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Las nuevas Pasionarias del 2020: C.Calvo, Mº Jesús Montero e Isabel Celáa

La demolición del Estado democrático y la irrupción totalitaria sanchista

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Sí, señores, por mucho que nos duela, por las veces que hemos predicado en vano y por lo que nos estamos jugando como españoles y como país, no nos queda más remedio que reconocer que hemos entrado de lleno en lo que, seguramente, podrá acabar con esta España que heredamos de nuestros padres, estas tradiciones que nos han acompañado durante tantos años, estos sentimientos a los que nos hemos venido aferrando, pese a las dificultades que hemos tenido que superar por parte de aquellos que han estado persiguiendo, con un ahínco digno de mejor causa, el desmantelamiento del actual Estado, tal y como lo hemos venido entendiendo los que creemos en las libertades individuales, en la vigencia de la Constitución, en el sentido ético y moral de la vida y la necesidad de basar en la convivencia, el mutuo respeto, tolerancia, la confraternidad y el sentido de nación que parece que, al menos hasta hace unos años, teníamos todos los españoles, incluso las izquierdas.


Hemos entrado en la vorágine que precede a cualquier revolución de ideas, en la demonización de todo aquello que hemos estando entendiendo como básico para la convivencia, dentro de un país donde los hay que han emprendido una carrera contra reloj para destruir lo que tantos años nos ha llevado a los españoles conseguir, para dar paso a unas ideas revolucionarias, basadas en un nuevo sentido de lo que debe ser una país, en la deshumanización de las relaciones entre los ciudadanos, en la laicización de una sociedad que ha dejado de creer en un dios, para refocilarse en un materialismo egoísta, libertario, sin controles morales, basado en la autosatisfacción de los sentidos sin que, para conseguirlo, se tengan en cuenta los derechos de los demás, sus sentimientos, sus creencias y sus propias inquietudes.


Nuestros actuales dirigentes políticos han decidido que, lo mejor para conseguir sus objetivos es no perder tiempo ni comba. Basados en tácticas, seguramente heredadas de los soviéticos, han decidido que se han de acumular cambios, se ha de entrar a saco en todos los aspectos que han venido caracterizando a un estado democrático, con la malévola intención de agobiar, neutralizar, acogotar y desmoralizar al adversario político que, para ellos, sólo se trata de un enemigo a batir y, si es posible, eliminar como competencia. Gobernar a base de decretos-ley para conseguir la inmediatez que buscan en conseguir los cambios; desvalorizar las funciones de las dos cámaras de representación popular; arrinconar a la oposición confinándola fuera de los puestos de decisión y estableciendo, a su alrededor, el cinturón sanitario que los aísle, consistente en no tomar en cuenta nunca sus propuestas, sus ideas, sus aportaciones a las nuevas normas, sus consejos o sus intentos de conseguir reformas que pudieran mejorar su efectividad. No tienen la ética necesaria y, si la tuvieren, no parece que les permitiera superar el hecho indubitable de que la anticipación, las prisas, las decisiones no meditadas, la temeridad y la precipitación que ellos han tomado como norma y que, evidentemente, siempre suelen acarrear dificultades que, en algunas ocasiones, cuando lo que se está jugando es que la repercusión fuera de España de decisiones que se tomaran por los dirigentes, dentro de ella, pudieran provocar graves problemas internacionales, consecuencias económicas perjudiciales o situaciones de enfrentamiento que pudieran situarnos en una posición de inferioridad en la política internacional.


El citar al jefe de la oposición para pedirle que, para satisfacer las ambiciones del señor presidente del Gobierno, se ceda en todos los aspectos que interesan al señor pedro Sánchez y, a cambio, no se dignen a tomar en cuenta aquellas propuestas que afectan directamente a la unidad de España, como es el grave problema catalán, no solamente denuncia un totalitarismo dictatorial del actual gobierno, sino que, por medio del ramillete de ministras del que se ha rodeado el señor Sánchez como guardia de corps a la presidencia, se han encargado de esparcir la semilla de la mentira, de la desestabilización, de la denigración del adversario y la gran maldad de pretender hacer ver que no se han conseguido acuerdos a causa de la “deslealtad” de la derecha, cuando de lo que verdaderamente se está tratando es de que los separatistas catalanes y vascos no sean los que impongan sus particulares ideas de lo que desean que sea España, una nación de naciones como ellos dicen, en la que todavía no sabemos qué papel iban a tener los catalanes y vascos, ni siquiera si ellos estarían conformes con seguir unidos a España por un sistema de gobierno de tipo federal.

Mientras tanto, nos tenemos que tragar que se modifique el delito de secesión, para reducir su gravedad y, consiguientemente, la pena que se le debe aplicar y, por si no faltara nada peor que añadir a semejante idea, entender que la malversación de caudales públicos ya se supondría incluida en la secesión, suprimiendo de una tacada el que la condena fuera una para cada clase de delito. El señor Marlaska, un sujeto temible, por su doble condición de juez y, a la vez, de miembro sectario del Gobierno, con algunos aspectos de sus actuaciones que podrían llevar, a un experto a ver, en sus decisiones, ramalazos de prevaricación; no parará hasta que consiga algo que sería entendible si la fiscalía fuera independiente y no mediatizada por el Fiscal General de Estado: una ministra que, incumpliendo todas las condiciones que hasta ahora se tomaban en cuenta, ha accedido al cargo de Fiscal General, sin tener en cuenta el hecho de que había sido ministra socialista lo que se le supondría, en buena ley, una estimación de razonables de que esta señora tuviera serios problemas de imparcialidad, falta de objetividad y una propensión más que razonable a moverse dentro de lo que serían las coordenadas del propio gobierno. Abundando en el intento de hacerse con el poder judicial, van a intentar que la instrucción de los expediente penales, en lugar de corresponder a los jueces de lo penal, sean llevadas a cabo por los propios fiscales.


Hoy mismo, el Consejo de Ministros (trasladado de día, para impedir las posibles reacciones de otras instituciones, a las que se les ha acortado el tiempo para poder valorar debidamente las consecuencias de las decisiones tomadas en los mismos), ha tomado unas decisiones que, como poco, denotan frivolidad, temeridad, falta de una reflexión profunda y, por encima de todo, que se han tomado antes de que el resto de países de la UE y el mismo Parlamento de la misma hayan tomado una medida común, al respecto. De nuevo ha salido a la palestra esta falta de prudencia, oportunidad y congruencia que, junto a su egolatría, caracterizan al señor Pedro Sánchez, cuando se ha lanzado a tumba abierta a lo que, con mucha posibilidad, pueda resultar un nuevo estoconazo para nuestra economía, cuando, en un gesto con mucho de quijotesco, poco de prudente y lleno de toda la inquina que lleva acumulando contra los EE.UU del señor Trump, ha decidido aprobar las tasas “Google” y la tasa “Tobín”, sobre la imposición del impuesto digital y el que tanto tiempo se ha estado discutiendo en la propia CE, de las transacciones comerciales. Sin entrar, para nada, en si son convenientes, justas o no; lo cierto es que el constituirse en paladín de una iniciativa que, evidentemente, puede enfurecer a la administración americana y ya no digamos al presidente Trump, no es algo que pueda tomarse como intrascendente y, por encima de todo carente de la más mínima prudencia por los efectos perniciosos que pudiera tener para nuestra economía.


Ya hemos tenido el ejemplo de lo que ha sucedido con los vinos, las olivas y el aceite español. Lo que puede desencadenar este nuevo puyazo a los estadounidenses está por ver pero, conociendo como tratan ellos a los que pretenden meterles el dedo en el ojo, no nos extrañaría que nos encontremos ante una situación nada cómoda si, como es posible que suceda, deciden aumentar los aranceles a las exportaciones españolas que, todavía, no han sido afectadas por los aumentos que nos impuso la Administración americana. Y todo esto, cuando las ministras de Economía y Hacienda se las prometen muy felices porque, según ellas han alcanzado el objetivo de que nuestra Deuda Pública (el Estado, las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Seguridad Social) cerró el 2019 con 1,188 billones de euros, un 95,5% del PIB. Según ellas se ha reducido la Deuda Pública del 97,1% al indicado nuevo porcentaje. Se olvidan de aclarar que esta aparente mejora se debe al crecimiento de la economía española (un +1,8% del PB del 2019) En realidad y en términos absolutos lo que ha sucedido es que la deuda pública se incrementó en 15.545 millones en el 2019, un 1,3% más que en el anterior.


No debiéramos de extrañarnos por lo que es evidente, el hecho de que las voceras de este gobierno sean verdaderas expertas en presentarnos la realidad, las noticias económicas, las laborales y todas aquellas que, de una forma u otra, pudieran afectar negativamente a la credibilidad de este nuevo gobierno que debemos soportar, desde un punto de vista positivo. Y es que, señores, este feminismo que el señor Sánchez nos ha traído en forma de ministras de su gobierno, no hace más que demostrar que no es cierto esto de que la mujeres tengan, forzosamente, derecho a ocupar un puesto de responsabilidad, simplemente por el sexo que Dios les ha asignado. Estas tres muestras femeninas de lo que se podría calificar como la “camada” del servilismo completo a la figura del señor Sánchez, voceras acreditadas de la Moncloa, mujeres que nunca hubieran soñado ocupar un puesto tan elevado en la Administración, lenguaraces expertas en el arte de las tergiversaciones, inmunes al respeto por la verdad, adeptas a la descalificación del adversario y en la gesticulación estudiadas con las que acompañan su voz cuando vierten, sin rubor alguno, falsedades como la copa de un pino respecto a sus adversarios políticos y a todo aquello que pudiera ir en descrédito de su labor de gobierno. Vean el caso memorable de la incómoda visita de Delcy Rodríguez, del choteo con el que se ha tomado Maduro el incidente; de las ridículas excusas que, en seis versiones distintas, dio el señor Ávalos, que ya debiera de haber dimitido, no tanto por la metida de pata que cometió, sino por la torpeza con la que ha tratado un asunto de tanta importancia.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, ( el tiempo y el espacio no nos dan tiempo a comentar otros hechos de igual importancia) hemos podido comprobar cómo los nuevos gobernantes han decidido poner la directa en lo que, si no se remedia y no parece que haya quien quiera intentarlo, es una política de quemar etapas en lo que para ellos consideran la estabilización de España pero que, para los que no confiamos en semejantes advenedizos, es evidente que se trata de dar pasos precipitados, en la dirección contraria; peligrosos y, en ocasiones, irreversibles, de modo que, de no planearse la oposición actuaciones de mayor envergadura, mucho nos tememos que vayamos directos a una situación de suma gravedad para nuestro país. Y un añadido dedicado a nuestra monarquía: no entendemos que, ante un panorama semejante, sin duda muy grave para la continuación de un régimen monárquico en España; el Rey se haya refugiado en la habitación del miedo y la impotencia, mientras que su esposa, la reina Leticia, sigue con su frívola vida, ajena a todo y solamente pendiente de sus vestidos de última moda y de la imagen personal que pretende convertir en la estampa de la elegancia en nuestra nación. La verdad, lo siento, pero no están las cosas para semejantes estupideces.

La demolición del Estado democrático y la irrupción totalitaria sanchista

Las nuevas Pasionarias del 2020: C.Calvo, Mº Jesús Montero e Isabel Celáa
Miguel Massanet
miércoles, 19 de febrero de 2020, 12:29 h (CET)

Sí, señores, por mucho que nos duela, por las veces que hemos predicado en vano y por lo que nos estamos jugando como españoles y como país, no nos queda más remedio que reconocer que hemos entrado de lleno en lo que, seguramente, podrá acabar con esta España que heredamos de nuestros padres, estas tradiciones que nos han acompañado durante tantos años, estos sentimientos a los que nos hemos venido aferrando, pese a las dificultades que hemos tenido que superar por parte de aquellos que han estado persiguiendo, con un ahínco digno de mejor causa, el desmantelamiento del actual Estado, tal y como lo hemos venido entendiendo los que creemos en las libertades individuales, en la vigencia de la Constitución, en el sentido ético y moral de la vida y la necesidad de basar en la convivencia, el mutuo respeto, tolerancia, la confraternidad y el sentido de nación que parece que, al menos hasta hace unos años, teníamos todos los españoles, incluso las izquierdas.


Hemos entrado en la vorágine que precede a cualquier revolución de ideas, en la demonización de todo aquello que hemos estando entendiendo como básico para la convivencia, dentro de un país donde los hay que han emprendido una carrera contra reloj para destruir lo que tantos años nos ha llevado a los españoles conseguir, para dar paso a unas ideas revolucionarias, basadas en un nuevo sentido de lo que debe ser una país, en la deshumanización de las relaciones entre los ciudadanos, en la laicización de una sociedad que ha dejado de creer en un dios, para refocilarse en un materialismo egoísta, libertario, sin controles morales, basado en la autosatisfacción de los sentidos sin que, para conseguirlo, se tengan en cuenta los derechos de los demás, sus sentimientos, sus creencias y sus propias inquietudes.


Nuestros actuales dirigentes políticos han decidido que, lo mejor para conseguir sus objetivos es no perder tiempo ni comba. Basados en tácticas, seguramente heredadas de los soviéticos, han decidido que se han de acumular cambios, se ha de entrar a saco en todos los aspectos que han venido caracterizando a un estado democrático, con la malévola intención de agobiar, neutralizar, acogotar y desmoralizar al adversario político que, para ellos, sólo se trata de un enemigo a batir y, si es posible, eliminar como competencia. Gobernar a base de decretos-ley para conseguir la inmediatez que buscan en conseguir los cambios; desvalorizar las funciones de las dos cámaras de representación popular; arrinconar a la oposición confinándola fuera de los puestos de decisión y estableciendo, a su alrededor, el cinturón sanitario que los aísle, consistente en no tomar en cuenta nunca sus propuestas, sus ideas, sus aportaciones a las nuevas normas, sus consejos o sus intentos de conseguir reformas que pudieran mejorar su efectividad. No tienen la ética necesaria y, si la tuvieren, no parece que les permitiera superar el hecho indubitable de que la anticipación, las prisas, las decisiones no meditadas, la temeridad y la precipitación que ellos han tomado como norma y que, evidentemente, siempre suelen acarrear dificultades que, en algunas ocasiones, cuando lo que se está jugando es que la repercusión fuera de España de decisiones que se tomaran por los dirigentes, dentro de ella, pudieran provocar graves problemas internacionales, consecuencias económicas perjudiciales o situaciones de enfrentamiento que pudieran situarnos en una posición de inferioridad en la política internacional.


El citar al jefe de la oposición para pedirle que, para satisfacer las ambiciones del señor presidente del Gobierno, se ceda en todos los aspectos que interesan al señor pedro Sánchez y, a cambio, no se dignen a tomar en cuenta aquellas propuestas que afectan directamente a la unidad de España, como es el grave problema catalán, no solamente denuncia un totalitarismo dictatorial del actual gobierno, sino que, por medio del ramillete de ministras del que se ha rodeado el señor Sánchez como guardia de corps a la presidencia, se han encargado de esparcir la semilla de la mentira, de la desestabilización, de la denigración del adversario y la gran maldad de pretender hacer ver que no se han conseguido acuerdos a causa de la “deslealtad” de la derecha, cuando de lo que verdaderamente se está tratando es de que los separatistas catalanes y vascos no sean los que impongan sus particulares ideas de lo que desean que sea España, una nación de naciones como ellos dicen, en la que todavía no sabemos qué papel iban a tener los catalanes y vascos, ni siquiera si ellos estarían conformes con seguir unidos a España por un sistema de gobierno de tipo federal.

Mientras tanto, nos tenemos que tragar que se modifique el delito de secesión, para reducir su gravedad y, consiguientemente, la pena que se le debe aplicar y, por si no faltara nada peor que añadir a semejante idea, entender que la malversación de caudales públicos ya se supondría incluida en la secesión, suprimiendo de una tacada el que la condena fuera una para cada clase de delito. El señor Marlaska, un sujeto temible, por su doble condición de juez y, a la vez, de miembro sectario del Gobierno, con algunos aspectos de sus actuaciones que podrían llevar, a un experto a ver, en sus decisiones, ramalazos de prevaricación; no parará hasta que consiga algo que sería entendible si la fiscalía fuera independiente y no mediatizada por el Fiscal General de Estado: una ministra que, incumpliendo todas las condiciones que hasta ahora se tomaban en cuenta, ha accedido al cargo de Fiscal General, sin tener en cuenta el hecho de que había sido ministra socialista lo que se le supondría, en buena ley, una estimación de razonables de que esta señora tuviera serios problemas de imparcialidad, falta de objetividad y una propensión más que razonable a moverse dentro de lo que serían las coordenadas del propio gobierno. Abundando en el intento de hacerse con el poder judicial, van a intentar que la instrucción de los expediente penales, en lugar de corresponder a los jueces de lo penal, sean llevadas a cabo por los propios fiscales.


Hoy mismo, el Consejo de Ministros (trasladado de día, para impedir las posibles reacciones de otras instituciones, a las que se les ha acortado el tiempo para poder valorar debidamente las consecuencias de las decisiones tomadas en los mismos), ha tomado unas decisiones que, como poco, denotan frivolidad, temeridad, falta de una reflexión profunda y, por encima de todo, que se han tomado antes de que el resto de países de la UE y el mismo Parlamento de la misma hayan tomado una medida común, al respecto. De nuevo ha salido a la palestra esta falta de prudencia, oportunidad y congruencia que, junto a su egolatría, caracterizan al señor Pedro Sánchez, cuando se ha lanzado a tumba abierta a lo que, con mucha posibilidad, pueda resultar un nuevo estoconazo para nuestra economía, cuando, en un gesto con mucho de quijotesco, poco de prudente y lleno de toda la inquina que lleva acumulando contra los EE.UU del señor Trump, ha decidido aprobar las tasas “Google” y la tasa “Tobín”, sobre la imposición del impuesto digital y el que tanto tiempo se ha estado discutiendo en la propia CE, de las transacciones comerciales. Sin entrar, para nada, en si son convenientes, justas o no; lo cierto es que el constituirse en paladín de una iniciativa que, evidentemente, puede enfurecer a la administración americana y ya no digamos al presidente Trump, no es algo que pueda tomarse como intrascendente y, por encima de todo carente de la más mínima prudencia por los efectos perniciosos que pudiera tener para nuestra economía.


Ya hemos tenido el ejemplo de lo que ha sucedido con los vinos, las olivas y el aceite español. Lo que puede desencadenar este nuevo puyazo a los estadounidenses está por ver pero, conociendo como tratan ellos a los que pretenden meterles el dedo en el ojo, no nos extrañaría que nos encontremos ante una situación nada cómoda si, como es posible que suceda, deciden aumentar los aranceles a las exportaciones españolas que, todavía, no han sido afectadas por los aumentos que nos impuso la Administración americana. Y todo esto, cuando las ministras de Economía y Hacienda se las prometen muy felices porque, según ellas han alcanzado el objetivo de que nuestra Deuda Pública (el Estado, las Comunidades Autónomas, Ayuntamientos y Seguridad Social) cerró el 2019 con 1,188 billones de euros, un 95,5% del PIB. Según ellas se ha reducido la Deuda Pública del 97,1% al indicado nuevo porcentaje. Se olvidan de aclarar que esta aparente mejora se debe al crecimiento de la economía española (un +1,8% del PB del 2019) En realidad y en términos absolutos lo que ha sucedido es que la deuda pública se incrementó en 15.545 millones en el 2019, un 1,3% más que en el anterior.


No debiéramos de extrañarnos por lo que es evidente, el hecho de que las voceras de este gobierno sean verdaderas expertas en presentarnos la realidad, las noticias económicas, las laborales y todas aquellas que, de una forma u otra, pudieran afectar negativamente a la credibilidad de este nuevo gobierno que debemos soportar, desde un punto de vista positivo. Y es que, señores, este feminismo que el señor Sánchez nos ha traído en forma de ministras de su gobierno, no hace más que demostrar que no es cierto esto de que la mujeres tengan, forzosamente, derecho a ocupar un puesto de responsabilidad, simplemente por el sexo que Dios les ha asignado. Estas tres muestras femeninas de lo que se podría calificar como la “camada” del servilismo completo a la figura del señor Sánchez, voceras acreditadas de la Moncloa, mujeres que nunca hubieran soñado ocupar un puesto tan elevado en la Administración, lenguaraces expertas en el arte de las tergiversaciones, inmunes al respeto por la verdad, adeptas a la descalificación del adversario y en la gesticulación estudiadas con las que acompañan su voz cuando vierten, sin rubor alguno, falsedades como la copa de un pino respecto a sus adversarios políticos y a todo aquello que pudiera ir en descrédito de su labor de gobierno. Vean el caso memorable de la incómoda visita de Delcy Rodríguez, del choteo con el que se ha tomado Maduro el incidente; de las ridículas excusas que, en seis versiones distintas, dio el señor Ávalos, que ya debiera de haber dimitido, no tanto por la metida de pata que cometió, sino por la torpeza con la que ha tratado un asunto de tanta importancia.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, ( el tiempo y el espacio no nos dan tiempo a comentar otros hechos de igual importancia) hemos podido comprobar cómo los nuevos gobernantes han decidido poner la directa en lo que, si no se remedia y no parece que haya quien quiera intentarlo, es una política de quemar etapas en lo que para ellos consideran la estabilización de España pero que, para los que no confiamos en semejantes advenedizos, es evidente que se trata de dar pasos precipitados, en la dirección contraria; peligrosos y, en ocasiones, irreversibles, de modo que, de no planearse la oposición actuaciones de mayor envergadura, mucho nos tememos que vayamos directos a una situación de suma gravedad para nuestro país. Y un añadido dedicado a nuestra monarquía: no entendemos que, ante un panorama semejante, sin duda muy grave para la continuación de un régimen monárquico en España; el Rey se haya refugiado en la habitación del miedo y la impotencia, mientras que su esposa, la reina Leticia, sigue con su frívola vida, ajena a todo y solamente pendiente de sus vestidos de última moda y de la imagen personal que pretende convertir en la estampa de la elegancia en nuestra nación. La verdad, lo siento, pero no están las cosas para semejantes estupideces.

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Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre un aspecto de la vida actual que parece extremadamente novedoso por sus avances agigantados en el mundo de la tecnología, pero cuyo planteo persiste desde Platón hasta nuestros días, a saber, la realidad virtual inmiscuida hasta el tuétano en nuestra cotidianidad y la posibilidad de que llegue el día en que no podamos distinguir entre "lo real" y "lo virtual".

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