Vaya por delante mi convencimiento de que es mucho mejor recibir 426 euros a no ingresar nada; sin embargo, que la entrada en vigor de tan raquítica nueva prestación fuera solemnizada ayer en La Moncloa en el escenario empleado para las grandes ocasiones, considero que supone una grave falta de respeto para los perceptores de tan exigua ayuda.
Porque, de acuerdo, los recursos del Estado son finitos y no permiten hacer todo lo que sería necesario. Lo sé, hace ya mucho que he interiorizado que nuestros gobernantes no están dispuestos a reeditar aquel pasaje bíblico de la multiplicación de los panes y los peces, de no ser para salvar a los bancos o para amnistiar fiscalmente a las grandes fortunas. Para los poderosos, lo que sea menester; para la gente humilde, caridad preelectoral, con fecha de caducidad.
Sí, caridad, que no solidaridad; 426 euros al mes durante solo seis meses y para aquellos que llevan un año sin ingreso alguno. ¿Qué podrían hacer Rajoy, Cándido Méndez o Toxo con tan minúscula paga? ¿Por qué entonces el paripé de solemnizar algo que no es más que un mal parche? ¿Dónde ha quedado la sensibilidad del Gobierno y de los sindicatos? ¿Y por qué asumen UGT y CC OO el trágala de la foto de la caridad? ¿Por pura debilidad? (Cuando hablo de de debilidad no me refiero al escaso número de afiliados, sino a los episodios que hemos ido conociendo en los últimos meses, que no han dejado en muy buen lugar a las organizaciones sindicales). ¿Se aprovecha el Gobierno de esa fragilidad, obligando a Méndez y Toxo a aparecer en la foto de la caridad?