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Juan Pablo Mañueco

Tres años después del 11-M

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Después del fuego criminal que nos conmocionó a todos en la mañana del 11 de marzo de 2004, hemos vivido tres años de humo, a través de Comisiones de Investigación Parlamentaria que nada aclararon en concreto, o a través de informaciones periodísticas contradictorias, que apoyan o desmienten la información oficial sobre la autoría de los atentados.

Tampoco el sumario instruido por el juez del Olmo ha estado exento de controversias, hasta el punto de que ni siquiera se sabe qué tipo de explosivo ocasionó la tragedia ferroviaria. Tres años después de comenzadas las investigaciones.

¿Quiénes fueron los autores de la masacre? ¿Islamistas que no se suicidaron en el momento de perpetrar su crimen, sino que esperaron a hacerlo al verse acorralados en Leganés, extinguiéndose con ello toda conexión ulterior? ¿Cómo es posible que llegara a producirse el atentado si los implicados eran confidentes policiales, presuntamente controlados en todos sus movimientos?

Hoy, jueves, comienza en la Audiencia Nacional el juicio por aquellos atentados. Nos esperan largas sesiones, en donde, si no la verdad plena de lo que aconteció en aquella jornada, sí se llegará a la verdad judicial, cuando exista una sentencia definitiva. A la verdad judicial, hemos dicho, según lo que consiga probarse o los jueces quieran dar por probado.

Pero, precisamente, porque entre las formalidades del sumario habrán quedado muchos cabos sueltos y porque ya se han detectado, ciertamente, numerosas incongruencias a lo largo del procedimiento, ni siquiera con las sentencia definitiva terminará la controversia política. Estamos ante un asunto de la máxima incidencia política, cuyas conclusiones se verán impregnadas por las presiones, abiertas o soterradas, de unos y otros partidos políticos sobre quienes tengan que emitir la sentencia.

Probablemente, hasta que no se celebren nuevas elecciones generales, la sombra del 11-M continuará planeando sobre la política española, porque aquellos días de marzo supusieron no sólo una conmoción humana, sino que desembocaron en una jornada electoral marcada por los acontecimientos.

Y después, aún dará para más investigaciones y aportaciones, antes de entrar en el campo de los historiadores, que tampoco serán objetivos, sino que se ceñirán más a unos u otros aspectos de los hechos, para llegar a sus personales conclusiones sobre la autoría.

La verdad más aterradora ya la conocemos. Aquel 11 de marzo de 2004. Casi doscientas personas hallaron la muerte, en una tragedia que todavía nos conmueve los corazones.

Tres años después del 11-M

Juan Pablo Mañueco
Juan Pablo Mañueco
viernes, 16 de febrero de 2007, 09:59 h (CET)
Después del fuego criminal que nos conmocionó a todos en la mañana del 11 de marzo de 2004, hemos vivido tres años de humo, a través de Comisiones de Investigación Parlamentaria que nada aclararon en concreto, o a través de informaciones periodísticas contradictorias, que apoyan o desmienten la información oficial sobre la autoría de los atentados.

Tampoco el sumario instruido por el juez del Olmo ha estado exento de controversias, hasta el punto de que ni siquiera se sabe qué tipo de explosivo ocasionó la tragedia ferroviaria. Tres años después de comenzadas las investigaciones.

¿Quiénes fueron los autores de la masacre? ¿Islamistas que no se suicidaron en el momento de perpetrar su crimen, sino que esperaron a hacerlo al verse acorralados en Leganés, extinguiéndose con ello toda conexión ulterior? ¿Cómo es posible que llegara a producirse el atentado si los implicados eran confidentes policiales, presuntamente controlados en todos sus movimientos?

Hoy, jueves, comienza en la Audiencia Nacional el juicio por aquellos atentados. Nos esperan largas sesiones, en donde, si no la verdad plena de lo que aconteció en aquella jornada, sí se llegará a la verdad judicial, cuando exista una sentencia definitiva. A la verdad judicial, hemos dicho, según lo que consiga probarse o los jueces quieran dar por probado.

Pero, precisamente, porque entre las formalidades del sumario habrán quedado muchos cabos sueltos y porque ya se han detectado, ciertamente, numerosas incongruencias a lo largo del procedimiento, ni siquiera con las sentencia definitiva terminará la controversia política. Estamos ante un asunto de la máxima incidencia política, cuyas conclusiones se verán impregnadas por las presiones, abiertas o soterradas, de unos y otros partidos políticos sobre quienes tengan que emitir la sentencia.

Probablemente, hasta que no se celebren nuevas elecciones generales, la sombra del 11-M continuará planeando sobre la política española, porque aquellos días de marzo supusieron no sólo una conmoción humana, sino que desembocaron en una jornada electoral marcada por los acontecimientos.

Y después, aún dará para más investigaciones y aportaciones, antes de entrar en el campo de los historiadores, que tampoco serán objetivos, sino que se ceñirán más a unos u otros aspectos de los hechos, para llegar a sus personales conclusiones sobre la autoría.

La verdad más aterradora ya la conocemos. Aquel 11 de marzo de 2004. Casi doscientas personas hallaron la muerte, en una tragedia que todavía nos conmueve los corazones.

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