No es que pretenda de ninguna de las maneras amargarle la fiesta a los contados aficionados del deporte rey que se decidan finalmente a leer estas líneas, lo digo desde el corazón y absolutamente en serio, pero no quiero dejar pasar la oportunidad de subrayar lo poco que le interesa al mundo del deporte, y en particular al del fútbol, cualquier otro tema que no tenga nada o muy poquito que ver con correr en gayumbos detrás de un balón. Porque aunque es bien cierto que, por una vez y sin que sirva de precedente, además de Cristiano Ronaldo y del resto de los galardonados en la gala de la Fifa de este año 2015, el protagonismo accidental en la ceremonia de entrega del Balón de Oro celebrada ayer en Zúrich, sede permanente de la Federación Internacional, se lo haya llevado el rechazo unánime de los presentes a la masacre yihadista perpetrada contra la revista parisina y de contenido satírico, Charlie Hebdo, eso por desgracia no suele ser demasiado habitual en un entorno como suele ser el que ahora mismo nos ocupa.
Bastante más comprometidas me han resultado desde siempre las manifestaciones que, secularmente, se le han podido dedicar a esos execrables actos en el mundo de la cultura y el arte. No en vano, desde el otro lado del Atlántico nos han llegado las imágenes de la entrega de galardones que otorga la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, y lo cierto es que no se puede negar que entre la Ballon d´Or y los Golden Globes Awards, no puede haber controversia posible. Tanto el emperifollado evento pseudodeportivo, como sus protagonistas, contrastan enormemente con el desparpajo desplegado por todos los presentes a una divertida gala del cinematógrafo que, al contrario que la primera, hace todo lo posible por huir de encorsetamientos autoimpuestos.