El resultado arrojado en el día de ayer en España por las Elecciones Europeas ha supuesto el mayor terremoto político que se recuerda desde que en 1982 el PSOE consiguiera 202 diputados a costa de la desaparición total de la Unión de Centro Democrático (UCD). Si aquel día quedó institucionalizado el bipartidismo a favor de PSOE y AP (PP), da la impresión de que anoche el binomio comenzó a saltar por los aires. Que el proceso iniciado se consolide o se pueda revertir, depende en parte de las actitudes que adopten a partir de este momento los dos principales partidos. Pero solo en parte, porque puede que ya sea demasiado tarde para ambos. Y es que son muchos los cadáveres que sus políticas han dejado por el camino. Bien por ideología o bien por sumisión a la troika, PSOE y PP han tomado decisiones que han resultado catastróficas para una parte muy importante de la población, que a fecha de hoy se encuentra empobrecida y sin esperanzas.
La primera reacción del Partido Popular fue desconcertante cuando anoche mismo De Cospedal y Cañete quisieron vender felicidad por la victoria electoral conseguida, al mismo tiempo que sus caras reflejaban decepción, preocupación y miedo. Ni a Chiquito de la Calzada metido a político se le hubiera ocurrido decir que estaba contento porque ahora el PP le saca dos escaños al PSOE cuando anteriormente la diferencia era tan solo de uno. Semejante simpleza argumental parece impropia de un tipo con una superioridad intelectual como la que se le presupone al orondo candidato. Mejor estuvo Valenciano, que admitió que lo de ayer se trataba de una derrota sin paliativos.
Pero, ¿y Rubalcaba? ¿Anunciará hoy mismo que se hace a un lado y que el Partido Socialista inicia un proceso de Primarias de verdad, sin intervencionismo de ningún tipo desde Ferraz? Sería lo inteligente, porque el PSOE está cada vez más cerca de convertirse en un partido testimonial. Creo que se deberían abrir de par en par las ventanas del partido para permitir la entrada de aire fresco, para que en las Primarias participe todo aquel que crea que puede contribuir a reformular un discurso socialdemócrata creíble y atractivo. Y me parece que, llegados a este punto, quizá haya que mirar hacia Andalucía. Susana Díez tomó las riendas de la Junta en septiembre de 2013 y en pocos meses ha sido capaz de dar la vuelta a la correlación de fuerzas en su Comunidad. El PSOE andaluz, que tras Chaves y Griñán estaba a la deriva, ha vencido al PP por diez puntos de ventaja.
Lo que está claro es que esta mañana, tras la resaca de la final de la Champions y del campanazo electoral, seis millones de españoles se han levantado de la cama con una única certeza: que por obligación han de pasar otro lunes al sol. Y ya van muchos, demasiados. Demasiados lunes, martes, miércoles, jueves y viernes al sol. Y después de tanto tiempo, tamaño rejón se hace insoportable de sobrellevar. En éstas estábamos cuando Podemos irrumpió en la escena. Y nos dimos cuenta de que a pesar del descalabro del PSOE, en España los votos de izquierda ya suman más que los de la derecha. La mayoría absoluta parece haberse esfumado. Y con ella Rajoy, que va camino a la oposición. Como González y Botella en Madrid y Fabra y Rita en Valencia.
