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Sólo es posible si se cuenta con los recursos humanos necesarios

La crisis dificulta la educación inclusiva

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La crisis está afectando a colegios que ofrecen una educación inclusiva, como el Sagrado Corazón de Chamartín, en Madrid, donde estudian 1.500 alumnos, de los que un centenar tienen necesidades especiales. Los responsables del centro explican las consecuencias que dicha situación está provocando en su labor.

En una de las aulas de 1º de la ESO del Colegio Sagrado Corazón, grupos de cuatro y cinco alumnos colorean sus dibujos mientras el profesor les va dando instrucciones. Es la hora de Plástica, una de las asignaturas que reciben de forma conjunta alumnos con y sin discapacidad. Dos de ellos, Antonio y Juan (nombres ficticios para preservar su identidad) tienen síndrome de Down.

“Tenemos estudiantes con necesidades educativas especiales desde 1º de Educación Infantil a 4º de la ESO, es decir, en todos los niveles de la educación obligatoria. Los que tienen capacidades intelectuales conservadas cursan Bachillerato y algunos de nuestros alumnos están ya en la universidad”, explica Antonio Nieva, orientador educativo de este colegio concertado, ubicado en el distrito madrileño de Chamartín, del que son titulares las Religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón.

Un total de 1.500 chicos y chicas, desde 1º de Infantil a 2º de Bachillerato estudian en este centro, de los que 109 tienen necesidades educativas especiales actualmente.

“Desde el principio quisimos ser una entidad abierta porque nos parecía que eso reproducía mucho mejor el modelo de la sociedad, donde se combinan personas con distintas características, por eso no nos hemos especializado en ninguna discapacidad en concreto, sino que atendemos todas las que se escolarizan”, señala Antonio Nieva.

“Hay años en los que acuden más niños con síndrome de Down, otros predominan los que presentan trastornos del espectro autista o del comportamiento. También tenemos alumnos con problemas motóricos, con discapacidad visual y auditiva”, añade.

Estos alumnos requieren una atención muy individualizada, tanto dentro del aula como fuera de ella, en los desplazamientos, el recreo y el comedor. Para ofrecerles una educación inclusiva de calidad, el centro docente madrileño cuenta con 11 profesores expertos en pedagogía terapéutica para 109 alumnos, que se reparten en los ciclos de Infantil, Primaria y Secundaria.

La política del colegio es escolarizar a los niños con discapacidad en el curso que les corresponde por su edad, aunque en ocasiones, sobre todo en el caso de la discapacidad intelectual, se les incluye con los alumnos un año más jóvenes para compensar su evolución. En todo caso, se prima la relación social, es decir, que van promocionando normalmente con su clase, pero cada alumno tiene una adaptación curricular individualizada.

“Así, tanto en Infantil como en Primaria, el aula de referencia de estos estudiantes es la ordinaria. De ella salen en grupos pequeños a recibir apoyo personalizado en el aula específica a cargo de un profesor especialista en pedagogía terapéutica, cada uno con su propio horario. Este método se mantiene hasta 4º de la ESO”, explica el orientador educativo del colegio.

En Secundaria hay dos modalidades. En una de ellas los chicos y chicas con necesidades especiales tienen como aula de referencia la específica y se incorporan a las clases ordinarias en las asignaturas en las que es factible la adaptación curricular, como es el caso de Plástica, Religión, Educación Física y Tutoría, ya que esas áreas permiten la interacción entre alumnos con y sin discapacidad.

Las asignaturas de más complejidad, como Física y Química, Lengua o Matemáticas, las cursan en el aula específica. La otra modalidad es la de los estudiantes que pueden seguir el currículum con una adaptación, que reciben la mayor parte de la formación con el resto de alumnos y sólo acuden a la clase de apoyo para recibir refuerzo en determinados aspectos.

Ofrecer una educación de calidad a alumnos con diferentes discapacidades plantea retos diversos. Así, los que tienen discapacidad auditiva precisan un apoyo importante, porque aunque se mantengan los contenidos comunes hay que adaptarlos. A los que tienen discapacidad visual se les explica el contenido de las láminas y otros materiales gráficos y se pasa a braille los textos educativos, para lo que el colegio recibe el apoyo de la ONCE.

Además, el centro ofrece acompañamiento y apoyo en los desplazamientos a los estudiantes con problemas motóricos y ayuda en ámbitos como la escritura, que en ocasiones puede estar alterada, e incluso apuntes elaborados cuando ellos no pueden tomarlos directamente.

Otras dificultades del aprendizaje, como el déficit de atención, la hiperactividad o la dislexia, aunque no se consideran discapacidad y, por lo tanto, no están contempladas en el programa de necesidades especiales, también reciben refuerzo en el Colegio Sagrado Corazón. Los docentes prestan especial atención en su propia clase a estos niños y, en ocasiones, el profesor de pedagogía terapéutica les “echa una mano” en las áreas en las que encuentran mayores dificultades, comenta Nieva.

También hay un servicio de logopedia, a cargo de dos especialistas de audición y lenguaje, para los niños que la necesitan.

La educación inclusiva que ofrecen colegios como el Sagrado Corazón sólo es posible si se cuenta con los recursos humanos necesarios, pero “en los últimos cuatro o cinco años, hemos notado que ese impulso que hubo hace 25 años por parte de la Administración, ha empezado a disminuir”, lamenta el orientador educativo del centro.

“El año pasado nos recortaron 1,5 plazas de profesores especializados y este año nos han recortado otras 1,5”, añade. Aunque ya han presentado sus alegaciones a la Consejería de Educación de Madrid, todavía no saben qué ocurrirá el próximo curso.

Además, a este centro de referencia en atención a la diversidad, le están derivando alumnos con necesidades especiales otros colegios con menos recursos.

Por eso, los responsables del Sagrado Corazón de Chamartín empiezan a tener dudas sobre si podrán atender ese aumento en la demanda con los recortes en que están experimentando.

La directiva del centro ya ha estudiado la posibilidad de utilizar recursos propios, pero consideran que esa solución tiene unas posibilidades limitadas.

“Creemos que las personas con discapacidad tienen derecho a educarse con el resto en un ambiente normalizado, está reconocido por la Constitución y las leyes ordinarias, y queremos conseguir que eso se respete, se mantenga y se potencie”, subraya Antonio Nieva.

Para lograr ese objetivo, han pedido apoyo a entidades sociales como el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) y otras organizaciones del ámbito de la discapacidad, y a los padres de sus alumnos, que se impliquen en esa reivindicación.

"Entonces, una década, ¿cuántos años son?”, pregunta el profesor de pedagogía terapéutica a uno de los estudiantes con necesidades especiales que acuden al aula específica del Colegio Sagrado Corazón. El chaval contesta titubeante, “¿Cinco?”. “No eso era el lustro”, le explica el maestro, que está repasando con un grupo de media docena de alumnos de diferentes niveles las distintas maneras de designar las unidades de tiempo. Mientras tanto, en una mesa cercana, otros tantos estudiantes hacen sus deberes en diversas áreas en las que necesitan refuerzo. Después, les tocará a ellos el turno de revisar con el docente si sus respuestas han sido correctas.

Este aula específica es clave en el modelo de educación inclusiva en el que este colegio lleva 25 años siendo un referente en la Comunidad de Madrid. Gracias a ella, chicos y chicas con necesidades especiales pueden cursar sus estudios obligatorios plenamente integrados en un centro ordinario con alumnos sin discapacidad.

La crisis dificulta la educación inclusiva

Sólo es posible si se cuenta con los recursos humanos necesarios
Redacción
domingo, 15 de junio de 2014, 10:54 h (CET)
La crisis está afectando a colegios que ofrecen una educación inclusiva, como el Sagrado Corazón de Chamartín, en Madrid, donde estudian 1.500 alumnos, de los que un centenar tienen necesidades especiales. Los responsables del centro explican las consecuencias que dicha situación está provocando en su labor.

En una de las aulas de 1º de la ESO del Colegio Sagrado Corazón, grupos de cuatro y cinco alumnos colorean sus dibujos mientras el profesor les va dando instrucciones. Es la hora de Plástica, una de las asignaturas que reciben de forma conjunta alumnos con y sin discapacidad. Dos de ellos, Antonio y Juan (nombres ficticios para preservar su identidad) tienen síndrome de Down.

“Tenemos estudiantes con necesidades educativas especiales desde 1º de Educación Infantil a 4º de la ESO, es decir, en todos los niveles de la educación obligatoria. Los que tienen capacidades intelectuales conservadas cursan Bachillerato y algunos de nuestros alumnos están ya en la universidad”, explica Antonio Nieva, orientador educativo de este colegio concertado, ubicado en el distrito madrileño de Chamartín, del que son titulares las Religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón.

Un total de 1.500 chicos y chicas, desde 1º de Infantil a 2º de Bachillerato estudian en este centro, de los que 109 tienen necesidades educativas especiales actualmente.

“Desde el principio quisimos ser una entidad abierta porque nos parecía que eso reproducía mucho mejor el modelo de la sociedad, donde se combinan personas con distintas características, por eso no nos hemos especializado en ninguna discapacidad en concreto, sino que atendemos todas las que se escolarizan”, señala Antonio Nieva.

“Hay años en los que acuden más niños con síndrome de Down, otros predominan los que presentan trastornos del espectro autista o del comportamiento. También tenemos alumnos con problemas motóricos, con discapacidad visual y auditiva”, añade.

Estos alumnos requieren una atención muy individualizada, tanto dentro del aula como fuera de ella, en los desplazamientos, el recreo y el comedor. Para ofrecerles una educación inclusiva de calidad, el centro docente madrileño cuenta con 11 profesores expertos en pedagogía terapéutica para 109 alumnos, que se reparten en los ciclos de Infantil, Primaria y Secundaria.

La política del colegio es escolarizar a los niños con discapacidad en el curso que les corresponde por su edad, aunque en ocasiones, sobre todo en el caso de la discapacidad intelectual, se les incluye con los alumnos un año más jóvenes para compensar su evolución. En todo caso, se prima la relación social, es decir, que van promocionando normalmente con su clase, pero cada alumno tiene una adaptación curricular individualizada.

“Así, tanto en Infantil como en Primaria, el aula de referencia de estos estudiantes es la ordinaria. De ella salen en grupos pequeños a recibir apoyo personalizado en el aula específica a cargo de un profesor especialista en pedagogía terapéutica, cada uno con su propio horario. Este método se mantiene hasta 4º de la ESO”, explica el orientador educativo del colegio.

En Secundaria hay dos modalidades. En una de ellas los chicos y chicas con necesidades especiales tienen como aula de referencia la específica y se incorporan a las clases ordinarias en las asignaturas en las que es factible la adaptación curricular, como es el caso de Plástica, Religión, Educación Física y Tutoría, ya que esas áreas permiten la interacción entre alumnos con y sin discapacidad.

Las asignaturas de más complejidad, como Física y Química, Lengua o Matemáticas, las cursan en el aula específica. La otra modalidad es la de los estudiantes que pueden seguir el currículum con una adaptación, que reciben la mayor parte de la formación con el resto de alumnos y sólo acuden a la clase de apoyo para recibir refuerzo en determinados aspectos.

Ofrecer una educación de calidad a alumnos con diferentes discapacidades plantea retos diversos. Así, los que tienen discapacidad auditiva precisan un apoyo importante, porque aunque se mantengan los contenidos comunes hay que adaptarlos. A los que tienen discapacidad visual se les explica el contenido de las láminas y otros materiales gráficos y se pasa a braille los textos educativos, para lo que el colegio recibe el apoyo de la ONCE.

Además, el centro ofrece acompañamiento y apoyo en los desplazamientos a los estudiantes con problemas motóricos y ayuda en ámbitos como la escritura, que en ocasiones puede estar alterada, e incluso apuntes elaborados cuando ellos no pueden tomarlos directamente.

Otras dificultades del aprendizaje, como el déficit de atención, la hiperactividad o la dislexia, aunque no se consideran discapacidad y, por lo tanto, no están contempladas en el programa de necesidades especiales, también reciben refuerzo en el Colegio Sagrado Corazón. Los docentes prestan especial atención en su propia clase a estos niños y, en ocasiones, el profesor de pedagogía terapéutica les “echa una mano” en las áreas en las que encuentran mayores dificultades, comenta Nieva.

También hay un servicio de logopedia, a cargo de dos especialistas de audición y lenguaje, para los niños que la necesitan.

La educación inclusiva que ofrecen colegios como el Sagrado Corazón sólo es posible si se cuenta con los recursos humanos necesarios, pero “en los últimos cuatro o cinco años, hemos notado que ese impulso que hubo hace 25 años por parte de la Administración, ha empezado a disminuir”, lamenta el orientador educativo del centro.

“El año pasado nos recortaron 1,5 plazas de profesores especializados y este año nos han recortado otras 1,5”, añade. Aunque ya han presentado sus alegaciones a la Consejería de Educación de Madrid, todavía no saben qué ocurrirá el próximo curso.

Además, a este centro de referencia en atención a la diversidad, le están derivando alumnos con necesidades especiales otros colegios con menos recursos.

Por eso, los responsables del Sagrado Corazón de Chamartín empiezan a tener dudas sobre si podrán atender ese aumento en la demanda con los recortes en que están experimentando.

La directiva del centro ya ha estudiado la posibilidad de utilizar recursos propios, pero consideran que esa solución tiene unas posibilidades limitadas.

“Creemos que las personas con discapacidad tienen derecho a educarse con el resto en un ambiente normalizado, está reconocido por la Constitución y las leyes ordinarias, y queremos conseguir que eso se respete, se mantenga y se potencie”, subraya Antonio Nieva.

Para lograr ese objetivo, han pedido apoyo a entidades sociales como el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (Cermi) y otras organizaciones del ámbito de la discapacidad, y a los padres de sus alumnos, que se impliquen en esa reivindicación.

"Entonces, una década, ¿cuántos años son?”, pregunta el profesor de pedagogía terapéutica a uno de los estudiantes con necesidades especiales que acuden al aula específica del Colegio Sagrado Corazón. El chaval contesta titubeante, “¿Cinco?”. “No eso era el lustro”, le explica el maestro, que está repasando con un grupo de media docena de alumnos de diferentes niveles las distintas maneras de designar las unidades de tiempo. Mientras tanto, en una mesa cercana, otros tantos estudiantes hacen sus deberes en diversas áreas en las que necesitan refuerzo. Después, les tocará a ellos el turno de revisar con el docente si sus respuestas han sido correctas.

Este aula específica es clave en el modelo de educación inclusiva en el que este colegio lleva 25 años siendo un referente en la Comunidad de Madrid. Gracias a ella, chicos y chicas con necesidades especiales pueden cursar sus estudios obligatorios plenamente integrados en un centro ordinario con alumnos sin discapacidad.

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