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Texto de Fernando Fuentes

Bangladesh: Una sal amarga

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En Bangladesh, una república situada en el sur de Asia y bañada por el Océano Índico, la sal no sazona la vida sino que le transmite un sabor amargo. Allí mujeres embarazadas presentan un mayor riesgo de sufrir algunas complicaciones obstétricas- entre ellas una llamada preeclampsia- asociadas al elevado nivel de sodio en el agua de consumo.

Para una gestante tener elevada la tensión arterial puede ser un dolor de cabeza. Ya que de no ser tratada suele configurar una de las principales causas de enfermedad y mortalidad materna y perinatal, especialmente en países en vías de desarrollo. Frecuentemente subdiagnosticada, la hipertensión gestacional se define como la detección inicial -en dos tomas separadas al menos por seis horas, durante una misma semana- de valores de tensión arterial por encima de 140/90 mmhg después de la semana 20 de gestación.

El término incluye un espectro que va desde la presencia de registros de hipertensión arterial aislados y asintomáticos hasta cuadros más graves con compromiso de diversos órganos maternos y severos trastornos fetales tales como retardo del crecimiento intrauterino. Una embarazada con preeclampsia es aquella que además de presentar registros de tensión arterial por encima de los valores citados tiene otros hallazgos clínicos: entre los que se destaca la presencia de proteínas en la orina debido a compromiso renal.

También puede padecer dolor abdominal, nauseas y vómitos secundarios a lesión hepática, trastornos en la coagulación y por si fuera poco signos y síntomas neurológicos tales como cefaleas y confusión. Cuando a dicho compromiso de varios sistemas se agregan convulsiones el diagnóstico que se impone es el de eclampsia.

Sal y cambio climático
Alrededor del 4.4 % de los embarazos en el mundo desarrollado suelen complicarse con preeclampsia, cifra que trepa al 18% de los nacimientos en algunos países de África. Aunque no se cuentan con estadísticas precisas los expertos creen que en Bangladesh las cifras estarían cerca de las observadas en países africanos. Alrededor del 9 % de las embarazadas sufría la temible y tardía eclampsia según un antiguo estudio de 1994.

En 2008 un artículo publicado en la revista Lancet ya daba cuenta que en las localidades costeras de Bangladesh se registra una mayor cantidad de trastornos hipertensivos del embarazo en comparación con zonas que no lo son. En la actualidad alrededor de 40 millones de personas residen en cercanías al océano y necesitan imperiosamente de lagunas, ríos o acuíferos subterráneos para la provisión de agua dulce para consumo.

Dichas fuentes en el último tiempo lamentablemente han sufrido la contaminación con agua salada marina. De la mano del cambio climático reinante la salinidad ha invadido ya más de 100 kilómetros tierra adentro. Con el calentamiento global y el sostenido incremento en el nivel de los océanos la sal promete ir por más.

Veintisiete veces más
Recientemente Aneire Khan, una epidemióloga del Imperial College de Londres, detectó elevadas concentraciones de sodio en el agua de consumo y en la orina de 202 embarazadas con hipertensión gestacional. Todas residentes en la localidad costera de Dacope, al sudoeste de Bangladesh. En las conclusiones de su artículo publicado en la revista PLoS ONE Khan afirmó que las embarazadas están diariamente expuestas solo por medio de la ingesta de agua a concentraciones de sodio 27 veces más altas que las recomendadas por algunos organismos oficiales. Ninguna de las encintas que bebían solamente agua de lluvia sufrieron trastornos hipertensivos.

La metodología empleada en el citado estudio no alcanzó para definir causalidad pero si sugirió una fuerte asociación dosis dependiente entre consumo de agua con elevados niveles de sodio e hipertensión gestacional. Escaparon a esta investigación los mecanismos por el cual el exceso de sodio desencadena trastornos hipertensivos en embarazadas. Aunque en trabajos previos ciertos factores tales como una disminución en la capacidad antioxidante y el daño secundario en las paredes internas de algunas arterias han sido directamente involucrados en la génesis del problema.

Para Khan los resultados obtenidos si bastan para justificar la urgente puesta en marcha de medidas destinadas a asegurar la provisión de agua con bajo contenido salino para toda la población bangladés. Con elevaciones de 2 grados Celsius en la temperatura de la superficie de los océanos, y 0,3 metros en el nivel de agua, el área inundable de Bangladesh se incrementaría en un 15% según algunas estimaciones. Un futuro más salado, también más amargo, pronostican los expertos si no se toman recaudos.

Bangladesh: Una sal amarga

Texto de Fernando Fuentes
Redacción
lunes, 13 de octubre de 2014, 08:59 h (CET)
En Bangladesh, una república situada en el sur de Asia y bañada por el Océano Índico, la sal no sazona la vida sino que le transmite un sabor amargo. Allí mujeres embarazadas presentan un mayor riesgo de sufrir algunas complicaciones obstétricas- entre ellas una llamada preeclampsia- asociadas al elevado nivel de sodio en el agua de consumo.

Para una gestante tener elevada la tensión arterial puede ser un dolor de cabeza. Ya que de no ser tratada suele configurar una de las principales causas de enfermedad y mortalidad materna y perinatal, especialmente en países en vías de desarrollo. Frecuentemente subdiagnosticada, la hipertensión gestacional se define como la detección inicial -en dos tomas separadas al menos por seis horas, durante una misma semana- de valores de tensión arterial por encima de 140/90 mmhg después de la semana 20 de gestación.

El término incluye un espectro que va desde la presencia de registros de hipertensión arterial aislados y asintomáticos hasta cuadros más graves con compromiso de diversos órganos maternos y severos trastornos fetales tales como retardo del crecimiento intrauterino. Una embarazada con preeclampsia es aquella que además de presentar registros de tensión arterial por encima de los valores citados tiene otros hallazgos clínicos: entre los que se destaca la presencia de proteínas en la orina debido a compromiso renal.

También puede padecer dolor abdominal, nauseas y vómitos secundarios a lesión hepática, trastornos en la coagulación y por si fuera poco signos y síntomas neurológicos tales como cefaleas y confusión. Cuando a dicho compromiso de varios sistemas se agregan convulsiones el diagnóstico que se impone es el de eclampsia.

Sal y cambio climático
Alrededor del 4.4 % de los embarazos en el mundo desarrollado suelen complicarse con preeclampsia, cifra que trepa al 18% de los nacimientos en algunos países de África. Aunque no se cuentan con estadísticas precisas los expertos creen que en Bangladesh las cifras estarían cerca de las observadas en países africanos. Alrededor del 9 % de las embarazadas sufría la temible y tardía eclampsia según un antiguo estudio de 1994.

En 2008 un artículo publicado en la revista Lancet ya daba cuenta que en las localidades costeras de Bangladesh se registra una mayor cantidad de trastornos hipertensivos del embarazo en comparación con zonas que no lo son. En la actualidad alrededor de 40 millones de personas residen en cercanías al océano y necesitan imperiosamente de lagunas, ríos o acuíferos subterráneos para la provisión de agua dulce para consumo.

Dichas fuentes en el último tiempo lamentablemente han sufrido la contaminación con agua salada marina. De la mano del cambio climático reinante la salinidad ha invadido ya más de 100 kilómetros tierra adentro. Con el calentamiento global y el sostenido incremento en el nivel de los océanos la sal promete ir por más.

Veintisiete veces más
Recientemente Aneire Khan, una epidemióloga del Imperial College de Londres, detectó elevadas concentraciones de sodio en el agua de consumo y en la orina de 202 embarazadas con hipertensión gestacional. Todas residentes en la localidad costera de Dacope, al sudoeste de Bangladesh. En las conclusiones de su artículo publicado en la revista PLoS ONE Khan afirmó que las embarazadas están diariamente expuestas solo por medio de la ingesta de agua a concentraciones de sodio 27 veces más altas que las recomendadas por algunos organismos oficiales. Ninguna de las encintas que bebían solamente agua de lluvia sufrieron trastornos hipertensivos.

La metodología empleada en el citado estudio no alcanzó para definir causalidad pero si sugirió una fuerte asociación dosis dependiente entre consumo de agua con elevados niveles de sodio e hipertensión gestacional. Escaparon a esta investigación los mecanismos por el cual el exceso de sodio desencadena trastornos hipertensivos en embarazadas. Aunque en trabajos previos ciertos factores tales como una disminución en la capacidad antioxidante y el daño secundario en las paredes internas de algunas arterias han sido directamente involucrados en la génesis del problema.

Para Khan los resultados obtenidos si bastan para justificar la urgente puesta en marcha de medidas destinadas a asegurar la provisión de agua con bajo contenido salino para toda la población bangladés. Con elevaciones de 2 grados Celsius en la temperatura de la superficie de los océanos, y 0,3 metros en el nivel de agua, el área inundable de Bangladesh se incrementaría en un 15% según algunas estimaciones. Un futuro más salado, también más amargo, pronostican los expertos si no se toman recaudos.

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