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Castas

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Que en el siglo XXI se hable de castas en los medios no es extraño. La historia nos demuestra que la verdadera igualdad en seres humanos es tan difícil de conseguir como la justicia, por mucho que avancemos en el tiempo y lo civilizado. Siempre ha habido catalogación de personas. Si actualmente la hay en lugares de la tierra como la India, no es sólo por herencia recibida de religiones. Deberíamos pensar que proviene de la civilizada Europa donde, mira por dónde, y por sus intereses influyó para que las castas superiores fueran proporcionales a la claridad de piel. 

Así, los sacerdotes e intelectuales estarían en lo más alto de la pirámide, después los guerreros y reyes, seguidos de comerciantes y artesanos, y luego campesinos y trabajadores, y ya sin derecho alguno, ni a estar en esas cuatro castas, en la base más baja de la pirámide, estarían los dálits, llamados “intocables”, que por no tener, no tienen ni casta, ni pueden beber agua en fuentes públicas, y por haber nacido ahí, otros se atreven a humillarles, a quitarles la vida, amparándose en leyes antiguas abolidas hace sesenta años, es el caso de las numerosas niñas violadas y asesinadas en la India. Aunque se hable de que el sistema de castas apenas existe allí, hay incluso otra división más baja, los “invisibles”, no tienen derecho a la luz natural y salen a la calle de noche.  Y es que no son cuatro las castas en la India, sino que pueden llegar hasta cuatro mil. A los humanos nos gusta clasificar y proteger intereses, razas y geografías como perros de presa.  

Todo ello es racismo para evitar la mezcla de sangre y mestizaje. Precisamente, al glorioso imperio español y colonialismo de las Américas del siglo XVIII se le culpa de clasificar a los mestizos por su color de piel; sobre todo cuando se temen perder intereses y poder en las conquistas. Típico de entonces es el fenómeno artístico de las pinturas de castas, donde artistas anónimos y desconocidos dibujan y numeran, a padres con hijo, incluso con el paisaje de fondo que corresponde a los modelos, escribiendo su casta social, con nombres tan esperpénticos como saltatrás, coyote, tentenelaire, zambo, cambujo, etc. Algo ha debido quedar por allí cuando en México, actualmente hay una serie televisiva titulada “Crónica de castas”, donde la actriz Ángela Molina participa, serie que hace gala de otras clasificaciones humanas como raperos, transexuales, ex guerrilleros..., castas de hoy, pero sin perder la visión histórica. 

  También en España, de forma más o menos encubierta, quedan retazos de castas, grupos que reciben dádivas y pensiones extras, grupos que no se verán con la justicia o lo harán de forma privilegiada, grupos a los que las leyes les rozarán un poco pero saldrán impunes, grupos de ricos y pobres, de parados, o con pedigrí, como los animales. Es difícil hablar de igualdad, aunque haya leyes decretadas, si luego el mundo se divide en castas económicas, políticas y raciales con todos sus privilegios y discriminaciones.   

Castas

Nieves Fernández
domingo, 29 de junio de 2014, 07:45 h (CET)
Que en el siglo XXI se hable de castas en los medios no es extraño. La historia nos demuestra que la verdadera igualdad en seres humanos es tan difícil de conseguir como la justicia, por mucho que avancemos en el tiempo y lo civilizado. Siempre ha habido catalogación de personas. Si actualmente la hay en lugares de la tierra como la India, no es sólo por herencia recibida de religiones. Deberíamos pensar que proviene de la civilizada Europa donde, mira por dónde, y por sus intereses influyó para que las castas superiores fueran proporcionales a la claridad de piel. 

Así, los sacerdotes e intelectuales estarían en lo más alto de la pirámide, después los guerreros y reyes, seguidos de comerciantes y artesanos, y luego campesinos y trabajadores, y ya sin derecho alguno, ni a estar en esas cuatro castas, en la base más baja de la pirámide, estarían los dálits, llamados “intocables”, que por no tener, no tienen ni casta, ni pueden beber agua en fuentes públicas, y por haber nacido ahí, otros se atreven a humillarles, a quitarles la vida, amparándose en leyes antiguas abolidas hace sesenta años, es el caso de las numerosas niñas violadas y asesinadas en la India. Aunque se hable de que el sistema de castas apenas existe allí, hay incluso otra división más baja, los “invisibles”, no tienen derecho a la luz natural y salen a la calle de noche.  Y es que no son cuatro las castas en la India, sino que pueden llegar hasta cuatro mil. A los humanos nos gusta clasificar y proteger intereses, razas y geografías como perros de presa.  

Todo ello es racismo para evitar la mezcla de sangre y mestizaje. Precisamente, al glorioso imperio español y colonialismo de las Américas del siglo XVIII se le culpa de clasificar a los mestizos por su color de piel; sobre todo cuando se temen perder intereses y poder en las conquistas. Típico de entonces es el fenómeno artístico de las pinturas de castas, donde artistas anónimos y desconocidos dibujan y numeran, a padres con hijo, incluso con el paisaje de fondo que corresponde a los modelos, escribiendo su casta social, con nombres tan esperpénticos como saltatrás, coyote, tentenelaire, zambo, cambujo, etc. Algo ha debido quedar por allí cuando en México, actualmente hay una serie televisiva titulada “Crónica de castas”, donde la actriz Ángela Molina participa, serie que hace gala de otras clasificaciones humanas como raperos, transexuales, ex guerrilleros..., castas de hoy, pero sin perder la visión histórica. 

  También en España, de forma más o menos encubierta, quedan retazos de castas, grupos que reciben dádivas y pensiones extras, grupos que no se verán con la justicia o lo harán de forma privilegiada, grupos a los que las leyes les rozarán un poco pero saldrán impunes, grupos de ricos y pobres, de parados, o con pedigrí, como los animales. Es difícil hablar de igualdad, aunque haya leyes decretadas, si luego el mundo se divide en castas económicas, políticas y raciales con todos sus privilegios y discriminaciones.   

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