Cuando lo haga es probable que deje de escribir. Los conceptos tienen mucho poder, pero hay que saber plasmarlos y poner tu propia vida en juego para hacerlo. Eso es agotador y requiere de mucho sacrificio. Implica que tendrás gente a tu favor y gente que te deteste, pero yo por lo menos lo que estoy intentando.

Entonces, tus libros no son para evadirse de la realidad, sino para sumergirse en ella, ¿no?
Exacto. Tengo la sensación de que la gente trata todo el rato de evadirse y de olvidar. No digo que eso esté mal. Yo no hago juicios de valor sobre cómo la gente tiene que vivir su vida. Pero hay algo que tengo muy claro: que podemos ser mejores, o que, por lo menos, tenemos que intentarlo. Yo no quiero vivir mi vida anestesiado, y de hecho no lo hago. Por eso mis libros pueden parecer incómodos para algunas personas.

Si estás acostumbrado a hacer caca líquida durante toda tu vida, y viene alguien y te alimenta de arroz, y sale sólida, pues es normal que sea incómodo. Es una metáfora muy guarra, pero para mí es un resumen perfecto de por qué sumergirse en la realidad puede ser incómodo o doloroso.

En Las estrellas que nos miran, Eduardo Schmitowitz es tu álter ego. ¿Consideras que tu vida es novelesca?
Creo que mi vida es normal. Quiero decir, es mi vida. Nunca me he considerado un personaje novelesco. Trato de vivir mi vida de la manera más auténtica posible, a mi modo de ver al menos. No quiero vivir una vida gris y sin sentido. Quiero hacer cosas que tengan valor, y no estar constantemente preocupándome de si voy a morir en el intento. Todos morimos, lo importante es el camino. Si eso es novelesco, pues supongo que sí, que algo novelesco soy. Me han llamado muchas cosas, pero novelesco todavía no.

¿Qué han dicho los lectores sobre Las estrellas que nos miran?
A los que les ha gustado me han dicho que les ha hecho redescubrirse, que se sentían identificados, y que sentían de manera muy viva mis sentimientos, como si fueran los suyos propios. Que las reflexiones que hago sobre el mundo son valiosas.

A los que no, me han dicho que era un auténtico coñazo. Luego se han disculpado. No sé por qué se disculpan, no me ofende que me digan que les aburro, a mí me aburre mucha gente. Otros me han dicho que el personaje les parecía un gilipollas y que se les hacía insoportable. Me lo han dicho a la cara sabiendo que el personaje soy yo. Esos son más divertidos. De haberlos tenido delante, les habría invitado a una caña.

¿Seguirás escribiendo sobre cosas que (te) acontecen en la vida?
Seguramente sí. Bueno, 100% sí. Ya sea en un porcentaje mayor o menor, escribiré sobre cosas que me han pasado. Todavía tengo mucho material.

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