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Berkeley

Según George Berkeley el materialismo es negativo, ya que Dios es la garantía última de la objetividad de las percepciones humanas
José Manuel López García
martes, 16 de diciembre de 2014, 08:02 h (CET)
Este filósofo nacido en Irlanda en 1685 y fallecido en Oxford en 1753 afirma un acosmismo espiritualista. Aunque el propio Berkeley señala en sus obras que se basa en buena medida en el sentido común, lo cierto es que su filosofía fue considerada en su propio tiempo como excéntrica, y con la extraña virtud de poner de acuerdo a defensores y detractores, en relación con la sutileza de sus argumentaciones e ideas.

Este obispo es un firme defensor de la religión y, por tanto, se consagra a criticar y negar la justificación epistemológica del ateísmo, el materialismo y el escepticismo. Ya que estas doctrinas socavan los fundamentos del cristianismo. En su sistema filosófico uno de los propósitos esenciales es, precisamente, colocar a la religión en un primer plano, ya que es el soporte indudable de la realidad empírica. Si bien considero que no es necesario plantear este problema de esta forma, puesto que la materia puede dar lugar a una filosofía realista, que no niega, necesariamente, la existencia de una dimensión divina incognoscible empíricamente.

En todo caso, es indispensable tener presente el ambiente propio del siglo XVIII, y el surgimiento y desarrollo del empirismo de Locke y Hume, así como el sensismo o sensualismo y la filosofía escocesa del sentido común de Thomas Reid, etc.

Según George Berkeley el materialismo es negativo, ya que Dios es la garantía última de la objetividad de las percepciones humanas. Esto supone la afirmación inequívoca de un espiritualismo que rechaza la sustancialidad de la materia. Que las ideas existen en tanto son percibidas por una mente es el establecimiento de la existencia de lo percibido, de tal modo, que para este pensador las cosas son conjuntos de percepciones aisladas aprehendidas por la inteligencia.

Ciertamente, este filósofo no niega que la mente pueda producir ideas por sí misma, pero indica que Dios causa en nosotros ideas, que son reflejos o imágenes de las auténticas ideas divinas. Con estos planteamientos Berkeley establece que la inmortalidad del alma es innegable, y rechaza cualquier clase de mecanicismo en la Naturaleza, ya que está regida y ordenada por la divinidad.

De todas formas, es cierto que este pensador elaboró brillantes análisis lingüísticos, anticipando aspectos de la filosofía analítica del lengjuaje del siglo XX. Como también escribe Copleston: «Lo que Berkeley llama ideas no son ideas de las cosas, son cosas. No representan entidades que las trasciendan; son ellas mismas esas entidades. Al percibir ideas no percibimos imágenes de cosas sensibles, sino las mismas cosas sensibles».

En lo relativo a la ética si bien es cierto que no elaboró un sistema ético articulado, si escribió observaciones y notas, que dejan claros sus planteamientos acerca de la moral humana.

La búsqueda del propio interés no esta reñida con el deber, la sabiduría y la virtud, puesto que constituyen, según Berkeley, la base de una buena conducta fundamentada también en la razón. Las normas racionales son, por tanto, esenciales para un buen comportamiento humano. Si bien este filósofo considera que ética y religión están entrelazadas, porque ambas buscan el bien de los hombres. De todos modos, Berkeley afirma un utilitarismo teológico, porque piensa que todo hombre razonable realiza sus actos de acuerdo con la voluntad expresa de Dios. Algo que considero innecesario, porque el amor es la máxima expresión del cristianismo, y puede ser interpretado como la manifestación de la voluntad divina, en relación con las acciones humanas libres.

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