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Gonzalo G. Velasco

'Days of Glory: los otros 'enfants de la patrie'

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No es casualidad que esta película de Rachid Bouchareb (Little Senegal), haya alterado su título original Indigènes, por el más peliculero Days of Glory, que hace referencia directa al film de Edward Zwick Tiempos de Gloria. Si en este blockbuster hollywoodiense de finales de los ochenta se narraban las peripecias de un batallón de soldados afroamericanos durante la Guerra de Secesión, prestando atención tanto a sus hazañas bélicas como al drama humano derivado de las fricciones entre su condición racial y los prejuicios de ciertos sectores del ejército, en Days of Glory se nos cuenta más o menos lo mismo sólo que ambientado en la Segunda Guerra Mundial y con soldados de las antiguas colonias francesas al servicio de la grandeur en lugar de afroamericanos al servicio de la unión. Y las referencias hollywoodienses no terminan ahí, ya que la sombra de Salvar al Soldado Ryan es tan alargada que los últimos cuarenta minutos de la película traspasan las fronteras del homenaje y sumen la historia, de una manera harto procaz, en el terreno del plagio más o menos directo.

El problema es que pese a tales condicionantes, Days of Glory se muestra renuente a reconocer y asimilar su herencia cinematográfica y trata en todo momento de ser algo más que un espectáculo bélico vistoso salpimentado de cierta crítica social. A ratos, consigue su propósito de resultar europea, (en el sentido más concienciado y bobalicón de la palabra), pero eso no impide que gran parte del metraje padezca los achaques de un tratamiento de los personajes excesivamente maniqueo, hagiográfico y unidimensional, de unos diálogos excesivamente explicativos en su afán de reiterar la idea central del fin, y de un tono entre solemne y pretencioso que nunca termina de convencer. Más o menos lo mismo que le ocurría a Tiempos de Gloria, claro que en el caso de esta película la reacción crítica fue bastante menos entusiasta, al menos en Europa, como consecuencia directa de su nacionalidad.

Days of Glory, en cambio, participó con éxito en Cannes, (donde el conjunto de su reparto masculino se hizo con el premio a la mejor interpretación), y en otros muchos y prestigiosos festivales también laxos en lo que a entrega de premios se refiere. Gran parte de esta buena acogida crítica se explica por el hecho de que el film ha conseguido que Jacques Chirac revise el problema de las pensiones a los supervivientes de estos batallones indígenas, un detalle que a ojos de muchos analistas maquiavélicos justifica las carencias de la propuesta, pero más allá de que el arte pueda servir para mejorar las cosas, más allá de que el cine, por una vez, no esquilme a los ciudadanos mediante subvenciones sino que contribuya a mejorar su economía, está claro que sólo las película simplonas, ternuristas, discursivas y políticamente correctas como Days Of Glory, pueden aspirar a conmover a los políticos, de lo cual se desprende que ni el drama bélico de Bouchareb es tan genial como nos lo pintan, ni nuestros dirigentes tan aficionados al cine sutil e inteligente como pretenden hacernos ver.

'Days of Glory: los otros 'enfants de la patrie'

Gonzalo G. Velasco
Gonzalo G. Velasco
miércoles, 11 de julio de 2007, 23:19 h (CET)
No es casualidad que esta película de Rachid Bouchareb (Little Senegal), haya alterado su título original Indigènes, por el más peliculero Days of Glory, que hace referencia directa al film de Edward Zwick Tiempos de Gloria. Si en este blockbuster hollywoodiense de finales de los ochenta se narraban las peripecias de un batallón de soldados afroamericanos durante la Guerra de Secesión, prestando atención tanto a sus hazañas bélicas como al drama humano derivado de las fricciones entre su condición racial y los prejuicios de ciertos sectores del ejército, en Days of Glory se nos cuenta más o menos lo mismo sólo que ambientado en la Segunda Guerra Mundial y con soldados de las antiguas colonias francesas al servicio de la grandeur en lugar de afroamericanos al servicio de la unión. Y las referencias hollywoodienses no terminan ahí, ya que la sombra de Salvar al Soldado Ryan es tan alargada que los últimos cuarenta minutos de la película traspasan las fronteras del homenaje y sumen la historia, de una manera harto procaz, en el terreno del plagio más o menos directo.

El problema es que pese a tales condicionantes, Days of Glory se muestra renuente a reconocer y asimilar su herencia cinematográfica y trata en todo momento de ser algo más que un espectáculo bélico vistoso salpimentado de cierta crítica social. A ratos, consigue su propósito de resultar europea, (en el sentido más concienciado y bobalicón de la palabra), pero eso no impide que gran parte del metraje padezca los achaques de un tratamiento de los personajes excesivamente maniqueo, hagiográfico y unidimensional, de unos diálogos excesivamente explicativos en su afán de reiterar la idea central del fin, y de un tono entre solemne y pretencioso que nunca termina de convencer. Más o menos lo mismo que le ocurría a Tiempos de Gloria, claro que en el caso de esta película la reacción crítica fue bastante menos entusiasta, al menos en Europa, como consecuencia directa de su nacionalidad.

Days of Glory, en cambio, participó con éxito en Cannes, (donde el conjunto de su reparto masculino se hizo con el premio a la mejor interpretación), y en otros muchos y prestigiosos festivales también laxos en lo que a entrega de premios se refiere. Gran parte de esta buena acogida crítica se explica por el hecho de que el film ha conseguido que Jacques Chirac revise el problema de las pensiones a los supervivientes de estos batallones indígenas, un detalle que a ojos de muchos analistas maquiavélicos justifica las carencias de la propuesta, pero más allá de que el arte pueda servir para mejorar las cosas, más allá de que el cine, por una vez, no esquilme a los ciudadanos mediante subvenciones sino que contribuya a mejorar su economía, está claro que sólo las película simplonas, ternuristas, discursivas y políticamente correctas como Days Of Glory, pueden aspirar a conmover a los políticos, de lo cual se desprende que ni el drama bélico de Bouchareb es tan genial como nos lo pintan, ni nuestros dirigentes tan aficionados al cine sutil e inteligente como pretenden hacernos ver.

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